La estrategia de mentir es una herramienta utilizada a menudo para manipular percepciones y controlar narrativas públicas. Es la distorsión de los hechos, la omisión de información crucial o la de presentar medias verdades. Una técnica, cuestionable, que por desgracia se ha convertido en un arma poderosa en el arsenal de aquellos que buscan mantener el poder a cualquier precio. Una estrategia utilizada por líderes políticos para proteger su imagen y evitar asumir responsabilidades desviando la atención de los problemas reales. El dolor social, derivado de este constante bombardeo de información manipulada, no solo afecta la percepción política de los individuos, sino que también erosiona la cohesión social. Así lo comprobamos día a día con las actuaciones de este Gobierno progresista, con su líder a la cabeza. El sociólogo británico Frank Furedi alertó a los españoles de estar totalmente desarmados frente a un manipulador como Pedro Sánchez, que lo calificó como uno de los líderes más horribles de Europa.
Un líder cuya presidencia se inicia en 2018, fruto de maniobras subrepticias, con la promesa de una regeneración ética de la política y ha terminado siendo rehén de su apego al poder. Su estrategia es la pura manipulación donde introduce su relato, pese a que el eslogan pase por la destrucción de la verdad. Habla de oposición como si estuviera en guerra y se tuviera que finiquitar a ese enemigo. Mantiene siempre la división colerizada de todo aquel que le lleva la contraria. Nunca aceptará que se equivoca, siempre encontrará a otro para asestarle el error. No le importa hacer sufrir a los demás con tal de obtener el beneficio deseado. Nunca dice la verdad en sus programas electorales, y una vez obtenido el poder lo ejercerá como le dé la gana. Nunca gobernare con Podemos…nunca pactaré con Bildu…etc. Y lo hace. Es el engaño como forma de gobernar.
Pero el engaño va socavando la credibilidad del granuja y es entonces cuando empieza a perder sus apuestas. Así el año 2024 el Gobierno del progreso obtuvo un récord de votaciones parlamentarias perdidas, un total de 75 según datos recogidos por Europa Press. Una cifra que incluyen no solo iniciativas de control sin efectos jurídicos, sino también leyes y decretos claves. Pero el año lo inicia con otra derrota sonada, la sufrida el pasado 22 de enero en el Pleno del Congreso de los Diputados al presentar su decreto ómnibus, que incluye un popurrí de leyes y reformas, un total de 80, mayoritariamente no consensuadas con el resto parlamentario. Una chapuza para colar trampas y para tapar la subida de los alimentos, el regalo de un palacete en Paris al PNV, carta blanca a los okupas…, con la excusa de la subida de las pensiones, las ayudas a la Dana o la gratuidad del transporte público. La maniobra tramposa fue vista a tiempo por el PP, que junto a Junts y Vox, rechazaron el decretazo.
Las iras del manipulador, y su sequito gobernante, se pusieron inmediatamente a lanzar relatos y eslogan para evitar asumir responsabilidades tratando a los populares de oposición destructiva que causa dolor social por no haber aprobado su decreto trampa. Pero ese sufrimiento es consecuencia de su decreto tramposo que nunca reconocerá. Ya está urdiendo como volver a presentarlo y aceptará lo que sea para maquillarlo y hacerlo. El maquillaje lo obtiene de Junts bajo promesa (ya veremos si la cumple) de aceptar la cuestión de confianza y otras medidas sociales. Un maquillaje disfrazado como un acuerdo por el bien común. Es la vuelta al relato. La destrucción de la verdad. Es el dolor social que lleva causando a la sociedad española desde que formó a finales de 2023 un Gobierno prendido con alfileres, que no gobierna, sino que se dedica a administrar chantajes, proteger injusticias y conceder canonjías a sus incondicionales con tal de mantener el poder. Lo hace con la habilidad del trilero que siempre sabe dónde está la bolita y practicando astutamente el victimismo oportunista. La precariedad que ahora padece el Gobierno no es más que el resultado de su exceso de ambición.
Su deseo ardiente de conseguir poder es el que causa el dolor social a una sociedad perpleja ante las injusticias que se cometen. Una colectividad que vive pendiente de su indecisión continua, de sus cambios de opinión, de unos relatos donde el mal se convierte en algo banal, normalizado e irrelevante. No existe un líder en Europa tan cínico, con unos relatos tan ventajistas ni una forma de causar dolor como la suya. No venga ahora a hablar de oposición destructiva que causa dolor social. No hemos visto a esa oposición pactar con los herederos de Batasuna, brazo político de ETA, como lo hace usted. Ni hemos visto un gobierno que concede amnistía a los que robaron en los ERE o a los que intentaron dar un golpe de Estado, ni que utiliza las instituciones del Estado para beneficio propio. Apelar al dolor social es tan enigmático como sus promesas de viviendas o ayudas a las desgracias, que nunca llegan. El dolor social será el lamento invisible y sin voz de nuestra sociedad sino reacciona ante un gobierno como el suyo.
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