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MI Frase
"Cuando la vista se cruza con el deseo, haz que impere la razón".
(José A. Puig)





domingo, 11 de marzo de 2018

LA MIOPIA DE LO VISIBLE



Las mujeres españolas han protagonizado este 8 de marzo una movilización sin precedentes. Es el único país que convocó una huelga general -con paros de entre dos horas hasta 24 horas- para reivindicar el Día Internacional de la Mujer, cuyas imágenes de las multitudinarias e históricas manifestaciones han dado la vuelta al mundo. Siendo España el quinto país en el que mejor viven las mujeres por delante de Finlandia, Dinamarca, Francia o Alemania, según el informe elaborado por el Instituto de Georgetown y el Instituto de Seguridad y el Instituto de Investigación de la Paz de Oslo, no me queda claro el mensaje de su reivindicación.
Cuando se observa la lucha de las mujeres a lo largo de la historia para poder alcanzar el nuevo ámbito social y político de igualdad y libertad inaugurado en nuestra sociedad occidental con el desarrollo de las democracias, uno comprende las reivindicaciones. Cuando en el ámbito de la ciudadanía, de los derechos civiles, políticos y sociales, las mujeres quedaron excluidas de la ciudadanía, uno comprende las manifestaciones. Cuando la exclusión de las mujeres del ámbito público debía darse por descontado y debía percibirse como un hecho de sentido común, uno comprende perfectamente el sentido de la huelga. Ante esos retos muchos autores han afirmado que el feminismo es la única revolución del siglo xx que ha triunfado, porque el feminismo, además de las conquistas logradas a través de las políticas de igualdad debe también transformar nuestra visión del mundo, un mundo donde la reivindicación no debe confundirse con la venganza.
Reivindicar es requerir una cosa a la que se cree contar con derecho o a expresarse de manera positiva sobre algo o sobre una persona. En la actualidad, en los países occidentales con democracias, todo acceso está al alcance de hombres y mujeres. Podemos considerar situaciones aisladas que tienen que luchar por alcanzar un puesto digno a su trabajo y situación, pero no es eso lo que en el ocho de marzo se escuchó. Se escuchó que aún hay mucho por hacer, ¡claro!, pero no solo sesgado a la mujer sino al colectivo social donde hay muchas cosas que reclamar tanto por las mujeres como por los hombres. Hoy las reivindicaciones ya no son de un género en relación a otro, sino de ambos en relación a situaciones concretas. Reclamar, demandar, exigir, es fácil, lo difícil es poner sobre la mesa aquellas situaciones deplorables por las que está pasando gran parte de la humanidad y que estamos dispuestos a afrontar. Poco o nada he escuchado reivindicar a hombres o mujeres por la situación de los seres humanos en países no democráticos, en países donde el ser humano -hombre o mujer- siguen esclavizados y sin derecho alguno.  
Las mujeres habían conseguido los derechos políticos al finalizar la primera guerra mundial. Tras la conquista de los derechos formales, las mujeres comprobaron las enormes dificultades que comportaba su acceso igualitario al ámbito público, donde más que con un techo de cristal se topaban con un auténtico muro de hormigón armado. Constatar las insuficiencias de la igualdad formal llevó al feminismo a un nuevo resurgir organizativo y a una etapa de gran vitalidad y creatividad teóricas. En la denominada segunda ola del movimiento, en los años sesenta –s. XX-, y en continuidad con los planteamientos de la inclusión, se fundamentó la necesidad de establecer mecanismos sociales y políticos capaces de romper la dinámica excluyente del sistema patriarcal, como la discriminación positiva y las cuotas.
Hoy las mujeres se niegan a ser víctimas del feminismo pues consideran que no existe ningún patriarcado invisible que las mantenga sometidas, ni los hombres mantienen reuniones secretas para conspirar contra la mujer. Las mujeres tienen hoy las mismas oportunidades que los hombres. En las estadísticas de acceso por sexos a la universidad ganan las mujeres. Las feministas dicen que quieren hacer oír la voz de las mujeres pero lo único que quieren hacer oír es una determinada ideología, la ideología izquierdista feminista. Muchas son las mujeres que se niegan a aceptar que hombres y mujeres son genéticamente iguales, sino que por la propia naturaleza los gustos y atracciones de cualquier tipo son diferentes, y eso no se puede solucionar con reivindicaciones. Los hombres y las mujeres somos distintos, pero no polos opuestos sino complementarios. Aunque las diferencias  aumenten o disminuyan en cuanto a culturas y pensamientos, la idea de que estas existen es indiscutible e irrevocable.
Las feministas tuvieron que librar una larga y dura lucha social y política para conseguir cuotas de autonomía individual. Sin embargo, y sin restar un ápice de importancia a la presión activa en la opinión pública, un movimiento social, en este caso concreto el movimiento feminista no puede equipararse o identificarse con los momentos en que se realizan campañas y actos públicos en defensa de reivindicaciones concretas, ni mucho menos con el eco que éstas puedan llegar a obtener en los medios de comunicación. Hacerla implicaría caer, en la acertada expresión de Alberto Melucci en “la miopía de lo visible”, que solo alcanza a ver las características mensurables de la acción colectiva –huelga en nuestro caso-, a la vez que pasa por alto necesidades de la sociedad en su conjunto. La especificidad de los movimientos sociales, no debe fundamentarse en la búsqueda de rasgos propios que, por otra parte, ni siquiera se encuentran en el tejido social, sino en las conquistas logradas a través de las políticas de igualdad encaminadas a reducir diferencias sociales de todo tipo y transformar nuestra visión del mundo, de lo que es natural y lo que es social, de lo que es público y lo que es privado, de lo que es justo e injusto.  
José Antonio Puig Camps. AGEA Valencia (Dr. Ingeniero y Sociólogo)
Blog: http://josantoniopuig44.blogspot.com.es/
Twitter: @japuigcamps
Publicado 11-03-2018