Aún estamos llorando las muertes y el dolor por la terrible epidemia de la COVID, cuando la fatalidad ha vuelto a sacudir las vidas de muchas personas. Una tragedia, la DANA, que ha mostrado imágenes terribles de muertes y desolación sin paliativos. y que, en algunas regiones, como la valenciana, ha dejado más de doscientos muertos y aún varios desaparecidos. La gente vagaba por las calles y casas sin saber lo que hacer, pero la solidaridad ha hecho su aparición de forma inmediata en esas desoladas tierras donde se ha perdido, en muchos casos, todo lo que tenían, hasta las vidas. Son multitudes que han llegado para ayudar sin pedir nada a cambio, solo por el deseo de ser útiles y mostrar un poco de esperanza y empatía a miles de valencianos asolados. Frente a la entrega desinteresada de la ciudadanía, vemos la falta de sensibilidad de nuestros políticos. Es la solidaridad con su arrojo y entrega, frente a la ideología salpicada de ruindad y egoísmo. Es la esperanza frente al caos. Es la confianza frente a la confusión.
Por ideología no se aceptaron ayudas internacionales. Por ideología se ha mostrado una indolencia ante la tragedia que repugna. Lo hemos visto con el presidente del Gobierno al decir: “si necesitan mas recursos que los pidan”, o a la ministra de Defensa, Margarita Robles, “El ejército no puede hacerlo todo”. El colmo fue lo que escribió la ministra de Igualdad “este es nuestro momento”. Muchos valencianos nos preguntamos ¿el momento, para qué? ¿Será para provocar aún más la desesperación de la ciudadanía retrasando las ayudas y provocando un caos que destruya al rival político? A la vista de los hechos una piensa si la ideología ciega a los políticos. Es, por desgracia, un “déjà vu” de lo visto en la COVID, nadie asume la culpa. Pero esta situación tan caótica obliga a todos a unir fuerzas para atajar cuanto antes tantos destrozos, tantas heridas y tanto dolor. Es el momento de la solidaridad y no de la ideología interesada. Ya habrá tiempo para diagnosticar con calma y perspectiva lo que ha pasado y por qué, con un juicio ponderado.
Cuando uno escucha el relato del historiador Santiago Posteguillo en el Senado, testigo en primera persona junto a su pareja de lo sucedido aquella noche del 29 de octubre, queda realmente impresionado de lo allí vivido. Subieron por indicación de la hermana de su pareja a la terraza “Estábamos a unos 50 metros del barranco del Poyo y se está desbordando. No ha llovido en Paiporta y nadie ha avisado” .../... “Lo impresionante es que en 13 minutos había un torrente brutal de dos metros de agua sin control, arrastrando ramas, árboles, coches, todo. Se llevó por delante una nave industrial que estaba enfrente de nuestro edificio” …/... “Yo tuve miedo por la estructura del edificio. Seis horas sin parar de torrentera” …/… “Vimos a gente desaparecer en el agua. Nos acostamos sin luz ni agua pensando que, lógicamente, al amanecer estaría la Guardia Civil, estarían los bomberos, el Ejército. Pero al amanecer no había nadie. Si, había el cadáver en mitad de la plaza de una joven china” …/… “No vino nadie. Cae la noche. No viene nadie. Hay saqueos” …/… Se pregunta: “¿Cómo puede ser que en 48 horas no venga nadie?”.
Me asombra su frase: “Estábamos a unos 50 metros del barranco del Poyo y se está desbordando. No ha llovido en Paiporta y nadie ha avisado”. Por la semejanza con lo dicho por Mazón: “nadie avisó del caudal”. En efecto, la información conocida el 29 de octubre, día que la DANA arrasó varias comarcas, entre las 16,13 horas y las 18,43 horas la CHJ no remitió al CECOPI informe alguno sobre el caudal que bajaba por el Poyo. Claro que, en la intervención de Ribera en el Congreso dijo “no hubo ningún apagón informativo”, pero no especifico que los mensajes emitidos eran avisos de lluvia, no de caudales. Su pobre explicación fue un intento continuo de echar la culpa a la Generalitat y a su presidente. Pero cada vez resulta mas evidente la idea de que este desastre se podía haber evitado con aquellas obras de ingeniería ya programadas, y que, por ideología, y desidia calculada, quedó marginado aquel plan hidrológico.
No sé cuándo mi querida Valencia podrá recuperar su esplendor y alegría, pero lo que sí puedo decir es que esta región siempre ha sabido luchar sin acritud, con empeño, con valentía, para salir adelante al grito de “Amunt”. Con nuestro carácter perseverante supimos salir airosos de aquella DANA de 1957 que arrasó la capital valenciana con un saldo de 81 muertos. Céntimo a céntimo se construyó el “Plan Sur”, gracias al cual se desvió el rio Turia del centro de Valencia impidiendo que ahora se inundara. Aprendamos de lo sucedido y exijamos un buen plan hidrológico que llene de esplendor y bienestar a tanto municipio destruido. Que el agua sea un canto de alegría y no de desesperación, y que la ideología no obedezca a intereses particulares sino a ideas fundamentales.