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MI Frase
"Cuando la vista se cruza con el deseo, haz que impere la razón".
(José A. Puig)





domingo, 12 de febrero de 2023

LA IGNORANCIA

 

Una de las tendencias recientes más chocantes en las ciencias sociales es “el descubrimiento de la ignorancia”. Si durante mucho tiempo nos han estado comiendo el coco diciendo que vivimos en la “sociedad del conocimiento”, hoy también podríamos decir que lo hacemos en una “sociedad de la ignorancia”, la cara oscura de la anterior. Es cierto que gracias a la tecnología vivimos en una Sociedad de la Información, pero es discutible que ello nos lleve a una Sociedad del Conocimiento sino todo lo contrario. Las mismas tecnologías que hoy articulan nuestro mundo y permiten acumular saber, nos están convirtiendo en individuos cada vez más ignorantes que nos lleva a una Sociedad de la Ignorancia, fundamentalmente por la acumulación exponencial de la información y la falta de conocimientos para acceder a ella. La idea que este artículo recoge es que tanto las teorías sociales como las percepciones sociales muestran que en las sociedades actuales desarrolladas se han transformado los campos de ignorancia (que han crecido al mismo tiempo que los campos del conocimiento), lo que tiene consecuencias tanto en la estructura de la sociedad y en los sentimientos de confianza en el interior de esta, como en sus riesgos.

La ignorancia humana se define como la falta de conocimiento acerca de una materia o un asunto. Pero que puede superarse reconociendo que somos ignorantes. Sin embargo, la ignorancia deliberada, un concepto estrictamente jurisprudencial, define una situación tal de quien pudiendo y debiendo conocer la naturaleza del acto, se mantiene en una situación de no querer saber. Así pues, el desconocimiento evitable, derivado de la indiferencia, no es un error, y no puede provocar una descarga de la responsabilidad. No puede errar aquél que no tiene interés en conocer. El asumir nuestra ignorancia es siempre un acto de humildad que lleva a la sabiduría, de lo contrario tenemos a los ignorantes ensoberbecidos, dispuestos siempre a suplir su falta de conocimiento con ese orgullo ciego y sordo que desprecia las razones del otro y se amuralla en su propia vacuidad.

Los gobernantes o los responsables de tomar decisiones deben ser conscientes que lo hacen bajo condiciones de incertidumbre y sufren, entonces, una ignorancia inevitable. Una indecisión que pueden atenuar si se esfuerzan en informarse debidamente sobre el problema a los cuales se enfrentan, de no hacerlo es ignorancia deliberada que debe ser considerada como un acto doloso. Actos asumidos por el Ejecutivo gobernante al aprobar leyes indeseadas que sin consultas previas y con una rapidez inusitada están llevando a la sociedad a situaciones de difícil reparación. Su arrogancia es tal que son capaces de llegar a pifias del gasto público tales como la de los trenes de Cantabria-Asturias comprando 31 trenes (unos 200 M€) que luego no caben por los túneles. Aristóteles decía que “el ignorante afirma, el sabio duda y reflexiona”. Al evaluar hoy el nivel de ignorancia de nuestros dirigentes políticos está resultando descorazonador. Y como decía Josep Plá “y todo esto… ¿quién lo paga?”.

Pero claro, la ignorancia en política se ha convertido en una especie de virtud en base a una proclama: política sin complejos. Confundimos la honestidad, que, si es una virtud, en la vida pública o privada, con una supuesta espontaneidad disfrazada de sinceridad. Una cosa es que la esencia de la democracia resida en que todo el mundo tiene derecho, y el deber, de formar parte del gobierno de la cosa pública, y otra que premiemos al ignorante porque eso le hace parecer más cercano. La capacidad de dar espectáculo importa más que ser competente o ser coherente políticamente. Un político no debe hacernos gracia, debe hacernos pensar. No debe exaltar nuestras pasiones, debe hacernos sentir confianza. 

Una falta de conocimiento puede producir un exceso de confianza y creer que saben todo lo que hay que saber. Es el conocido síndrome o efecto Dunning-Kruger, un estudio que estableció que la percepción de las personas sobre su propia habilidad a menudo no coindice con la realidad. Así, las personas con bajo desempeño esperaban obtener resultados del 60% y obtuvieron un 38,4%. Sin embargo, el personal con alto desempeño esperaba obtener una puntuación del 75,6% y obtuvieron un 84,1%. De todas las personas que realizan una tarea concreta, las menos capacitadas creen que están muy preparadas para llevarla a cabo. Por el contrario, los mejores suelen confiar menos en sus habilidades.

José Antonio Puig Camps -Doctor Ingeniero A. y Sociólogo

Publicado 12-02-2023