El filósofo alemán George W. Friedrich Hegel, publicó en 1807 “La fenomenología del espíritu o de la mente”, donde se tratan problemáticas filosóficas como la dialéctica del amo y el esclavo, donde Hegel explora la dinámica de la conciencia y el reconocimiento mutuo. La "esclavitud dependiente", conocida como la "dialéctica del amo y el esclavo", describe una relación de poder en la que ambos participantes, el amo y el esclavo, dependen mutuamente. El amo, en teoría, domina, pero a su vez necesita del esclavo para su reconocimiento y para la realización de tareas que le permiten alcanzar una autoconciencia. El esclavo, a su vez, depende del amo para su reconocimiento.
El amo, en esta dialéctica, busca la afirmación de su propia existencia a través de la dominación del esclavo. El esclavo, a través de su labor, no solo satisface las necesidades del amo, sino que también se transforma y desarrolla su propia autoconciencia. Este desarrollo le da la capacidad de reconocer sus propios sentimientos, pensamientos y comportamientos, lo que implica reflexionar sobre uno mismo. De tal manera, que el esclavo es un dependiente consciente de lo que hace y porque lo hace. La "auctoritas" de un líder político descansa en la conciencia servil de quien está dispuesto a ejecutar lo que el amo ordena. El análisis de Hegel nos muestra la clara definición de los mecanismos de poder, afirmando que el que manda no considera al esclavo como algo real sino como un instrumento para satisfacer sus deseos.
Tan solo como ejemplo de lo anterior, me viene a la memoria esos mensajes privados entre el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y del entonces número dos en el PSOE y ministro de Transportes, José L. Ábalos, publicados por el diario El Mundo. Esos mensajes demuestran dos cosas: el alto grado de confianza entre ambos y, la dialéctica del amo (Sánchez) y el esclavo (Ábalos). El jefe del ejecutivo encargaba a su servil ministro mantener el control sobre los presidentes autonómicos críticos (Page, Lamban, Fdez. Vara), para que llamase al orden a esos “hipócritas”, “petardos” e “impresentables” y evitar discrepancias públicas sobre los pactos con Bildu o los indultos a los líderes del “procés”. No le pregunta su parecer, pues rompería su concepto de autoridad. Se limite a dar órdenes poniendo de manifiesto que él es el que manda, el “puto amo”, y el esclavo el que obedece sin rechistar.
Como dice Hegel, el amo, en teoría, domina, pero a su vez necesita del esclavo para su reconocimiento y para la realización de tareas que le permitan alcanzar plenamente sus deseos. Esa necesidad la vemos, en los citados mensajes, tras la destitución de Ábalos en 2021, cuando Sánchez le escribió: “Hace tiempo que no hablamos. Te escribo para trasladarte mi solidaridad ante los infundios que, por desgracia, estamos viendo en los medios". Ábalos respondió agradeciendo el gesto: "Gracias, presidente". Una muestra de que esa relación del amo y el esclavo seguía estando en su cabeza, se observa al seguir asesorando a Sánchez en 2023, cuando ya se investigaba el caso Koldo, una aportación muy valorada por el presidente. Así, se lo hace saber: “Gracias, José Luis. La verdad es que he echado de menos muchas veces trabajar contigo. Siempre he valorado mucho tu criterio político. También tu amistad. En fin. Te mando un abrazo".
La relación del presidente con muchos de sus ministros y colaboradores es muy parecida a la mantenida con Ábalos, caracterizado por un claro sometimiento al cesar. Pero como Hegel indica, este vínculo es inestable dado que el vasallo siempre tiene la posibilidad de rebelarse contra su dueño. Es ahí donde el lector de lo publicado se pregunta si ha sido fruto de una venganza o de una advertencia de lo que puede sacar. El tiempo lo dirá.
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