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MI Frase
"Cuando la vista se cruza con el deseo, haz que impere la razón".
(José A. Puig)





sábado, 18 de septiembre de 2010

La medida del amor

Oseas, es el primero que utiliza lenguaje matrimonial para explicar la comunidad de amor entre Yahvé y su pueblo. Su matrimonio se convierte en símbolo de la verdad que predica. El toma por esposa a una prostituta. La ama de veras. Pero después de algún tiempo, ella le abandona para seguir su vida anterior. (Lectura del profeta Oseas 6, 1-6).
Cuando Oseas se ve traicionado por su esposa y a pesar de ello siente que la sigue amando, se da cuenta de que eso era exactamente lo que sucedía entre Dios y su pueblo: Dios seguía amando a aquel pueblo a pesar de sus infidelidades. "Ama a una mujer amante de otro y adúltera, como ama el Señor a los israelitas, a pesar de que siguen a dioses extranjeros" (3,1).
Esto le llevó al profeta a mantener su fidelidad a pesar de la traición de su esposa. Así, cuando la gente le preguntaba por qué no la denunciaba públicamente para poderle dar todos a pedradas el castigo que merecía, Oseas les respondía: Porque quiero que entiendan con mi actitud que la fidelidad de mi amor traicionado es un signo y una manifestación del amor de Dios, fiel a su pueblo a pesar de no ser correspondido.
El gran mensaje de Oseas sigue siendo válido: Dios ama a todos los pueblos y la Iglesia está llamada a ser sacramento de ese amor. Anunciar el Evangelio solo es posible a través de un diálogo sincero y respetuoso, capaz de hacerse vehículo del amor del Padre por todos sus hijos e hijas.
Esta es la actitud constante de Dios con el hombre. La misericordia de Dios es la clave que nos abre a la esperanza. Dios nos ama no porque seamos buenos, sino para que seamos buenos. “Como ama Yahvé a los hijos de Israel, mientras ellos se vuelven a otros dioses”. Esa es la medida del amor.
Nada hay tan peligroso como un culto vacío que no responde a la vida, que no tiene sus consecuencias prácticas en la vida. Dios abomina ese culto y todas nuestras prácticas de penitencia cuando sirven solamente para evadirnos del amor al prójimo y de la justicia. Nuestros rezos penitenciales no detendrán la catástrofe y el juicio de Dios, pues Dios quiere misericordia y no sacrificios.

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