En la campaña electoral de las elecciones generales de España de 2015 se hizo un único debate entre Mariano Rajoy y Pedro Sánchez. Una discusión donde el líder socialista, excesivamente agresivo, sacó a relucir la corrupción (caso Bárcenas) y le espetó: “Tenia usted que haber dimitido hace dos años. Si usted sigue siendo presidente, el coste para nuestra democracia será enorme. El presidente tiene que ser una persona decente y usted no lo es”. Rajoy, visiblemente enojado le dijo: “Yo soy un político honrado. Usted es joven y va a perder estas elecciones, pero de eso se puede recuperar uno. De lo que no se puede recuperar es de la afirmación ruin, mezquina y miserable que ha hecho usted aquí. Si tiene usted algo contra mí, lléveme a un juzgado”. Efectivamente Pedro Sánchez perdió las duodécimas elecciones y también las decimoterceras desde la transición a la democracia y las segundas con Felipe VI como rey, y la afirmación de Rajoy al aspirante siguen vigentes en la actualidad.
Hasta la fecha Pedro Sánchez no ha sido capaz de ganar elección alguna. Pero su sagaz maniqueísmo le llevó a la presidencia del Gobierno a través de una moción de censura el 1 de junio de 2018, apoyada en la sentencia del cuestionado juez De Prada. En ese año, Ábalos inicio su discurso al comenzar la moción de censura a propuesta del PSOE contra Mariano Rajoy estimulada por aquella sentencia del caso Gürtel. Su discurso fue tajante contra la corrupción: “La decencia debe ser algo esencial”. Un Ábalos que ahora se encuentra salpicado por la corrupción defendía la ejemplaridad. Su jefe también entraba en ese trapo con frases grandilocuentes: “Esta moción de censura, señorías, es consecuencia –y aquí se ha dicho por parte del diputado Ábalos-, es consecuencia de hechos gravísimos -insisto, hechos gravísimos- que de forma reiterada en el tiempo han ido sacudiendo a la opinión pública a golpe de imágenes que provocan bochorno, incredulidad e indignación”
Hechos gravísimos son los descritos por la Guardia Civil (UCO) a la vista del resultado inicial de su investigación sobre el llamado caso Koldo, que describen una corrupción a gran escala en el que señala y afecta, de una manera u otra, a Pedro Sánchez. Nadie sería capaz de hacer lo allí relatado sin su consentimiento. Vemos, en uno de los wasaps entre Ábalos y Sánchez, que cuando el primero informa a su jefe de la llegada de Delcy Rodríguez al aeropuerto de Barajas le responde: “bien”. Es su venia, al desembarco de ciento cuatro maletas y su entrada en España, estando prohibida por la UE. Dice Sánchez que lo ignoraba, pero al enterarse deberia haber actuado como su homologo Willy Brandt del SPD, que en 1974 tardó dos horas en dimitir de canciller, al enterarse que su secretario y mano derecha Günter Guillaume le había engañado al ser un espía de los servicios secretos de Alemania Oriental. Para dimitir se debe tener madera de líder y Sánchez carece de gentileza y honradez para serlo. Abandonemos toda esperanza de ello, también de que sus socios le abandonen, que es tanto lo que ERC, Bildu, Junts, Sumar y el PNV quieren seguir arrancándole a Sánchez que el desgaste por apoyarle no es comparable a lo que perderían si sale del Gobierno.
Sin embargo, el sanchismo está en pánico. No es para menos con la trama descubierta en la investigación de la UCO que compromete al Ejecutivo y al partido. Un informe con amplias ramificaciones que tocan a varios ministros, a la presidenta del Congreso, a un exdirector de la Guardia Civil que dio el chivatazo a Koldo de la investigación, socios de Aldama (cabecilla de la trama) que han revelado que llevaron “90.000 € en bolsas a la sede del PSOE”, licencias para operaciones, chalet, amantes, etc. Con este panorama es poco creíble mantener que dicha trama corrupta solo tenga como vértice a Ábalos. Sin embargo, la consigna de la Moncloa es de “cero preocupaciones”. Su confianza está en rebajar este suflé con el silencio de los implicados. Aunque son muchos los que piensan que el problema no es lo ya publicado sino lo que puede publicarse mañana.
Una PSOE que va de la “O” de obrero a la “O” de omertá, ¿Podrá callar Víctor Aldama, factor común de todos los escándalos, que vendió las mascarillas, acompañó a Delcy, Ábalos y Koldo en el desembarque de maletas y que ya está en la cárcel? El fango de la moción de censura y su trama corrupta permite decirle a Pedro Sánchez que un presidente tiene que ser una persona decente y usted no lo es. Su legado será un coste enorme para la democracia en España, atrapada en corrupción, mentiras y amistades peligrosas.