Mi frase




MI Frase
"Cuando la vista se cruza con el deseo, haz que impere la razón".
(José A. Puig)





domingo, 27 de octubre de 2013

CON PASADO Y...CON UN FUTURO



A lo largo de la vida van pasándote pequeñas historias que no valoras, cuando acontecen, en su justa medida. Así que cuando menos te lo esperas te rebotan, como pelota de frontón, y te hacen meditar. Si meditar, es decir, aplicar con gran atención el pensamiento a la consideración de algo, que en este caso es el relato que voy a contar.
Eran los años finales del franquismo cuando mi amigo Pablo había aprobado una convocatoria para Titulados Superiores en una gran multinacional española. Allí conoció a su compañero Jesús, que como el, había conseguido una plaza que, por el grupo y empresa, eran muy codiciadas. La felicidad era grande en ambos, pues, veían a sus 28 años un futuro prometedor, cosa que en aquel entonces, como sucede ahora también, estaban los puestos de trabajo muy solicitados.
Su amistad crecía, al tener un mismo puesto de trabajo y, lo más importante, una cultura y educación parecida. Solo les separaban dos cuestiones, Pablo estaba casado y era católico, Jesús era soltero y era ateo convencido. Pasados los primeros meses en el trabajo, la confianza entre ellos aumentó de tal manera que eran capaces de mostrar su interior uno al otro. Pablo le hablaba de que tenía que agradecer mucho a Dios por todo lo que le había dado: una esposa que quería, un trabajo codiciado y en pocos meses un hijo. Jesús era muy feliz en el trabajo, aunque poco comunicativo, no era capaz de abrir su corazón a nadie, aunque con Pablo hacía a veces excepciones.
Una tarde salieron del trabajo y se sentaron en una cafetería a tomar una cerveza y Pablo se atrevió a tocar el tema religioso, diciéndole: “Jesús, con el tiempo que te conozco puedo decir que eres una persona con la que estoy realmente a gusto, puedo hablar contigo, no discutimos por los temas que tratamos, siempre nos entendemos, aunque no compartimos algunas cuestiones, y sobre todo nos respetándonos uno al otro. Por eso me atrevo a lanzarte una pregunta ¿Cómo es que eres ateo? ¿Es una pose o realmente crees que Dios no existe?”. Jesús se me quedo mirado y, antes de contestarme, tomo un poco de cerveza alargando ese sorbo como si fuera el último que iba a tomar. El tiempo en responder se me hacía demasiado largo y pensé que había hecho una pregunta que, tal vez, había meditado poco para espetársela a su amigo.
Jesús, le contesto: “Pablo, eres un buen amigo, un hombre bueno, y cuando digo ésto se por qué lo digo. Te he observado mucho, a lo largo del tiempo que llevamos trabajando juntos, y he visto en ti una persona abierta y sincera y por eso te permito que me hagas esa pregunta. Si, soy ateo convencido, y al ver en ti, día a día, esa felicidad al hablar de tu esposa, de tu hija, de tu trabajo, me has dado mucha envidia, por no poderlo tener yo. No es, bien lo sabes tu, un envidia silenciosa, como decía Nietzsche, sino una envidia sana al reconocer en ti mis limitaciones”.
Pablo, se quedó sin habla, ante aquella declaración tan abierta y sincera de su amigo Jesús y le contestó, sin pensarlo dos veces, “Entonces Jesús, éste reconocimiento que me haces resulta muy positivo, pues puede ayudarte a recomponer tu situación y tratar de superarte. Yo puedo darte la receta, creer en la misericordia de Dios y poner todo en sus manos”. Jesús le contestó “y eso ¿cómo se hace?”. Mi respuesta salió sin querer, pero así son a veces las cosas de la vida, diciéndole, “oblígate mas a ti mismo, pon la confianza en Dios, reza, confiésate y no seas tan comodón”.
Aquello hizo que Jesús reaccionara, como no lo había visto antes en el, y con el rostro endurecido me contestó: “¡Comodón yo! Cómodos sois vosotros lo católicos, que creéis en la vida futura, en la Vida Eterna. Nosotros, por desgracia, no creemos en nada después de la muerte. Vosotros, los católicos, tenéis futuro, nosotros, los ateos, solo pasado”. Pablo se enterneció, al oír aquellas palabras salidas de lo mas profundo del corazón de su amigo Jesús, y con los ojos humedecidos, le cogió sus manos y le dijo: “mi querido amigo, me has dado la enseñanza mas importante de toda mi vida, a partir de ahora rezaré por ti y por mi”.
Allí se dieron un abrazo, y al cabo de unos meses sus destinos se separaron, y nunca más supo uno del otro. Pablo, a través de la oración, seguía unido a su amigo Jesús y ello le hacía estar, también, convencido de que el Señor, con su infinita misericordia, haría que Jesús estaría unido a el, y de esta manera le concediera no solo un pasado sino, lo que el mas envidiaba, un futuro en la Vida Eterna.

José Antonio Puig Camps  Octubre 2013