Mi frase




MI Frase
"Cuando la vista se cruza con el deseo, haz que impere la razón".
(José A. Puig)





lunes, 14 de septiembre de 2015

LA VIDA ESPERA ALGO DE NOSOTROS



El paso del tiempo muestra, a quienes cruzamos hace años la línea de la juventud, cuan infantiles hemos sido al tomar las cosas banales como importantes y las importantes como intrascendentes. Giro la vista atrás y recuerdo una juventud donde el sentido del ridículo afloraba en cualquier cosa que fuéramos hacer. Tal vez, por eso, nuestros deseos de juventud quedaban inhibidos ante la posibilidad de que fueran inadecuados, frívolos o ridículos.
Si la prohibición ha sido la alerta que nos ha prevenido de acometer actos punibles y castigables, el sentido del ridículo nos ha alertado a llevar un comportamiento cívico y prudente. El miedo a una situación humillante ha sido, hasta ahora, la alerta roja en el devenir del ser humano. El protocolo de conducta, que la sociedad nos ha demandado, ha estado unido inexorablemente a la forma de vivir de cada uno. Sin embargo, a la vista de los acontecimientos que se sufren a diario, ni la prohibición ni el sentido del ridículo van a tener cabida en este mundo relativizado.
El pasado día tres de septiembre, el grupo parlamentario de Podemos en las Cortes autonómicas de Valencia, registraron una iniciativa parlamentaria en la que piden la derogación de la norma que obliga al decoro en la Cámara, norma aprobada y publicada en el BOCV en abril del 2012. Así las cosas, el marco en que se establece la prohibición de que diputad@s usen pancartas o camisetas ofensivas, y a los invitados gritar o interrumpir en los plenos, tiene los días contados.
Hechos como el anterior, que por desgracia los vemos repetidos con demasiada frecuencia, muestran que palabras como honor, respeto, dignidad, decencia, etc., etc., propias de la buena educación, solo están sirviendo para escarnio de quien las utiliza. Todo debe estar permitido y ese, y no otro, debe ser el lema que el “progreso actual de las formas” debe utilizar y propagar para ser modernos. El desvarío ha sustituido al desvelo. Lo ridículo, lo grotesco y lo extravagante, ha desbancado a cualquier protocolo de comportamiento racional existente. En pocas cuestiones se ha manifestado tanto la capacidad de los adultos, presuntamente cuerdos, para polémicas infantiles, como el empeño de justificar sus malas acciones echándole la culpa al otro. Es aquí donde debemos poner el acento.
La emulación que las nuevas generaciones hacen, para competir o rivalizar con sus mayores, es un claro precedente de sus futuras e inmediatas actuaciones. Cada día están viendo cómo sus predecesores, los que deberían ser el ejemplo a seguir,  muestran su altura moral en sus discrepancias entre sus palabras y sus hechos. La falta de recato, en decir y hacer una cosa y al poco tiempo la contraria, sin ni siquiera sonrojarse, muestran la ruindad y bajeza de nuestros representantes. Si esta es la muestra de las convicciones morales a seguir, no es de extrañar que sus comportamientos sean aún más provocadores que los de sus antecesores.
La suciedad con la que nos estamos envolviendo es cada vez más hedionda. El mundo en que vivimos es un ensuciador. Somos cobardes y aceptamos con resignación, moralmente ofensiva y obscena, todo lo que está sucediendo. No somos capaces de reprender, ni de amonestar,  ni de corregir a quien no ha aprendido a ser educado, a quien no ha aprendido a convivir. Queremos ser felices, pero ¿a costa de qué?
Tenemos miedo, somos frágiles y, lo peor, nos protegemos con nuestra fragilidad. No queremos enfrentamientos que nos puedan herir o situaciones que nos puedan comprometer. Sufrimos diariamente situaciones constantes de indefensión que nos puede llevar a un sentimiento de apatía. Necesitamos un cambio radical en nuestra actitud hacia la vida, debemos darnos cuenta que no importa que no esperemos nada de la vida, sino que la vida espera algo de nosotros. En última instancia, vivir significa asumir la responsabilidad de encontrar la respuesta correcta a los problemas que ello plantea y cumplir las tareas que la vida asigna continuamente a cada individuo. 

José Antonio Puig Camps. AGEA Valencia (Dr. Ingeniero y Sociólogo)
http://josantoniopuig44.blogspot.com.es/
Twitter: @JapuigJose