Carl Schmitt, filósofo y jurista, fue un destacado activista nazi que escribió sobre el ejercicio efectivo del poder político. Su teoría política afirma que la autonomía de la política implica que ésta no se ciñe a los preceptos de la moral corriente. En este sentido, el criterio de lo político es la distinción entre amigo-enemigo. El líder debe saber trazar la línea fundamental que defina esa distinción, haciendo psicológicamente conveniente que se trate al enemigo como si también fuera malo. Este liderazgo garantiza la protección del pueblo a cambio de su obediencia. Una clara señal de regreso a un sistema autoritario y opresor.
Desde el Gobierno de Zapatero hasta el actual de Pedro Sánchez, el partido socialista ha jugado a maximizar su bloque. Un bloque que hasta los resultados electorales de julio de 2023 quedaba poco definido. La jugada de Sánchez nunca fue la de maximizar la lista que le diera la victoria electoral, sino la de crear un bloque estable para su envestidura y mantenimiento en el poder. Un bloque de alianza entre el Psoe, el nacionalismo vasco y catalán y la izquierda radical. Su finalidad era clara: repartirse el botín que una presidencia de Gobierno podía darles. No importaba sus interés que, aunque no eran idénticos, eran compatibles: romper la unidad de España.
En aquella jugada entraba la teoría de Carl Schmitt, cual es trazar una línea que estableciera la dialéctica entre amigo y enemigo. Para el bloque, el enemigo que los aglutinaba era la aversión a la derecha nacional. Una derecha que fue acordonada con el pacto del Tinell de 2003 por los socialistas de Cataluña, Esquerra Republicana (ERC) e Iniciativa per-Catalunya Verds-EUiA. El nuevo líder socialista, como alumno aventajado en copiar, imita aquel pacto y añade un pequeño estímulo: la del antagonismo. Una oposición visceral en doctrinas y opiniones que se alejen de sus criterios. Es un frentismo que arranca por la izquierda desde la perdida de la Guerra Civil. La estrategia del enfrentamiento o de la tensión se percibe por los socialistas como necesaria para motivar a los suyos, a ir a votar. Zapatero ya lo dijo antes de las elecciones de 2008: “nos conviene que haya tensión”.
El sanchismo llego a la presidencia del gobierno en 2018, tras una moción de censura contra Rajoy por verse lastrado por un escándalo de corrupción. Una corrupción que Sánchez en su discurso vino a limpiar y que ahora está hasta el cuello ante tantos casos de corrupción que le rodean. Pero eso no les importa a sus socios parlamentarios que prefieren su continuidad a quitarlo de la presidencia. ¿A quién iban a chantajear mejor que al actual? Ahí la respuesta. No importa que sus secretarios de organización estén en la cárcel por corrupción, no importa que el partido más feminista de la historia esconda las quejas sobre acoso de un machirulo que se pasea con la bragueta abierta por la Moncloa. No importa que su mujer y su hermano estén investigados y a un paso del juicio. No importa…nada.
La dialéctica amigo y enemigo está presente en todos los episodios de corrupción que le rodean. Un claro ejemplo de un “schmidtiano” que aspira a una hegemonía política donde no hay sitio para la pluralidad en el Estado, su aspiración política es la supremacía ideológica y la de una identidad excluyente. Para los amigos, todo: deslegitimar sentencia del Supremo, caso de los ERE o la amnistía separatista, con la finalidad de conseguir unos votos que le permitan seguir en el poder. Para los enemigos, el agravio: usando al exfiscal García Ortiz, aprovechándose de su autoridad como máximo responsable del Ministerio Público, como táctica política contra un rival político.
Pero por mucha ayuda del bloque, si no consigue lo pactado se bloquea el Gobierno. Un bloqueo que afecta ya claramente a los compromisos adquiridos con Bruselas que dejan a España sin 93.000 M€, entre subvenciones y préstamos. Pymes y autónomos agonizan mientras el Ejecutivo oculta la ejecución real del dinero de Europa. Sin presupuestos y sin fondos europeos, que son la droga que mantiene al Gobierno, el margen de maniobra para llegar al 2027 se acaba. O no, mientras exista Junts.
José Antonio Puig Camps (Dr. Ingeniero Agrónomo y Sociólogo)
Publicado 07-12-2025