Si el
Imperio español fue uno de los primeros imperios mundiales modernos y uno de
los mayores de la historia, considerado el primer imperio global. Hoy, por desgracia,
siento tristeza al observar cómo España se está transformando en un territorio
agrietado y unido por cuerdas flojas y viejas que, de no remediarse, pueden
sacudir nuestro hermoso país y dejarlo peor que la Hispania romana.
No es
mi objetivo, ni mucho menos, mostrar la historia de nuestra querida y
entrañable España que a tantos historiadores ha encandilado y han sabido
sacarle más provecho que el que este aprendiz de la historia pueda aportar.
Intento, una vez más, poner negro sobre blanco lo que percibo que sucede en esta
tierra mía, y vuestra, que se está abocando a través de la falacia en una
sociedad ficticia, convencional y arbitraria, en una sociedad distópica. Sociedad
desorientada ante tantos argumentos falsos, pero con apariencia de verdaderos,
que nos inducen a error o engaño y donde las estratagemas de los nuevos
políticos españoles nos trasladan a la picaresca del s. XVI, una sociedad
hipócrita, falta de honor y carente de dignidad humana. Un siglo que marcó una
cualidad innata, exclusiva o particular de los españoles, la del pícaro, y cuyos
hechos socio-históricos lo unen a la gran crisis económica, con habituales
bancarrotas, crisis demográfica y decadencia política.
Problemas
sociales cómo la mendicidad, el pauperismo o la delincuencia, sintomáticos en
la España del s. XVI, siglo de oro de las letras, dieron cabida a géneros
literarios satíricos, antecedente imprescindible para la evolución de la novela
moderna. Una literatura que bien podría reeditarse en la España del s. XXI con
nuevos picaros que, con su pose de grandes estadistas de la política, van
configurando una España distópica cómo la que ya nos están presentando tras el
año de mando en ayuntamientos y comunidades: una sociedad nihilista donde todo
se banaliza, donde ya no se cree en nada y donde se está destruyendo los viejos
valores sin recambio alguno. Esta nueva casta –la del cambio- que, fruto de una
protesta ciudadana “del 15M”, se aprovechó de la desesperación de muchos
españoles por la situación política y social vivida y, no dejando pasar la
oportunidad brindada por ese “movimiento de indignados”, crea un partido populista
con el fin de estructurar un movimiento político que les facilitara el asalto
al poder. Un populismo hábil y pícaro que engatusa a la gente con promesas demagógicas
hacía un país sin corrupción, sin clases, sin paro y sin guerras y donde cada
pueblo, provincia o comunidad podrá elegir su destino. Nos presentan “El país
de Jauja”, descrito en el libro de Hans Sachs, tierra de riquezas que aparece
como destino de la nave de los necios de Brand.
Estos
revolucionarios del cambio político y social, con el pretexto de igualar
socialmente a la ciudadanía destruyen la capacidad de los padres de elegir
colegio, enseñanza, religión o cualquier tipo de actividad que consideren mejor
para sus hijos. Se pregonan libertarios y son los mayores esclavistas sociales que
incrustan en la mente de los niños su idea de lo que debe ser, por ejemplo, la
ideología de género con actitudes vergonzosas entre niños que nunca les
hubieran venido a la cabeza de no ser por la ponzoña antifamiliar que quieren
introducirnos. Destructores de la familia, sabedores que es ahí donde se ayuda
a madurar y respetar la libertad del individuo y eso es lo que no quieren.
Si el
texto distópico más influyente del siglo XX “1984” de George Orwell, con su pesadilla totalitaria de una policía
del pensamiento, suscitó en muchos analistas paralelismos entre la sociedad
actual y el de 1984. Si “Un mundo feliz”
de Aldous Huxley, nos manifestaba que el placer es la principal herramienta de
control de una sociedad, y si “El circulo”
de Dave Eggers, nos dirige a un futuro digital omnipresente e invasivo. La
España distópica de 2016, con una educación bajo mínimos, una invasión digital
sin precedentes, una entrega total a lo que dicen los medios y una capacidad de
justicia que deja mucho que desear, nos lleva, si no le ponemos remedio, a una
frialdad social que acabará anulando la voluntad y la vitalidad del ser humano.
José Antonio Puig Camps. AGEA Valencia (Dr.
Ingeniero y Sociólogo)
http://josantoniopuig44.blogspot.com.es/
Twitter: @JapuigJose