Mi frase




MI Frase
"Cuando la vista se cruza con el deseo, haz que impere la razón".
(José A. Puig)





sábado, 18 de diciembre de 2021

EL GRITO

 

“El grito”, es el cuadro más famoso del pintor noruego Edvard Munch. Su fuerza expresiva es un antecedente del movimiento expresionista. Su iconografía presenta, en primer plano, a una figura andrógina con un gesto de angustia que transmite gran expresividad y fuerza psicológica. Una figura que al verla nos hace comprender la desesperación de ese grito, un gesto claro de pena, sufrimiento y tristeza. Es la imagen misma de la desolación humana, la angustia existencial del hombre moderno. Una angustia que fue referente en el siglo XIX y XX como icono del existencialismo con sus inspiraciones teóricas desde Kierkegaard hasta Jaspers, Heidegger y Sartre. Una angustia que fue dejando paso con el tiempo a otro término, el de la depresión. Esa sensación de miedo ante elementos de la vida cotidiana que lleva a un trastorno mental del estado de ánimo.

Gritamos al comienzo de nuestra vida porque es la única forma de plantarnos en el mundo como alguien que existe y que necesita de los demás. Cuando entramos en el extraordinario mundo del lenguaje, ya no necesitaríamos de los gritos para comunicar que algo nos hace falta, solo que haya alguien que nos escuche para obtenerlo, aunque lo cierto es que nuestras necesidades comienzan a ser más complejas. Necesitan el reconocimiento de los otros para que nos ayuden a superar una situación difícil por la que se está atravesando y que está más allá de las palabras. El grito, entonces, se convierte en esa manera de expresar lo inexpresable. El grito es, ante todo, una expresión de necesidad, un SOS, un aviso, para que otros reconozcan nuestras carencias y las atiendan. Pero, cuando la persona que está viviendo un auténtico infierno, cuando ese grito no es reconocido, y su entorno prefiere mirar hacia otro lado, aparece la depresión mayor cuyo factor de riesgo es el suicidio.

Mientras el coronavirus devoraba cientos de miles de vidas al día, otra pandemia silenciosa, la de la salud mental, avanzaba sin piedad. El impacto de la Covid, según el estudio de la revista “The Lancet”, en la prevalencia de la depresión y la ansiedad en la población mundial aumentó un 25% en 2020. Son los gritos sin voz del horror que se sufre y que actualmente tienen pocos que lo interpreten. Así lo ha vivido Verónica Forqué, una actriz que pidió ayuda a gritos durante años. Su cuerpo no aguantó más y el final fue catastrófico: el suicidio. Un problema de salud pública importante, y en gran medida prevenible. Prever, advertir, fijar en la persona la atención de que algo no va bien, y no mirar hacia otro lado. La actriz de sonrisa perenne había perdido las ganas de reír. Pero detrás de su bonita sonrisa y sus ganas de hacer reír a la gente se escondía un ser extremadamente sensible que no había tenido una vida tan fácil como muchos creíamos. Su sonrisa no dejaba escuchar el grito de su depresión que la llevó a un final anunciado.

José Antonio Puig Camps. (Dr. Ingeniero Agrónomo y Sociólogo)

Presidente Grupo de Estudios de Actualidad Valencia (AGEA)

Publicado 18-12-2021

lunes, 6 de diciembre de 2021

EXTERMINIO DE LO SAGRADO

 

Los conceptos sagrado (aquello que inspira veneración y respeto) y profano (lo irrespetuoso o irreverente con las cosas sagradas), son adjetivos que califican una forma de proceder en la vida. Lo sagrado lo consideramos defendido por prohibiciones que forman parte del orden social, consolidan los valores éticos de la colectividad y consideramos inviolables. Lo sagrado ha sido considerado por sociólogos, filósofos y teólogos como una característica de lo religioso. Así, Emile Durkheim en su obra “Les formes élémentaires de la vie religieuse” lo considera un rasgo distintivo del pensamiento religioso. Roger Caillois en “El hombre y lo sagrado”, señala firmemente que toda religión es una confrontación entre lo sagrado y lo profano. Para Henri Hubert,  la religión es la administración de lo sagrado. Por su parte, San Agustín en “La ciudad de Dios” se refirió como profano a los que vivían fuera de la Iglesia (o templo) y los fieles los que vivían dentro, como un anticipo de aquella otra eterna ciudad en que habitan los bienaventurados.

El concepto de profano deriva de una noción latina que puede traducirse como “delante del templo”. Lo profano, por lo tanto, es aquello que no está dentro del templo: es decir, que no forma parte de lo sagrado o de lo religioso. Cuando lo profano, como lo  irrespetuoso o irreverente con lo sagrado, está dotado de un dinamismo para alzarse contra lo sacro con la intención clara de hacer daño se transforma en profanación. Es el uso insensato, insolente o agravio de cosas, objetos, edificios/instituciones o, incluso personas a las cuales se considera como sagradas, importantes o dignas de respeto. Es lo que está sucediendo en nuestra sociedad, el olvido de aquello que es sagrado y el intento malévolo de destruir lo que es considerado digno de veneración u objeto de culto. Es la crisis del mundo actual y la pérdida del sentido de lo sagrado. El exterminio o desaparición de lo divino. Es cuando el dedo apunta a lo divino, a lo eterno y solo miramos el dedo.

Se alcanza este extremo cuando la persona pierde la capacidad de interrogarse sobre lo que constituye el mayor bien para sí y su comunidad. Cuando se incapacita para responder a las preguntas fundamentales, contenidas en los preceptos filosóficos y religiosos. Cuando se debilita toda referencia religiosa. En Occidente el proceso de secularización ha tendido a reducir la fe religiosa al ámbito de lo privado. El pensamiento secularista, que lo reduce todo a una dimensión intraterrena, ha negado la trascendencia, debilitando el sentido de pecado y de responsabilidad personal y social en los actos. También ha reforzado el relativismo, diluyendo la idea de que existen normas morales objetivas, válidas para todos. Así pues, parecen ser los peores tiempos para el efímero siglo XXI, donde como decía el teólogo católico William Cavanaugh la modernidad ha producido una “migración de lo sagrado”.

José Antonio Puig Camps. (Dr. Ingeniero Agrónomo y Sociólogo)

Presidente Grupo de Estudios de Actualidad Valencia (AGEA)

Publicado 06-12-2021

lunes, 22 de noviembre de 2021

LA ASTUCIA

 

El astuto o “el que va de listo”, es un perfil de persona especialmente hábil para engañar a otros o evitar que la engañen, y capaz de lograr su objetivo por medio de una maquinación, treta o ardid. Ser astuto no implica inteligencia ni sabiduría necesariamente, tan solo es una hábil manera de beneficiarse o de conseguir una meta a costa del engaño del prójimo, algo similar a la relación que en ocasiones se da en el mundo animal entre un parásito y un anfitrión. Es una habilidad innata y se desarrolla a lo largo de la vida. La perspicacia, la capacidad para poder ver los detalles que para otros no son importantes, al igual que la sagacidad, con la que se pueden entender con facilidad problemas, intensifican a la astucia, haciéndola más eficaz. En resumen el astuto es un tipo de persona centrada sobre todo en metas a corto plazo, es especialmente hábil para engañar y no suele crear nada, simplemente maneja y manipula la realidad en la que vive para su propio beneficio.

Sin embargo, ser astuto no siempre es negativo, si bien hay personas astutas que se aprovechan de sus habilidades para engañar y estafar a otras personas, también hay personas astutas que aprovechan sus habilidades positivamente para lograr sus metas y progresar en la vida sin aprovecharse de otros. La astucia fue referida por Jesucristo en la parábola del administrador astuto (Lc 16, 1-13), donde nos hace ver que “los hijos de este mundo son más astutos con los de su generación que los hijos de la luz”. Está poniéndonos en evidencia la necesidad de que las personas que viven en actitud de servicio desinteresado a los demás (“hijos de la luz”) sean también astutos. Una astucia que defienda nuestras posturas, creencias, virtudes y valores, sin permitir fraude alguno. Que nos lleve a postular nuestras ideas o principios, con la motivación necesaria y suficiente para que sepamos actuar ante los “hijos de este mundo”. Pero con la diferencia de hacerlo con sagacidad e inteligencia capaz de crear soluciones a los problemas de forma eficiente, práctica y sin necesidad de recurrir al engaño.

Lo malo es cuando la sociedad no valora en profundidad el engaño sufrido y solo lo considera como algo intrascendente, vulgar o de poca importancia. Es la banalidad del mal. Una frase de Hannah Arendt que reflexiona sobre la complejidad de la condición humana, al acatar esas acciones fraudulentas, y alerta de que es necesario estar siempre atento y evitar que ocurran. Cuando una sociedad acepta lo inaceptable, las ideologías pierden todo pudor. Y así lo que hasta hace pocos años no podía ser dicho o hecho por alguien, sin el riesgo de perder el respeto de todo el mundo y su propia dignidad, hoy puede ser expresado con toda crudeza por algunas autoridades políticas y permanecer impune. La astucia embustera amortaja el genio y la visión de la realidad en el ciudadano de buena fe. Es de imperiosa necesidad despertar ante tanta inmundicia y ser más sagaz que el taimado embustero.

 

José Antonio Puig Camps. (Dr. Ingeniero Agrónomo y Sociólogo)

Presidente Grupo de Estudios de Actualidad Valencia (AGEA)

Publicado 22-11-2021