La
ciencia nos muestra la importancia de prever los cambios para poder solucionar
los problemas que se derivan de ellos. Las modificaciones en los escenarios
constantes llevó, al meteorólogo Edward Lorenz, a reconocer lo que se denomina
comportamiento caótico en el modelado matemático de los sistemas
meteorológicos. Las pequeñas diferencias en un sistema dinámico, como la
atmósfera podría desencadenar enormes y, a menudo, insospechados resultados.
Ello le llevó a formular el Efecto Mariposa en su artículo, “Previsibilidad: debe el aleteo de una
mariposa en Brasil originar un tornado en Texas” presentado en 1972, dando luz
a un nuevo campo de estudio que afectó no solo a las matemáticas, sino
prácticamente a cada rama de las ciencias biológicas, físicas y sociales: la
Teoría del caos. Esta teoría asegura que pequeñas variaciones en las
condiciones iniciales de un suceso, pueden provocar grandes diferencias en el
comportamiento del futuro, siendo el resultado final imposible de predecir. Si
algo caracteriza al ser humano es la falta de previsión en sus actuaciones y
que, dado que la humildad no es precisamente una virtud que nos sobra, nos
resulta a menudo difícil reconocer y aceptar nuestros errores.
El
sentimiento de haber hecho lo incorrecto suele aparecer una vez se ha cometido
el error, dándonos cuenta que aborrecemos lo que hemos hecho. San Pablo ya lo
advierte en su epístola a los romanos: “Porque lo que hago, no lo entiendo;
pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago. Y si lo que no
quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena. De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino
el pecado que mora en mí” (Rm.7, 15-17). Aquí está la clave, reconocer la
existencia del mal en nuestro ser. Un mal que, en forma de egoísmo e
individualismo, anula la humildad al tener excesivo aprecio por nosotros mismos
y actuar según nuestro propio criterio. De esta forma ya no soy yo quien hace
las cosas, sino la ambición y el aislamiento que nos hacen incapaces de prever
nuestros devenires diarios. La suma de nuestros actos conforma la sociedad que
tenemos. Si somos conscientes de que nosotros mantenemos siempre una
interrelación con su medio social, no es necesario que haya conciencia de dicha
interrelación para que, sin embargo, ella estructure al propio individuo y no
al revés.
Sociedad
e individuo son factores indisolubles que en cada momento de la vida cotidiana
se entrelazan y se complementan, siendo la sociedad la extensión del individuo.
Cuando nuestros actos individuales quieren dominan a la sociedad, y ésta se
deja, estamos aceptando un comportamiento caótico donde el individuo está
estructurando a la sociedad. De llegar a este punto seremos reos de una
sociedad condenada. Los hechos indicativos de esta realidad los indica bien
claros la filósofa Ayn Rand en su famoso libro “La rebelión de Atlas”: “Cuando
adviertas que para producir necesitas obtener autorización de quienes no
producen nada; cuando compruebes que el dinero fluye hacia quienes no trafican
con bienes sino con favores; cuando percibas que muchos se hacen ricos por el
soborno y por influencias más que por su trabajo, y que las leyes no te
protegen contra ellos sino, por el contrario, son ellos los que están
protegidos contra ti; cuando descubras que la corrupción es recompensada y la
honradez se convierte en un autosacrificio, entonces podrás afirmar, sin temor
a equivocarte, que tu sociedad está condenada”.
Cuando
la autoridad de un país, en este caso España, llega a cotas de descrédito y de
incompetencia tan altas, como las mostradas en sus primeros cien días de
gobierno, es una señal clara de comportamiento caótico. Un gobierno que tiene a
dos ministros cesados, un presidente de gobierno mintiendo en sede
parlamentaria (al decir que su tesis doctoral estaba en la red para acallar a
su interpelante cuando solo estaba la ficha) y un ejecutivo que cae
continuamente en rectificaciones y contradicciones (la última la de las bombas a
Arabia Saudí que ha coloreado al más tonto). El descrédito que deja un gobierno
así es sorprendente. Este es un gobierno que quiere expandir el gasto, que quiere
ahogar con impuestos a una sociedad que se estaba recuperando de la maltrecha
situación en que la dejo otro gobierno socialista (Zapatero) y un gobierno
apoyado, por su escasa representación parlamentaria, con los votos de
independentistas, chavistas y batasunos, cuyo único interés es destruir España.
Si ante esta situación caótica el pueblo español y libre no se manifiesta, mostraremos
al mundo que es nuestro comportamiento el que ha merecido tanto descrédito. Un
comportamiento que dejara a nuestros hijos una herencia envenenada, una
sociedad condenada por el abuso de poder y la corrupción como los flagelos más
graves que azotan al mundo.
José Antonio
Puig Camps. AGEA Valencia (Dr. Ingeniero y Sociólogo)
Blog:
http://josantoniopuig44.blogspot.com.es/
Twitter:
@japuigcamps
Publicado 15-09-2018
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