Mi frase




MI Frase
"Cuando la vista se cruza con el deseo, haz que impere la razón".
(José A. Puig)





jueves, 6 de noviembre de 2014

NI TODO VALE, NI TODOS SOMOS IGUALES



Un día tras otro las noticias de la prensa, radio y televisión nos están golpeando con un solo titular: la corrupción. Cientos de personas de cualquier color político, sindical o empresarial hacen el paseíllo a los juzgados imputados de algún tipo de delito: malversación de caudales públicos, cohecho, prevaricación, etcétera. Nadie parece salvarse de ésta plaga que asola a la sociedad española de principios del siglo XXI. La pregunta que la mayoría de nosotros se hace es ¿Qué está pasando?
La respuesta, podría ser, que se está perdiendo el sentido de la vida o estamos viviendo una vida sin sentido. Las estadísticas nos dicen que el español ha vivido, y sigue viviendo, por encima de sus posibilidades (¿necesidades?). Solo nos atrae lo que no tenemos. Vivimos a un ritmo trepidante donde el presente no se disfruta, el pasado ya no interesa y el futuro se quiere hacer presente al precio que sea. Ya no vemos con la visión de los ojos, sino con la visión de la mente. La primera, quiere afirmar el orden de las cosas, mientras que la segunda (la de la mente) quiere afirmar el orden de las ideas. Al no ser lo mismo lo uno que lo otro, vivimos en un continuo conflicto pues, las dos visiones, corresponden a ordenes distintos.
Basándonos en la teoría del conocimiento, la visión ocular estaría relacionada con la subjetividad, es decir el punto de vista del sujeto, y por lo tanto influidos por los intereses y deseos particulares del mismo. La visión mental sería su contrapunto, es decir la objetividad, basada en un punto de vista intersubjetivo, no prejuiciado y verificable por diferentes sujetos. En nuestro mundo global el conflicto, en esta bipolaridad, se presenta entre lo que el mundo le ofrece al sujeto y lo que éste le demanda. Es decir en el modo que se presenta “su realidad”.
Lo que mucha gente ignora es que la subjetividad, ontológicamente hablando, descansa en la noción de invarianza, es decir, aquello que consideramos real y que no cambia. Es aquí donde se produce la confusión del ser humano: pensar que “su realidad” es invariante y no puedo cambiar, que su destino está ya escrito. Sin embargo, por naturaleza, el ser humano es cambiante, tiene habilidades y posibilidades que ha ido desarrollando a lo largo del tiempo y que le hacen capaz de conseguir lo impensable: de cambiar “su realidad”.
Pero, para ello, el individuo debe luchar por mostrar sus capacidades. Capacidades o talentos que requieren sacrificio, trabajo, orden y humildad para reconocer hasta donde puede llegar según sus esfuerzos personales. Si no lo hace, y desea obtener las cosas por el camino equivocado, es cuando se muestra incapaz de asumir su verdadero lugar en la sociedad, es cuando no quiere sacrificarse por nada ni por nadie, es cuando se sube a la locomotora de lo fácil e irreal y es cuando el individuo se aliena. Alienación que se manifiesta cómo un estado del ser completamente pasivo, sin identidad, sin ideas, sin compromisos, sin afinidad. Vive en el inconsciente, sin querer obligarse a nada ni a nadie, sin levantar un ápice para mostrar sus desavenencias. Son seres que se transforman en mercancías y, por lo tanto, en un campo de operación del poder.
Debemos levantarnos del sillón de la comodidad y mostrar a esa clase decadente, tramposa, ociosa, corrupta y embaucadora, que todo no vale. Debemos mostrar la cara oculta de la realidad, esa realidad que no es invariante, que podemos hacerla mejor. El camino no es el tomado por esa clase decrépita, el camino es el del desprendimiento, la honradez, el trabajo, el estudio, la integridad. Que ni todo vale, ni todos somos iguales.
En éste rio revuelto, en que unos pocos (no nos engañemos) quieren que entremos por distintos intereses y nunca por el bien común, debemos ser coherentes con nuestras decisiones. Debemos ser conscientes que en una sociedad democrática el poder reside en el pueblo, y que eso nos debe marcar a todos los ciudadanos. Si utilizamos ese poder indiscriminadamente, nos estamos transformando en aquellos que nos indignan.
No podemos y no debemos mostrar nuestro descontento con toda la clase política pues, si lo hacemos, estaremos alimentando a los grupos antisistema que se nutren de ese descontento. Los grupos que se alimentan del odio de los demás son cómo los detritívoros que se alimentan de la materia orgánica en descomposición. Seamos pues conscientes de nuestros actos. Pensemos que un instante de placer (dar un voto de castigo) puede traer una infinitud de dolor (una legislatura de castigo).  

José Antonio Puig Camps. AGEA Valencia (Dr. Ingeniero y Sociólogo)/06.11.14
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