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"Cuando la vista se cruza con el deseo, haz que impere la razón".
(José A. Puig)





martes, 6 de diciembre de 2022

EL FIN DE LA CLASE MEDIA

 

El concepto de contrato social tiene una larga tradición en el campo de la filosofía política y de la sociología, desde Thomas Hobbes y John Locke a Jean-Jacques Rousseau y, más modernamente, John Ralws. Que sostienen que este contrato es clave para explicar cómo una sociedad liberal puede funcionar de forma armoniosa. Los economistas clásicos desde Adam Smith hasta Stuart Mill abandonan ese vínculo con el contrato social confiando en el efecto auto regulador de los mercados libres que traería la prosperidad para todos. Pero no ocurrió así. El nuevo sistema capitalista se reveló como una extraordinaria máquina de creación de riqueza, pero sin habilidad para repartirla. Sólo después de la crisis financiera de 1929, la “Gran Depresión” de los años treinta y la Segunda Guerra Mundial (II G.M.) las élites capitalistas entendieron la necesidad de construir un nuevo contrato social. En el caso norteamericano “New Deal” y en Europa el “Estado del Bienestar”.

Ese contrato social, como acuerdo necesario para la convivencia política que establece las reglas del comportamiento moral y político armonioso, fue clave durante los treinta años posteriores a la II G.M., alerto al capitalismo y lo reconcilió con el progreso social y la democracia. El resultado fue la aparición de las grandes clases medias y la expansión de la democracia. Una época donde se redujo la desigualdad, la industrialización permitió elevar la productividad laboral, la economía suministró puestos de trabajo estables y salarios decentes. España construyó un contrato social de ese tipo en la segunda mitad de los setenta, en el inicio de la Transición a la democracia, con los llamados “Acuerdos de la Moncloa” del año 1977 y la Constitución de 1978.

El inicio de los ochenta con la reconversión industrial el contrato social empezaba a hacer aguas. A partir de ese momento, el capitalismo comenzó a dejar de funcionar en beneficio de todos. El crecimiento se alejó del progreso social, la desigualdad que se había reducido volvió a su senda histórica de crecimiento previa a la II G. M., los salarios reales se estancaron o crecieron por debajo de la productividad. España dejó de ser un país industrial. El desempleo crecía y las clases medias menguaban. La gran hecatombe financiera de 2008 ponía en evidencia que la situación era insoportable, y aquel país que a partir de 1994 empezaba a tener esperanza en el futuro la perdía. El rescate financiero de la Unión Europea en 2012, que no fue económico sino solo para sacar a la banca de su caída, dejó a la población con el sentimiento de un trato de favor a la banca que contrastaba con el no dado a los ciudadanos más necesitados.

En estas crisis económicas la que de verdad está padeciendo es la llamada clase media, la cual no solo no recibe ayuda alguna, sino que es la ubre donde el Estado saca los recursos necesarios para enjugar el cuantioso déficit, consecuencia de una gestión política y económica deplorable. Además de soportar la crisis sobre sus ya vencidas y desgastadas espaldas, la sufrida clase media compone la clientela de la banca, de la que no ha recibido el trato que se merecía. Cierta visión pesimista gana terreno mientras se observa cómo las economías desarrolladas avanzan hacia niveles de desigualdad y pobreza que no podrán sostener. Diríase que los países no pueden ser gobernados solo en beneficio del 1%, y que urge, por lo tanto, hacer partícipes de la prosperidad a las clases medias, hoy empobrecidas y airadas.

Ante el escenario actual de creciente polarización y desigualdad, nos preguntamos si será posible generar un nuevo contrato social que frene la desigualdad existente, consecuencia directa de que hay menos clases medias porque hay más ricos y pobres. Lo lamentable es lo segundo. Un nuevo contrato social que tenga en cuenta la gran transformación socioeconómica actual en la que han confluido cuatro revoluciones: la globalizadora (deslocalización de empresas), la tecnológica (robotización), la demográfica (más envejecimiento) y la política (menos intervención del Estado). De lo contrario se certificará el fin de la clase media.

José Antonio Puig Camps. (Dr. Ingeniero Agrónomo y Sociólogo)

Presidente Grupo de Estudios de Actualidad Valencia (AGEA)

Publicado 06-12-2022

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