El Día
Internacional de la Amistad fue designado, desde el año 2011, el día 30 de
julio por la Asamblea General de las Naciones Unidas para rendirle homenaje a
este tipo de afecto fundamental para la humanidad. La amistad puede resultar un
estado sublime durante la niñez, que se convierte en un vínculo inquebrantable
que nadie podría romper, una unión eterna y casi perfecta de todos los que
forman parte de esa confraternidad. En la inocencia infantil no cabe el hecho
de la traición y, de producirse, nunca alcanza la convulsión que se produce
cuando se es adulto, ya que la deslealtad de un niño no puede ser nunca, por su
propia naturaleza, conflictiva o hiriente, más bien un juego mal comprendido
donde no acostumbra a existir malicia consciente de dañar al amigo.
Durante los
primeros años de nuestra existencia, el ser humano es incapaz de valerse por sí
mismo, necesita protección, atención y cariño para no perecer en un mundo
adverso a su indefensión. Vamos creciendo envueltos en una seguridad que nos va
inculcando una idea de la vida irreal. Una vida que nos hace egoístas al ir
construyendo nuestro mundo al margen de los demás, sin obligaciones y sin
necesidad de dar explicación de nada y por nada. Si algo no nos gusta lo
dejamos y si lo queremos utilizamos cualquier artimaña, ante nuestros padres,
para conseguirlo. Pensamos que todo nos pertenece y que todo gira alrededor
nuestro. Somos independientes hasta que los años nos van aleccionando, nos van
situando en el medio en el que se entra con la primera adolescencia. Vamos
despojándonos de aquello que nos hacía más fuertes: la independencia, la
inocencia; y aquella emancipación subjetiva se va transformando, poco a poco,
en múltiples ataduras a las que nos vamos aferrando con el paso de los años.
Nos adentramos en el laberinto de la vida.
Una excesiva
protección en la adolescencia hace al individuo presa fácil de abusos por parte
de los pares que nos rodean y, con ello, vamos conociendo a gente que nos
acompaña en nuestra soledad. Una soledad no deseada que es capaz de aceptar al
pelma confundiéndolo con el amigo. Su pesadez reúne todos los inconvenientes de
la soledad y de la compañía sin ninguna de sus ventajas. El pelma es el
verdadero antónimo de la amistad, incluso más genuino que el enemigo. El
enemigo niega la amistad, el pelma la procura haciéndola imposible.
Las amistades de
la niñez y de la adolescencia pueden cambiar o disolverse. En el caso de que la
amistad perdure, e incluso se refuerce, será a costa del lastre que cada uno
lleve a sus espaldas: nuevas amistades, relaciones o vivencias, defectos que el
tiempo no ha sido capaz de borrar e incluso ha profundizado con el paso de los
años, traiciones que han querido ser tapadas y olvidadas. Sin embargo, el
olvido de una afrenta es tuerto y descuidado, y ante situaciones extremas,
puede retornar inoportuno siempre.
Cuando las
traiciones laceran la amistad, cuando la mentira hace resurgir sospechas
olvidadas, es cuando el amigo traicionado sufre de forma irreparable el golpe
de la puñalada no esperada, de la deslealtad recibida y de la perfidia acusada.
Son golpes de la vida que uno no sabe de dónde ni por qué ni cuál es su origen,
ni siquiera la razón de tanto dolor sufrido. Es cuando la traición queda
latente, invisible a los ojos del traicionado, pero tan evidente a la del
traidor que cargará con ella en su conciencia para siempre.
La amistad, en
su sentido más valioso, requiere de una afinidad interior que es un hecho más
bien raro y afortunado. La distinta profundidad de esa afinidad o coincidencia
dará lugar a toda la gama de los grados de la amistad. Espíritus tan distintos
como Montaigne, Cicerón o Aristóteles coinciden en decir del amigo que es “otro
yo”, y que sin amigos ni la vida más afortunada lo sería en realidad. La
confidencia es propia de la amistad más lograda pues requiere sentir que lo
confiado queda guardado en esa ampliación de nuestro yo que es el amigo. En la
amistad buscamos la ayuda incondicional, nos apoyamos con los amigos para pasar
mejor las tristezas, duplicar las alegrías y dividir las angustias por la
mitad.
José Antonio Puig Camps.
AGEA Valencia (Dr. Ingeniero y Sociólogo)
Blog:
http://josantoniopuig44.blogspot.com.es/
Twitter: @japuigcamps
Publicado 26-06-2017
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