Los flujos migratorios producidos en los últimos años han configurado un nuevo modelo de sociedad integrado por personas de procedencias distintas y en el que tienen cabida diversidad de religiones, creencias, culturas y razas. Nuestro modelo de sociedad intercultural requiere de la creación de una ciudadanía activa, responsable y crítica a través de la educación no formal desde las instituciones públicas y privadas; una ciudadanía que se sitúe en el espacio público desde posicionamientos críticos en claves de equidad, solidaridad y paridad de género. Una ciudadanía con una nueva filosofía de vida que permita alcanzar la autorrealización, la paz y la justicia.
Tal ciudadanía se funda en la consciencia y el autoconocimiento. Un estado que nos permite ser conscientes de nuestra propia existencia, de las del resto del mundo y de las cosas que pasan. Es tener un pensamiento crítico que nos permitirá identificar amenazas potenciales de nuestra conducta, a actuar racional y lógicamente, a satisfacer nuestras inquietudes y a poner a prueba nuestras habilidades cognitivas y disposiciones. En definitiva, formar nuestra opinión antes de tomar determinadas decisiones. El primer paso para desarrollar una opinión es verificar que todo aquello en lo que te basas sea correcto y donde la opinión pública, o incluso de otras personas, no influya en tus creencias o pensamientos. Para ello es necesario estar alerta, tener curiosidad, tener agudeza mental, desarrollar la razón, cuestionar, analizar, pensar…Es el pensamiento crítico.
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