Alexis de Tocqueville (1805-1859), realiza en 1831 un viaje de nueve meses a través de Estado Unidos en busca de información sobre las reformas del sistema penitenciario norteamericano. Este viaje inspiró una de las más importantes obras de teoría política y de interpretación histórica de la época contemporánea. "La democracia en América", publicado en 1835. Fueron dos volúmenes, el primer volumen consagró a Tocqueville como el “heredero lógico de Montesquieu”. El segundo, aparecido en 1840, reflexiona acerca de la influencia de la democracia sobre el movimiento intelectual, los sentimientos y las costumbres de los norteamericanos, realizando una caracterización general de la civilización igualitaria. Como precursor de la sociología clásica, realiza en su obra un enfoque analítico y descriptivo de la sociedad estadounidense analizándola de forma sistemática y crítica.
Tocqueville es considerado el heredero lógico de Montesquieu por varios motivos, destacando su enfoque en la importancia de los "poderes intermedios" y la influencia de la democracia en la sociedad y la política. Al igual que Montesquieu, Tocqueville enfatiza la importancia de instituciones y costumbres para moderar el poder del gobierno y evitar la tiranía. Pero Tocqueville no es un observador embobado por el sistema americano. Muestra con claridad las grietas de esa democracia como la elección de funcionarios temporales y la atribución de poderes al Ejecutivo que dañan la independencia del gobierno. Es interesante su observación de que las personalidades sobresalientes en pocas ocasiones son consultadas o llamadas para los asuntos públicos. O del peligro de la conversión de una democracia en tiranía, y dice: “Lo que más me repugna de América no es la amplia libertad de que allí se goza, sino las escasas garantías existentes para defenderse contra la tiranía”.
El riesgo del abuso de poder está siempre presente en cualquier democracia. Por desgracia muchas de sus advertencias afloran en el nuevo presidente americano Donald Trump. Su inicio de presidencia da muestra de una de sus claras prioridades: la de hacerse notar. El espectáculo, desde la casa Blanca, firmando ordenes ejecutivas, como la de subir a diestro y siniestro los aranceles a países sin otro criterio del “porque a mí me da la gana”, es la mayor muestra de abuso y chulería de un presidente norteamericano salido de las urnas. La imposición de aranceles es una estrategia arriesgada, por mucho que diga que es para reflotar las transacciones internacionales o poder compensar el déficit comercial. El hundimiento de las bolsas y la posibilidad de una recesión del país, son ejemplos suficientes de ese riesgo.
Trump es un verdadero agente del caos, cuyo ego le impide tomar conciencia de las consecuencias de sus acciones. Con una Administración americana en parálisis ante el despido de decenas de miles de funcionarios, con la designación de gestores incompetentes que está provocando la fuga de científicos y expertos cualificados, con la caída del dólar y con un país en incertidumbre. Es cierto que Trump ha sido elegido por 77 millones de ciudadanos, pero eso solo demuestra lo atractiva que resulta la demagogia y su populismo, además de la herencia recibida de un Biden que nunca debió ser elegido y de la política de los demócratas.
Han pasado casi dos siglos desde que Alexis Henri Charles de Clérel escribiera “La democracia en América”. ¿Qué diría Tocqueville hoy viendo a un Trump enardecido firmando decenas de órdenes ejecutivas mostrándolas desafiante ante las cámaras? ¿O contemplando cómo impulsó el asalto al Capitolio por no gustarle los resultados electorales y luego indultar a los protagonistas del desmán? Hace unos pocos meses, pensar que Estados Unidos se podría convertir en una dictadura era impensable, pero en solo unos meses hemos comprobado que lo impensable no es imposible. La voluntad de todo tirano es la de hacerse con todo el poder y no rendir cuentas. Por desgracia, todo esto, nos hace recordar a los españoles que tenemos un presidente que está a su altura.
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