El terrorismo ofrece siempre la
cara más inhumana, crispada y cruel del ser humano. No tiene ni conciencia, ni
respeto, ni empatía alguna con sus afines. El terrorismo siempre pretende hacer
el máximo daño y difundirlo. El terrorista se aprovecha de todo aquel que le
rodea, de la buena voluntad de amigos, vecinos y familiares, sin importarles lo
que pueden ellos sufrir por su acción terrorista. Los métodos usados van
cambiando a lo largo del tiempo. Ya no necesitan secuestrar un avión, ni portar
armas convencionales, ni siquiera ponerse un cinturón con explosivos. Les basta
alquilar un coche –o robarlo- y atropellar a todo ser que encuentran en su
camino. Ya no se inmola, huye, se esconde y sabe que si lo cogen a los pocos
años -o meses- salen con toda la garantía democrática que el país atacado les
concede. No atacaran nunca en un país no democrático, pues saben que allí no
hay leyes que les amparen y acabarán con ellos y con toda su familia.
El terrorista yihadista es tan desalmado
que ataca al país que le da acogida. Al país que le permite vivir como un
ciudadano más, con plenos derechos, para él y su familia. Un país que le
permite que mantenga su cultura, religión, lengua e identidad. Un país que
defiende, para ellos, esos derechos humanos que destrozan en cuanto tienen la
ocasión para hacerlo. Su acción está siempre precedida de una gran premeditación, es decir, valoran su acto
terrorista antes de llevarlo a cabo, buscando siempre la oportunidad que el
contexto político les brinda o puede ofrecer. Un contexto, que les mostrará la
estructura, organización y disposición que el país tiene en cada ocasión; las características
geopolíticas y económicas de la presa a atacar, prestando mucha atención a los
conflictos existente en el país elegido. Los atentados yihadistas han mostrado
la elección del momento y la oportunidad para asestar el golpe, lo hemos visto,
por desgracia, en circunstancias clave de la vida del país, como los atentados
de Madrid -11 M- en vísperas de unas elecciones generales; lo vemos ahora en
Barcelona -17 A- en mitad del mayor desafío independentista del Gobierno de un
territorio del Estado español. La oportunidad política buscada se conoce en
sociología como la “estructura de
oportunidad política” del momento, que parte del planteamiento central, de
que el tiempo-oportunidad de los terroristas en particular, y de cualquier tipo
de ataque o movimiento en general, es ampliamente dependiente de las
oportunidades de los grupos insurgentes para cambiar la estructura
institucional y la disposición ideológica del poder hacia ellos. Lisa y
llanamente la toma del poder por un medio totalmente ilícito.
España que, dada la desgraciada
experiencia con el terrorismo ETA, ha demostrado durante muchos años sus éxitos
en detenciones y desarticulaciones de células terroristas, no ha podido escapar
de la masacre sufrida por nuestros hermanos españoles de la ciudad de
Barcelona. Muchos estudiosos han visto
en ello la estructura de oportunidad política brindada por una ciudad inmersa
en un proceso político desestabilizador y totalmente acorde, por situación y
momento, para realizar el acto terrorista. Pero, si esta situación ha
facilitado a los terroristas su acción asesina, también puede dificultar el
riesgo en la articulación de un acto violento. España, ante la masacre sufrida,
tiene la posibilidad de dificultar nuevos atentados si somos conscientes, tanto
los ciudadanos como los políticos, de que el camino a seguir no es el de
plantear reproches, criticas o recriminaciones, sino el de reflexionar y
profundizar en lo sucedido, sacar conclusiones que hagan crecer en el
conocimiento de esta nueva “guerra” que está inundando de horror, consternación
y pánico a España, en particular, y a toda Europa occidental en general.
Barcelona se manifestó el pasado
26 A contra esa barbarie terrorista del yihadismo. Una manifestación que tuvo
cientos de miles de caras, unas que emocionaron y otras, por desgracia, que
deslucen la empatía y solidaridad con las víctimas pretendida en ese mensaje
que pedía manifestarse a cuerpo, sin banderas, ni pancartas. Pero, el
oportunismo político acaba siempre irrumpiendo en el escenario donde aún se
llora a los muertos y se atiende a los heridos. La osadía y desvergüenza
mostrada por los movimientos independentistas -con la pasividad o el aliento de
Puigdemont- no augura nada bueno para las próximas fechas. No obstante, nuestro
país es generoso y ha demostrado a lo largo de su historia –larga y
comprometida- la capacidad de superar cualquier situación hostil. Es el momento
de la concordia, del consenso, de la avenencia, de la comprensión y de remar
todos a una, sin que haya nadie que quiera aprovechar la situación para que, de
forma egoísta, interesada y partidista, intente desestabilizar lo que tanto le
ha costado, y sigue costando, superar al pueblo español. La sociedad no es
necia, no perdona y advierte todo lo que está sucediendo. Una sociedad que, en
su momento, emitirá su veredicto.
José Antonio Puig Camps.
AGEA Valencia (Dr. Ingeniero y Sociólogo)
Blog:
http://josantoniopuig44.blogspot.com.es/
Twitter: @japuigcamps
Publicado 28-08-2017
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