Hace
pocas fechas estábamos inmersos en las fiestas navideñas y todo lo que en ellas
acontecía: obsequios, agasajos, reuniones familiares y de empresa,
felicitaciones, etc. Un gran barullo de acontecimientos donde las risas y las
despreocupaciones reinaban por doquier. En una de esas reuniones, una señora
entregaba un regalo a uno de los presentes, un joven de unos veinte años que lo
tomó con una sonrisa esplendida y dándose la vuelta se dirigía a otro lado para
abrirlo. En ese momento, la joven que le acompañaba le dijo: supongo que le has
agradecido el detalle que ha tenido contigo; el joven la miró con seriedad, y
dijo: ¿para qué?
Ese
desdén en su contestación me hizo pensar en lo poco agradecidos que somos, y lo
mucho que nos cuesta mostrar gratitud por algo recibido. Ese “¿para qué?”, del
joven, en respuesta a la pregunta hecha por la joven acompañante, mostraba a
las claras que para él, y por desgracia para otros muchos, dar las gracias por
aquello recibido, sin ninguna obligación por parte del que lo da, no servía
para nada. Ese no servir para nada, o nada va a cambiar por ser agradecido, es
en psicología una indiferencia aprendida, un comportamiento pasivo, con la
sensación subjetiva, de que no vale la pena responder a pesar de las
posibilidades reales de que tu acción haga cambiar situaciones aversivas. La capacidad
de experimentar el agradecimiento, es una parte de nuestro carácter que siempre
puede mejorarse si lo practicas (Martin Seligman).
El ser
agradecido es una asignatura pendiente que debemos recuperar cuanto antes. Es
una actitud y un hábito de vida que enriquece al ser humano, es el sentirse
bien sin que haya sucedido nada extraordinario. Debemos encontrar, en las
vivencias de cada día, motivos de agradecimiento y bienestar por lo que
recibimos pues, al hacerlo, observaremos un cambio de perspectiva que puede
desembocar en un gran cambio de consciencia.
Ser agradecido es tener la capacidad de apreciar todo lo que tenemos, ya
sea tangible o intangible. San Josemaría, siempre decía que hay que dar gracias
a Dios por todo, también por los beneficios desconocidos, los que el Señor le
hubiera hecho y no alcanzase a ver.
¡Cuántos
beneficios desconocidos obtenemos cada día!, sin embargo, no le dedicamos unos
minutos a ser conscientes de tanta gratitud perdida. Uno de los hábitos comunes de las personas
felices es el de empezar el día dando gracias por pequeñas cosas para generar
una actitud dichosa para el resto de la jornada. Arthur Ward, decía: sentir
gratitud y no expresarla es como envolver un regalo y no entregarlo. ¡Cuántos
regalos hemos dejado sin dar! El agradecimiento no debe de ser un acto de
cortesía, pues si así lo hacemos será solo una palabra que se dice y luego se
olvida. El agradecimiento nos hace felices y funciona como una vacuna; hace que
no te contagies con un espíritu malhumorado. Es la antitoxina que contrarresta
los efectos venenosos de la ingratitud.
José Antonio Puig Camps.
AGEA Valencia (Dr. Ingeniero y Sociólogo)
Twitter: @japuigcamps
Publicado 12-01-2017
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