A veces
pienso si las nuevas tecnologías y medios de comunicación no serán simplemente envoltorios
nuevos para un contenido anacrónico. Una forma de engatusar al personaje en
cuestión para que vea aquello que le ilusiona más que aquello que necesita. Un
simple envoltorio que consigue atraer nuestra mirada por el brillo de un color
en el texto o una foto original, por la afabilidad y dulzura que el personaje -actor
del producto- nos atrapa y nos camela. Esa dama sonriente y amable que pone
ante nuestros ojos lo que es capaz de conseguir el producto mostrado. Esa
jovencita o jovencito que nos gana la voluntad mostrándonos lugares lejanos y
desconocidos donde debemos pasar nuestras vacaciones. Las nuevas tecnologías y los
medios han perfeccionado el envoltorio con el que la sociedad de consumo nos
vende unas necesidades que en realidad no tenemos.
Sin
darnos cuenta -o si-, vivimos aceptando –o queriendo-, ese envoltorio de: la
adulación, el halago, el agasajo, la coba, la lisonja, que la persona utiliza
para facilitar el engaño. Muchas veces, por no decir la mayoría, el envoltorio
solo está tapando la mezquindad, la mediocridad o la ruindad de aquel
personajillo que quiere poner ante nuestros ojos un personaje que no es. Hoy
casi todo es envoltorio. Cuando se solicita un empleo se presenta una
adaptación curricular, es decir, un tipo de estrategia consistente en adaptar o
adecuar el currículum de un determinado nivel educativo real al otro irreal con
el fin de conseguir el puesto deseado. Ese envoltorio, gracias a las nuevas
tecnologías, está imperando en las redes sociales. Vemos en Facebook, YouTube,
WhatsApp, Instagram, Google, etc., etc., la cantidad de mentiras que se
utilizan con el fin de tapar la verdadera identidad del individuo y de esta
manera atrapar a su presa.
Sociólogos,
antropólogos, psicólogos, físicos y matemáticos se han dado a la tarea de
analizar, desde su perspectiva, cuál es la función de las mentiras en las redes
sociales y cómo afectan. R. A. Barrio Paredes, investigador del Departamento de
Física Química del Instituto de Física de la UNAM, afirmó que las mentiras son
esenciales para mantener la estructura de la red social, esto es, para
cohesionar a las comunidades pequeñas ligadas entre sí y que al mismo tiempo,
tienen vínculos muy “débiles” con los demás. El Dr. Barrio, añade, que si una
persona le miente a otra es porque obtendrá un beneficio mayor que si es
honesto. Ante esta situación, la gente totalmente honesta corre el riesgo de
quedarse aislada de los demás, ya que suelen decir lo que piensan sin temor a
lo que los demás opinen sobre ese comentario. Sin embargo, si desde esta perspectiva
social ser honesto no siempre es lo mejor, son las personas honestas las que reciben
el respeto y la confianza de los demás, lo cual es una virtud.
Cuando
la envoltura no está para cubrir y para engañar sino para resaltar el interior
de la persona, aparece la confianza que permite que brote la verdadera
identidad de cada uno, que emanen los rasgos e información que individualizan y
hace posible que nos distingamos como seres humanos, sin caer en el tapujo,
engaño o disimulo con que se disfraza la verdad. Como valor añadido, al honesto
se le distingue por su sinceridad y transparencia pues, como dice San Josemaría,
ser transparente consiste más en no tapar que en querer hacer ver…”
(Surco-333). Cuando no nos tapamos sino que nos hacemos nítidos y claros ante
los demás, ya no necesitamos el envoltorio, ya no necesitamos, como los
artistas y cómicos el rol que hay que desempeñar para cada función, sino que
nos mostrarnos tal como somos y, de esta manera, cuando esto sucede, seremos auténticos
y no falsos, seremos libres y no esclavos, pues “la verdad os hará libres”
(Juan 8:31-38).
José Antonio Puig Camps.
AGEA Valencia (Dr. Ingeniero y Sociólogo)
Twitter: @japuigcamps
Publicado 27-10-2016
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