Mi frase




MI Frase
"Cuando la vista se cruza con el deseo, haz que impere la razón".
(José A. Puig)





miércoles, 22 de marzo de 2023

LA CULTURA DE LA INMEDIATEZ

La cultura de la inmediatez es un término que se ha ido formando a partir de la revolución digital promovida por las nuevas Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC).  Esta inmediatez ha desarrollado en la sociedad conductas tales como la hiperconectividad tecnológica y el deseo constante de gratificación momentánea, aquello que nos permite obtener un beneficio o recompensa sin dilación. Una situación que nos hace vivir en un mundo volátil cuyas características son la fragilidad del individuo y la acelerada caducidad de las cosas. La veloz sucesión de los acontecimientos nos impulsa a sobrevivir en un entorno siempre cambiante al que nos tenemos que adaptar, perdiendo la forma en que consideramos las cosas e impidiendo distinguir entre lo bueno y lo malo, lo valioso y lo vulgar, lo meritorio y lo reprensible. Lo único que pesa es un presente efímero que nos arrastra a una situación carente de seguridad y preñada de incertidumbres. El tiempo es básicamente el presente, desdeñando el pasado que nos traba y el futuro como incierto.

Esta fugacidad no es solo un efecto virtual y tecnológico, también lo vemos en las formas de satisfacción más cotidianas (comida rápida, viajes apresurados, acumulación de aparatos con tecnología diversa…). Que se transforman en incomodidad o fastidio, y en creación de patologías propias por esa irritación: cuadros de estrés, actos violentos e incluso accidentes. Es una nueva relación del sujeto de este nuevo tiempo hiperactivo en el que la espera parece una pérdida insoportable. Esta prisa que nos embarga favorece la anulación del tiempo para discernir y pasamos de mirar algo que se presenta con un carácter de deseo o propuesta al de concluir sin interrupción alguna. La función psicológica de la espera en oposición a la prisa se quiebra y no permite la reflexión tan necesaria para una elección adecuada. Esa prisa por disponer de lo último, lo mas moderno o chic, no hace más que reforzar la insatisfacción, al haber eliminado el intervalo necesario para el disfrute entre una versión y otra. Esperar entre objeto y objeto ayuda a valorarlo y renovar el deseo, en lugar de asfixiarlo.

Mientras que lo sólido conserva su forma y persiste en el tiempo, lo liquido es informe y se transforma constantemente. La modernidad liquida, como categoría sociológica, es una figura de cambio y de la transitoriedad. La metáfora de liquidez fue propuesta por el sociólogo de origen polaco Zygmunt Bauman (1925-2017) que intenta también dar cuenta de la precariedad de los vínculos humanos en una sociedad individualista y privatizada, marcada por el carácter transitorio y volátil de sus relaciones. El amor se hace flotante, sin responsabilidad hacia el otro, se reduce al vínculo sin rostro que ofrece la Web. Surfeamos en las olas de una sociedad líquida siempre cambiante –incierta– y cada vez más imprevisible, es la decadencia del Estado del bienestar. Un tiempo regido por los hábitos del consumismo inmisericorde y el falso sueño de la búsqueda de la felicidad a corto plazo y a cualquier coste. “Hemos cambiado el foco de construir los cimientos del poder de la sociedad sobre la naturaleza a todo lo contrario: a la cultura de la inmediatez, del placer, de la individualización... a identificar la visión de la felicidad con el aumento del consumo...” ...  -  Zygmunt Bauman 

Es muy posible que ya no sea nuestra sociedad liquida, sino que haya pasado a volátil, donde lo instantáneo y la celeridad es la manera en que la sociedad moderna vive su tiempo. Una civilización donde: los lazos sociales son cada vez más débiles, el desprecio al adversario más descubierto, la posverdad más invasora, la razón deja paso a las emociones y el debate riguroso al ataque inmisericorde de las descalificaciones como armas usuales de controversia. Vemos como en este mundo están haciendo agua desde los Estados a las familias, pasando por los partidos políticos, Gobiernos que ya no mandan, los puestos de trabajo que antes nos daban seguridad y que ahora no sabemos si durarán hasta mañana. El mundo está inmerso en lo que se ha venido a llamar la cuarta revolución industrial y en una disrupción tecnológica que junto con indudables avances también está produciendo intensos desafíos de todo tipo: sociales, económicos y, por supuesto, personales. Una sociedad en la que la incertidumbre por la vertiginosa rapidez de los cambios ha debilitado los vínculos humanos.

 

José Antonio Puig Camps -Doctor Ingeniero Agrónomo y Sociólogo

A mi madre. Publicado 22-03-2023