Sabemos
que la muerte pone fin a la vida. Sabemos que la muerte es el final común de
todo ser viviente, aunque vivamos de espalda a ella. Un final que no es
aceptado por todos de la misma manera. La pérdida producida por la muerte es
siempre dolorosa. Sobrellevar la pérdida de un ser querido es uno de los
mayores retos que podemos enfrentar. Podemos ver la perdida como una parte
natural de la vida, pero aun así nos puede embargar el golpe y la confusión. La
muerte es lo único de lo cual tenemos certeza, y la esperanza del reencuentro
les sirve de consuelo a muchas personas. Pero no todos reaccionamos de la misma
manera a la muerte, echamos mano de nuestros propios mecanismo para sobrellevar
el dolor que ésta conlleva. Unos mecanismos que a través de los lentes
cristianos permiten ver la vida más allá de la muerte. Una muerte que sabe
darnos la lección más importante de nuestra vida: sobrellevar la pérdida
sufrida, dándole al dolor un color de esperanza.
Hace
pocos días tuve noticias de la muerte de un matrimonio, Xavier y Teresa, que viajaban
el día 15 por la mañana, festividad de San Isidro, en una furgoneta con sentido
a Soria. Conducía él y les acompañaba la madre de Teresa, cuando tuvieron un
choque frontal en su carril con un camión articulado que transportaba bebidas,
y rodaba en sentido a Madrid. Los tres fallecieron al momento. Los cuerpos de
las tres víctimas fueron rescatados del vehículo por los bomberos. La pareja
dejaba sin padres a seis niños entre 8 y 18 años. Estos son los hechos
lamentables en la vida de esta familia. Otros hechos son los que debemos tener
en cuenta, aquellos que la propia muerte nos enseña: su lección. En este caso,
la reacción que tuvieron sus hijos ante la muerte de sus padres y su abuela. El
hijo mayor, Javier Prats, subió al altar al terminar la misa por el eterno
descanso de las almas de sus padres y de su abuela, celebrada en la capilla del
Tanatorio La Paz (Alcobendas, Madrid) y pronunció unas palabras improvisadas
que emocionaron por su contenido y la entereza con que el hijo de 18 años, ante
una situación que muy pocos mayores son capaces de soportar, mostró a todos los
asistentes. Sus palabras estaban llenas de amor y se dirigieron primero a sus
padres diciendo: “Papá, mamá, sois increíbles, estamos orgullosos de vosotros.
Estamos preparados para salir adelante”. “Lo que nos enseñasteis no se va a
perder, lo vamos a poner en práctica siempre”. A sus hermanos les dijo: “Lo
estáis haciendo muy bien, nuestros padres nos prepararon toda su vida; nos han
transmitido unos valores y un enfoque de la vida que nos hace ahora estar
serenos y fuertes”. A los presentes les dijo: “Sé que mis padres han sido un
referente para muchos de vosotros, pero espero que lo sigan siendo”. Finalmente
lo que dijo resultó impresionante en un chaval de esa edad: “A Dios no hay que
entenderlo, hay que quererle”.
Pero
esta historia se complementa con la carta escrita por María, madre de José que
perdió la vida junto a su novia Belén, hace un año -9 mayo 2017- al
desprenderse una de las paredes del ascensor y precipitarse al vacío. Su carta,
otra lección de la muerte, la dirige a los hijos de Xavi y Teresa diciéndoles: Encontrarte
con la muerte de personas tan importantes, de esta manera es algo que te
destroza y que te provoca un enorme desconsuelo. Ellos se han ido con vuestra
abuela al cielo unos días después de haber vivido la emocionante graduación de
Javier y unos días antes de la comunión de Nico. ¿Quién puede comprender esto?,
¿cómo vais a digerir este episodio tan duro y tan inesperado? Este dolor va a
ser muy profundo y nadie os puede ahorrar ninguna de las lágrimas que vais a
derramar pensando en su ausencia física. Los creyentes vivimos el dolor con la
misma intensidad que las personas que no creen pero ese dolor, puesto delante
de Dios, tiene un color de esperanza. Vuestros padres ahora, os van a querer
como siempre, pero desde un lugar maravilloso en el que solo hay amor y bondad.
Estas
dos situaciones son solo ejemplo de otras muchas más donde la muerte se ve con
otros ojos. Con los ojos que muestran la muerte como la antesala del Cielo. Así
es, como estas dos familias han sido capaces de ver la pérdida de sus seres
queridos, no como un fin, sino como el principio de una nueva existencia, donde
el amor y la bondad permanecen. Nuestra sociedad vive de espaldas a la muerte,
como si morirse fuese algo ajeno, algo que no tuviera nada que ver con
nosotros. Si alguien intenta hablar de sus inquietudes al respecto es fácil que
se le considere raro, morboso, o en cualquier caso inoportuno. Esta tendencia
social a eludir todo lo referente a la muerte, intentado quizá liberarse de
ella, deja a menudo muy solas a las personas que viven una situación de duelo. Pero
la muerte nos muestra, a través de los casos narrados, una actitud de
esperanza, de sosiego y de paz. La muerte nos da una lección de cómo
enfrentarnos a ese ineludible final, no es valor, pues el valor no es la
ausencia del miedo, es hacer lo correcto ante la presencia de Dios.
José Antonio
Puig Camps. AGEA Valencia (Dr. Ingeniero y Sociólogo)
Blog:
http://josantoniopuig44.blogspot.com.es/
Twitter:
@japuigcamps
Publicado 27-05-2018
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