Mi frase




MI Frase
"Cuando la vista se cruza con el deseo, haz que impere la razón".
(José A. Puig)





lunes, 26 de diciembre de 2016

LOS DEBERES: AMENAZA O FORTALEZA



¿Las tareas diarias que realizan los niños al salir del colegio son excesivas? Este es un tema que lleva años debatiéndose y tiene enfrentados a padres y centros escolares desde hace tiempo. La Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos (CEAPA), critica que en los últimos años se haya incrementado el tiempo que los menores han de dedicar en casa a realizar las tareas escolares. Por otra, la Confederación Católica Nacional de Padres de Familia y padres de Alumnos (CONCAPA), considera que no se puede alentar a las familias a no respetar y cumplir las normas educativas, entre las que se encuentran los deberes.
¿Es cierto que en España los deberes extraescolares son negativos para los niños? Para poder dar una respuesta racional veamos, en términos generales, lo que hacen en otros países. En Finlandia (líder europeo en educación), los niños dedican, como mucho, 30 minutos diarios a los deberes. En España llegan a estar hasta tres horas. España, junto a Rusia y Alemania, sigue la tradición enciclopédica donde al exceso de lecciones discursivas y una gran carga de horas lectivas hay que sumar las tareas de propina en el hogar. Total, para cosechar unos resultados muy mediocres. En el modelo anglosajón, con clases mucho más ligeras y mayor autonomía de los estudiantes a la hora de elegir su itinerario académico, apenas ha calado la controversia, pero los gobiernos suelen recomendar que no falten los deberes. Aunque sus resultados tampoco son para tirar cohetes, ni Gran Bretaña ni Estados Unidos pueden presumir de las calificaciones de sus adolescentes según el informe PISA, aunque luego sus universidades marcan la diferencia.
Los modelos más exitosos son el escandinavo y el del sudeste asiático. El primero apenas da importancia a los deberes (aunque los hay), el segundo es tan competitivo que los alumnos necesitan apoyarse con academias privadas para hacer frente a los trabajos extraescolares que exigen, convirtiéndose en una doble jornada agotadora para los estudiantes. Ambos modelos muy distintos, en cuanto a la exigencia y tipo de deberes, pero con unos resultados extraordinarios. Esta situación nos debería plantear un cambio de pregunta, ya no, si se deben o no poner deberes para casa, sino, sí  pueden ser los deberes por exceso o por defecto un factor determinante.
La lista de argumentos a favor de la reducción drástica de los deberes no ha dejado de crecer en los últimos años. El ejemplo de países como Finlandia, Japón, Dinamarca o la República Checa, donde los maestros suelen asignar pocos deberes a sus alumnos, ha espoleado esta reclamación. Sin embargo, los deberes no deben ser vistos como los responsables de los males infantiles, posiblemente se debería considerar la cantidad o el exceso de esos trabajos para casa, pero no su drástica eliminación.
Todos los excesos son malos, pero dosificar adecuadamente los deberes según la edad permitirá al niño crear hábitos de trabajo que promuevan su autonomía y conecten el contexto escolar con la vida en familia. Actividades intelectuales como la lectura, la creación artística, los comentarios a textos…todo ello, según Tomás Andrés Tripero (profesor de Psicología del Desarrollo U.C.), favorecerá la concentración, fundamental para el desarrollo neurológico y cerebral. Una carga desmesurada, es contraproducente pues el niño puede verse abrumado y desbordado. De esa manera, el estudio se convierte en algo terrible y desconcertante, en vez de en una aventura de descubrimiento y placer.
Los deberes deben ser tareas atractivas vinculadas a la realidad del mundo, que ayuden a los niños a reafirmar el aprendizaje que no se haya consolidado en horario escolar o profundizar y ampliar lo que se haya aprendido. Unas tareas inútiles, pesadas y faltas de coherencia son interpretadas como un castigo y no como un aprendizaje. Hay que tener en cuenta que los deberes también sirven para que los padres se enteren de lo que hacen sus hijos, estableciendo con ellos una relación de colaboración y complicidad. Los niños, a su vez, ven que a sus padres les preocupa lo que hacen en la escuela y que se implican en sus problemas. Es así como una amenaza (los deberes),  puede convertirse en una fortaleza en las relaciones familiares.


José Antonio Puig Camps. AGEA Valencia (Dr. Ingeniero y Sociólogo)
Twitter: @japuigcamps
Publicado 26-12-2016

viernes, 9 de diciembre de 2016

VOLVER A CONECTAR CON DIOS



Los cambios, profundos y acelerados, que rápidamente se extienden por el universo entero, son fruto de la inteligencia y el dinamismo creador del ser humano. Unos cambios que han producido en nuestras vidas una verdadera metamorfosis social, cultural, política y económica que, irremediablemente, ha repercutido en la vida religiosa. Una vida que a los largo de los años ha sido abandonada por todos los humanos, olvidándonos de aquellos principios y valores que permitieron conseguir un mundo más civilizado. De esta forma, el mundo moderno aparece a la vez poderoso y débil, osado y cobarde, capaz de lo mejor y de lo peor. Un mundo que, ante la falta de fe y esperanza, nos está dirigiendo al precipicio de la ignominia. El ser humano ha dado la espalda a Dios, y un mundo sin Dios es un mundo sin esperanza.
En la mitad del siglo pasado el espíritu secularizador asumido por los gobiernos descristianiza Europa con sorprendente rapidez, y el nuevo siglo XXI se podría definir cómo post-cristiano. La mayor evidencia de nuestra condición post-cristiana es que en pocas décadas hemos cambiado de una religión de credos confesionarios a la espiritualización de necesidades personales. Unas necesidades egoístas que podríamos calificar como enfermedad del alma. Una enfermedad que San Juan Pablo II, en su Exhortación Apostólica “La Iglesia en Europa” -28 junio 2003-, define como enfermedad terrible de nuestro tiempo que no es otra cosa que la pérdida del gusto por vivir, que nos ha llevado a una pérdida de la memoria y de la herencia cristiana. Una vida sin Dios que lleva, a un vacío interior y pérdida del sentido de la vida; a un dramático descenso de la natalidad en el Viejo Continente Europeo; a una resistencia o rechazo claro para tomar decisiones positivas en favor del derecho a la vida de otro ser humano; a no reconocer los valores del matrimonio y la familia…, y donde se pretende disfrazar de progreso la solución laicista para muchos de esos problemas.
Los padres de Europa, responsables del impulso inicial de la aventura europea, como Robert Schumann, Konrad Adenauer y Alcide De Gásperi -entre otros-, fueron hombres católicos que establecieron las bases de la construcción europea, y que apoyaban un proyecto del destino de Europa hacia un humanismo que conforma las raíces cristianas, históricas y culturales. Sin embargo, el intento de introducir explícitamente el término “raíces cristianas” en la discusión de lo que debería haber sido la Constitución de la Unión Europea, no tuvo lugar en ese texto. Sin ese cristianismo que ha contribuido poderosamente a la configuración de Europa y que le dio su auténtica grandeza, ¿Qué queda, afirman muchos, sino desesperanza en los corazones y nihilismo en el pensamiento? ¿Acaso podría siquiera hablarse en el mundo de democracia y de derechos humanos universales sin la matriz cristiana que los generó?
Preguntas que van teniendo respuesta cuando vemos actuaciones y declaraciones que avivan la presencia de Dios. La primera ministra de Alemania Ángela Merkel, en su visita a la Universidad de Berna –Suiza-, indica oficialmente que Europa necesita volver a sus raíces y conectar con Dios y la Biblia para sortear la crisis actual de la inmigración, que tiene contornos religiosos. El aumento de población musulmana, debido a la inmigración, está causando que muchos europeos que antes eran solo “culturalmente cristianos” estén empezando a sentir el cristianismo como una seña de identidad. Si antes había un gran consenso en que la religión debía quedar al margen de la vida pública, cada vez más voces defienden ahora lo contrario. Por otra parte, ya hay estudios que demuestran contundentemente que las minorías cristianas se están haciendo más activas y reivindicativas. Este fenómeno muestra claramente que los cristianos en Europa están volviendo a una situación estructuralmente parecida a la de los primeros siglos: una Iglesia minoritaria y perseguida con una profunda fe que además da a sus miembros sus señas de identidad.

José Antonio Puig Camps. AGEA Valencia (Dr. Ingeniero y Sociólogo)
Twitter: @japuigcamps
Publicado 08-12-2016

miércoles, 23 de noviembre de 2016

EL CAMINO DEL AMOR



“La falta de amor es la mayor pobreza.” Esta frase, de la madre Teresa de Calcuta, me ha venido a la cabeza cada vez que escucho, veo o leo la multitud de casos de desamor que empañan la convivencia de las personas. Constatar el tremendo sufrimiento que la pobreza espiritual y material causa a nuestra sociedad global debe hacer reflexionar a cada uno de nosotros. Pero debe ser una reflexión que nos llegue a lo más profundo de nuestros corazones: ¿Cómo puedo seguir viviendo sin dar al prójimo parte de ese amor tan grande que he recibido?
El amor como valor es el único que considera la esencia del bien y del mal. El amor es intangible. El amor nos da paz, tranquilidad, alegría y por ende un bienestar en el ser humano. El amor hace que actuemos en continua locura. Pero para alcanzarlo debemos de partir del amor a sí mismo. Este es el punto de partida desde el cual una persona encuentra el propio respeto a sí mismo y, en virtud de ese respeto, se relaciona con el prójimo; un amor que nos hará sentirnos capaces de compartirlo y, consecuentemente, de hacer brotar un amor como ofrenda y con la capacidad de corresponderle saliendo de nosotros mismos como deudores del amor. A medida que vamos cubriendo esa deuda, la caridad se hace respuesta en nosotros y rompe el egoísmo y la agresividad propia del desamor.
Para estar verdaderamente vinculados al amor, éste, no debe ser considerado como una actividad o servicio, sino que debe ser toda nuestra persona la que se entregue y ame; un amor que nos obliga a responder de manera omnímoda y nos llevará al amor oblativo que es la perfección en el camino del amor, que empieza por el amor a sí mismo, después por amar a los otros como nos amamos a nosotros y, finalmente, amar a todos, también a los enemigo, y amar hasta dar la vida. Podemos decir que son los distintos caminos del amor que llevan al ser humano a amar incondicionalmente. Es en definitiva la gracia que Dios nos regala para amar a su estilo.
Pero todo camino encuentra obstáculos que debemos saber sortear para llegar al amor incondicional: la soberbia, el egoísmo, la agresividad,…, son obstáculos que nos impiden amar y ser amados. Es importante meditar cada día sobre nuestros comportamientos si queremos solucionar las espinas que vamos dejando en nuestro recorrido. No somos perfectos, sin embargo en un mundo tan perfectamente imperfecto, la mayor parte de la gente ha tenido que aceptar que perfecto no siempre significa sin defecto. La forma en que medimos la perfección está directamente unida al amor con que miramos a la gente. Como dice, en su “Canto espiritual”, Joan Maragall: "Hombre soy, y es humana mi medida para cuanto pueda creer y esperar. Si mi fe y mi esperanza, aquí se quedan, ¿haréis de esto una culpa, más allá?
El tema de la perfección cristiana, como unión sobrenatural o espiritual con Dios, es un asunto teológico tan volátil que la mayor parte de los predicadores rehúsa aventurarse a tratarlo, el alcanzarlo ya no dependerá de nosotros sino de la gracia de Dios. En este mundo tenemos una perfección relativa compatible con la presencia de las miserias humanas y pasiones rebeldes. Reconocernos imperfectos es un acto de humildad, un camino que nos tiene que mantener alerta ante los obstáculos que vamos encontrando en nuestra vida. Más aun, conocer como somos, nos permite redimirnos del dolor que puede causar nuestra imperfección en el entorno próximo en que vivimos y darnos cuenta de todo lo que nos falta para seguir ese camino de entrega y de amor.
San Pablo, en una carta a los Corintios (13:4), hace una magnífica exposición del amor: “El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad.” Lo contrario del amor, no es el odio, es el miedo a amar. Si no estás acostumbrado a ser amado, serás incapaz de amar, serás incapaz de abrir tu corazón a los demás encerrándote en ti mismo y, cómo consecuencia, a no permitir conscientemente que te amen. Esto nos llevará a estar constantemente a la defensiva, a vivir con desconfianza, con miedo, y a vivir con la mayor pobreza: la falta de amor.

José Antonio Puig Camps. AGEA Valencia (Dr. Ingeniero y Sociólogo)
Twitter: @japuigcamps
Publicado 23-11-2016