Mi frase




MI Frase
"Cuando la vista se cruza con el deseo, haz que impere la razón".
(José A. Puig)





viernes, 12 de febrero de 2016

EL CARÁCTER RELATIVISTA DE LA DEMOCRACIA



El contenido ideológico en la democracia cómo es plural, es variable. Pero lo que tiene fijo es que institucionalmente debe asegurarse el procedimiento, para que el pueblo decida en libertad su apoyo o rechazo a las soluciones propuestas por las distintas corrientes ideológicas. La historia muestra situaciones de esa pluralidad donde el pueblo, ¿engañado?, aceptó el relativismo democrático, es decir, la falta de creencia en valores absolutos y la aceptación de la voluntad política de todos por igual. Hitler, sirviéndose de su talento oratorio, engatusó ( o no) al pueblo alemán prometiendo la suspensión de los pagos de indemnización, generar empleo, combatir la corrupción y controlar a los ricos. Fue en este periodo de entreguerras donde se acentuó el carácter relativista de la democracia llevándola a su autodestrucción y suicidio.
El sustento jurídico-ideológico de la democracia liberal en expansión, era (y sigue siendo) el Estado de derecho. Un Estado de derecho, donde las competencias del poder estatal están claramente delimitadas y predeterminadas, donde el poder del Estado se pretende controlar al limitarlo por orden legal (la Constitución) y donde se garantiza la libertad de los individuos. Si antes, el Estado de derecho, permitía que la burguesía expresara y ampliara su poder con el argumento de combatir el absolutismo, la subjetividad y discrecionalidad del sistema monárquico, ahora, lo hace para combatir el autoritarismo, el nacionalismo, el separatismo o cualquier otro "ismo" que represente una amenaza a la hegemonía española.
Cuando en lugar de tener este modelo de democracia (liberal) se busca el "Demoliberalismo", lo que se pretende es tener un Estado que no busca ya la gloria o inclusive la armonía ni éxito del pueblo o la nación, sino que quedaría subsumido o subyugado al orden jurídico, al individuo y su libertad, que en realidad tampoco se presenta cómo algo real, sino cómo uno de los sofismas liberales. Una democracia relativista donde se estimula el linchamiento mediático y las condenas de primera página, donde el cumplimiento del deber burocrático queda paralizado y donde la libertad de expresión presenta su cara más abyecta.
Los nuevos líderes políticos, faltos de humildad y llenos de soberbia, rencor y odio, tienen un único mensaje: romper con lo establecido. Pero su insignia de agrietar, rajar y fracturar, no tiene ni explicación ni fundamento, eso si, lo dicen ellos y con eso basta. Debemos de creerles, debemos relativizar la democracia, que todo cambie para que todo siga igual, pero con ellos en el poder. Los nuevos actores políticos se reacomodan, cambian referentes históricos y conceptos pero sin cambiar el orden que lo sostiene, todo se maquilla pero sin modificar la estructura.
Recelo da escuchar a los nuevos demócratas "renovadores y progresistas" hablar de modificar leyes y normas, de modificar relaciones de respeto y de conducta o de destruir creencias y valores que han permanecido para facilitar la convivencia entre las personas. Miedo da ver con que facilidad cambian su discurso sin el menor recato o pudor, nada les importa siempre y cuando con esos medios justifiquen su único y deseable fin: el poder. No importa que sus electores les dieran sus votos y, con ello, sus esperanzas para que cumplirían lo que habían predicado: no a los populismos,  no a los independentistas, no a la destrucción del Estado, y ver que a posteriori los utilizan para pactar con terroristas, nacionalistas y destructores del Estado de derecho y de España.
Estos revolucionarios de la democracia no se han enterado que democracia es sinónimo de dialogo y confrontación de opiniones para llegar a consensos, sin hacer ningún cordón sanitario a ningún partido y menos con aquel que ganó las elecciones y, además, tiene la experiencia de estar gobernando España. No es bueno apoyar el carácter relativista de la democracia que llevó a Europa al nazismo y al fascismo. Por el contrario la democracia debe apoyarse en acciones ejemplares, cómo se hizo en España con la Constitución de 1978, acciones que mostraron hasta que punto todas las fuerzas políticas y democráticas  aceptaron un amplio consenso de unidad en favor de un Estado constitucional apoyado en dos grandes pilares: el principio político democrático y el principio jurídico de la supremacía constitucional.


José Antonio Puig Camps. AGEA Valencia (Dr. Ingeniero y Sociólogo)
http://josantoniopuig44.blogspot.com.es/
Twitter: @JapuigJose

sábado, 30 de enero de 2016

TENER POLÍTICOS PARA LA HISTORIA



Vivimos en un mundo donde casi todo está mal repartido: El agua para beber y para regar los cultivos, los recursos naturales energéticos, la esperanza de vida de los habitantes del planeta. Igualmente existen diferencias importantes en sanidad, educación, derechos humanos, y un largo etc., que nos hacen pensar como el desarrollo económico ha sido, y es, muy heterogéneo. Todo esto se traduce en evidentes desigualdades de todo tipo y, con ello, que una gran parte de la población mundial viva en la pobreza o escasez de lo necesario para vivir dignamente.
En España, la crisis económica ha puesto de manifiesto las fisuras en las estructuras básicas del Estado del bienestar: unas políticas sociales que no fueron capaces de acabar con la pobreza estructural cuando no había estrecheces económicas, y un sistema tributario que no recauda lo suficiente para reconducir dichas políticas, y que sin embargo potencia (mima) la acumulación de riqueza individual dentro y fuera de nuestras fronteras.
Las medidas adoptadas en España desde 2010 ahondan en esas fisuras y afectan sobre todo a los trabajadores y personas con menos recursos: subidas de impuestos y bajadas de salarios; recortes en educación, sanidad y protección social; erosión de los derechos laborales con precarización del empleo; reducción al mínimo del presupuesto de ayuda oficial al desarrollo, indispensable para articular las políticas de solidaridad hacia quienes están en circunstancias aún más difíciles fuera de nuestras fronteras. Medidas que fueron necesarias en un país que se encontraba al borde del rescate y con un paro cercano a los 6 millones de personas. Pero ahora, si los políticos no lo remedian, tenemos las bases para que desaparezcan esas fisuras estructurales.
No cabe duda de que estamos en un punto de inflexión donde lo que está en juego no es la recuperación del crecimiento económico, sino el modelo de sociedad para España (y Europa) en el siglo XXI. Las propuestas para ese nuevo modelo pasan por actuar sobre cuatro pilares básicos: la justicia fiscal, el blindaje de las políticas públicas, el fomento del empleo digno y el refuerzo democrático, poniendo a las personas en el centro, sobre todo a las más vulnerables.
El Estado ha de cumplir pues su función redistributiva – que no es otra cosa que actuar sobre el bienestar económico y social de las familias- mediante: la financiación pública, suficiente y estable, de los servicios sociales básicos de calidad y de la protección social de los grupos de población más vulnerables. La promoción de la creación de empleo digno, sobre todo entre los jóvenes, las mujeres, los parados de larga duración y otras personas con mayor riesgo de exclusión. Recaudar de manera que los impuestos no sólo no contrarresten el efecto redistributivo del gasto en políticas públicas, sino que lo potencien. Y dar confianza al ciudadano con políticas transparentes y tendentes a eliminar todo tipo de corruptelas.
España no es, ni Venezuela, ni Portugal, ni Grecia. España es un país que en 2015 ha conseguido la mayor reducción de paro de toda la serie histórica. Una España que actualmente está liderando la economía europea con un PIB del 3,4, frente al 1,9 UE y un 2,2 de la OCDE y con una de las mayores expectativas de crecimiento de la UE. Un país que ocupa el quinto lugar del mundo en exportaciones, el segundo lugar por fabricación de automóviles, tercera en el mundo en materia turística. Un país que no puede permitir que en estos momentos, de tanta incertidumbre mundial, nos pongamos a hacer experimentos que en otros países, la historia lo ha demostrado, les ha llevado a la ruina.
España sigue teniendo graves problemas que exigen aunar esfuerzos, voluntades y capacidades. Es el momento de tener políticos para la historia y no políticos que olviden la historia. Si originalmente, el poder político era unipersonal: un rey, un sacerdote, un emperador; actualmente la ciudadanía está exigiendo mayor pluralidad y consenso. Está exigiendo mayor participación y legitimidad que, anteriormente, había cedido a sus gobernantes. Pero no olvidemos que un pueblo, un país o una nación necesitan siempre leyes y que estas se cumplan.

José Antonio Puig Camps. AGEA Valencia (Dr. Ingeniero y Sociólogo)
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martes, 12 de enero de 2016

HA LLEGADO EL MOMENTO



La condición humana es un término que abarca la totalidad de la experiencia de ser humanos y de vivir vidas humanas. Unas vidas llenas de matices donde se van descubriendo los auténticos valores humanos; del dominio de si y del respeto hacia los demás, tan necesarios para las relaciones interpersonales; de la responsabilidad, de la lealtad y del espíritu de servicio. Valores, todos ellos, que se forjan a fuego lento y que requieren un sencillo pero fuerte sentido de pertenencia: la conciencia de no haber sido simplemente arrojados al mundo.
España atraviesa una situación que nos recuerda a la vivida hace casi cuarenta años, cuando los españoles nos pusimos a la ardua tarea de hacer una transición democrática y que culminó con la Constitución española de 1978; carta magna, que garantizaba la convivencia democrática. Muchos fueron los españoles que renunciaron a tantas y tantas cosas para aceptar el bien común de todos los pueblos de España y dejar atrás las atrocidades vividas en uno y otro bando.
La transición española, pasó de un régimen autoritario a la consolidación de la democracia en España, llamó la atención de numerosos países y observadores internacionales. El éxito sorprendente, y relativamente rápido de la transición, se ha considerado como un modelo del que se sacaron lecciones prácticas relevantes para aplicar a otros muchos países. La transición fue un ejemplo de lealtades, responsabilidad y espíritu de servicio.
Sin embargo, el paso del tiempo esta mostrando que algo ha fallado en aquel modelo. La situación por la que está atravesando España en los últimos años muestra que la transición política aun no ha cerrado la herida abierta en la contienda del 36. La división entre los españoles vuelve a manifestarse y con ello el enfrentamiento y disturbios que solo pueden acabar, de no cortarse, en algo que parecía estar olvidado: la confrontación.
La primera región que está sacando la zarpa desestabilizadora es Cataluña, que empecinada en ser independiente de España maltrata, de forma inmisericorde, al resto de los españoles con las mentiras, invenciones, falacias, e irracionalidades que, los mal llamados “patriotes catalans”, han inventado con el único propósito de justificar su secesionismo de cara a una opinión pública nacional e internacional maliciosamente manipulada.
Si los "patriotes" de izquierdas y de derechas catalanes han sido capaces de entenderse y unirse para maltratar y destruir nuestra verdadera nación: España, me pregunto, que les está pasando a las formaciones políticas constitucionalistas, para no entenderse y hacer frente a esta situación que puede derivar en grandes males para todo el pueblo español.
Si existe consenso en el diagnostico, en cuanto: asegurar la recuperación económica y la creación de empleo; regenerar la democracia y acabar con la corrupción; reformular el modelo territorial y reformar el sistema judicial, electoral y la transparencia en la gestión pública ¿a que esperan?
Ha llegado el momento en que ciudadanos y políticos sean conscientes de esta nueva realidad. Ha llegado el momento de quitarse la careta de la hipocresía y llamar a las cosas por su verdadero nombre. Ha llegado la hora de la cirugía y dejarse de poner paños calientes a una España que está enferma. La situación actual requiere soluciones valientes, unitarias, sensatas, que sepan combinar lo económico con lo social, siempre en un entorno político de estabilidad, paz y libertad.
José Antonio Puig Camps. AGEA Valencia (Dr. Ingeniero y Sociólogo)
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