Vivimos en un mundo donde casi todo está mal repartido: El agua para
beber y para regar los cultivos, los recursos naturales energéticos, la
esperanza de vida de los habitantes del planeta. Igualmente existen diferencias
importantes en sanidad, educación, derechos humanos, y un largo etc., que nos
hacen pensar como el desarrollo económico ha sido, y es, muy heterogéneo. Todo
esto se traduce en evidentes desigualdades de todo tipo y, con ello, que una
gran parte de la población mundial viva en la pobreza o escasez de lo necesario
para vivir dignamente.
En España, la crisis económica ha puesto de
manifiesto las fisuras en las estructuras básicas del Estado del bienestar:
unas políticas sociales que no fueron capaces de acabar con la pobreza
estructural cuando no había estrecheces económicas, y un sistema tributario que
no recauda lo suficiente para reconducir dichas políticas, y que sin embargo
potencia (mima) la acumulación de riqueza individual dentro y fuera de nuestras
fronteras.
Las medidas adoptadas en España desde 2010 ahondan
en esas fisuras y afectan sobre todo a los trabajadores y personas con menos
recursos: subidas de impuestos y bajadas de salarios; recortes en educación,
sanidad y protección social; erosión de los derechos laborales con
precarización del empleo; reducción al mínimo del presupuesto de ayuda oficial
al desarrollo, indispensable para articular las políticas de solidaridad hacia
quienes están en circunstancias aún más difíciles fuera de nuestras fronteras. Medidas
que fueron necesarias en un país que se encontraba al borde del rescate y con
un paro cercano a los 6 millones de personas. Pero ahora, si los políticos no
lo remedian, tenemos las bases para que desaparezcan esas fisuras estructurales.
No cabe duda de que estamos en un punto de
inflexión donde lo que está en juego no es la recuperación del crecimiento
económico, sino el modelo de sociedad para España (y Europa) en el siglo XXI. Las
propuestas para ese nuevo modelo pasan por actuar sobre cuatro pilares básicos:
la justicia fiscal, el blindaje de las políticas públicas, el fomento del
empleo digno y el refuerzo democrático, poniendo a las personas en el centro,
sobre todo a las más vulnerables.
El Estado ha de cumplir pues su función redistributiva – que no es
otra cosa que actuar sobre el bienestar económico y social de las familias-
mediante: la financiación pública, suficiente y estable, de los servicios
sociales básicos de calidad y de la protección social de los grupos de población
más vulnerables. La promoción de la creación de empleo digno, sobre todo entre
los jóvenes, las mujeres, los parados de larga duración y otras personas con
mayor riesgo de exclusión. Recaudar de manera que los impuestos no sólo no
contrarresten el efecto redistributivo del gasto en políticas públicas, sino
que lo potencien. Y dar confianza al ciudadano con políticas transparentes y
tendentes a eliminar todo tipo de corruptelas.
España no es, ni Venezuela, ni Portugal, ni Grecia.
España es un país que en 2015 ha conseguido la mayor reducción de paro de toda
la serie histórica. Una España que actualmente está liderando la economía
europea con un PIB del 3,4, frente al 1,9 UE y un 2,2 de la OCDE y con una de
las mayores expectativas de crecimiento de la UE. Un país que ocupa el quinto
lugar del mundo en exportaciones, el segundo lugar por fabricación de
automóviles, tercera en el mundo en materia turística. Un país que no puede
permitir que en estos momentos, de tanta incertidumbre mundial, nos pongamos a
hacer experimentos que en otros países, la historia lo ha demostrado, les ha
llevado a la ruina.
España sigue teniendo graves problemas que exigen
aunar esfuerzos, voluntades y capacidades. Es el momento de tener políticos para
la historia y no políticos que olviden la historia. Si originalmente, el poder
político era unipersonal: un rey, un sacerdote, un emperador; actualmente la
ciudadanía está exigiendo mayor pluralidad y consenso. Está exigiendo mayor
participación y legitimidad que, anteriormente, había cedido a sus gobernantes.
Pero no olvidemos que un pueblo, un país o una nación necesitan siempre leyes y
que estas se cumplan.
José Antonio Puig Camps. AGEA Valencia (Dr. Ingeniero y Sociólogo)
http://josantoniopuig44.blogspot.com.es/
Twitter: @JapuigJose
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