Mi frase




MI Frase
"Cuando la vista se cruza con el deseo, haz que impere la razón".
(José A. Puig)





martes, 10 de enero de 2023

EL RESPLANDOR DE LA VERDAD

 El 31-12-2022, el Vaticano anunciaba la muerte, a los 95 años, del 265.º papa de la Iglesia católica​ y el séptimo soberano de la Ciudad del Vaticano con el nombre pontificio de Benedicto XVI. Primer pontífice de la era moderna en renunciar a su cargo, que será enterrado en la cripta donde descansó Juan Pablo II y cuyas exequias han sido presididas por su predecesor Papa Francisco.

El 24 de junio de 1959, un joven teólogo de 32 años recién nombrado catedrático de Teología Fundamental en la Universidad de Bonn daba su conferencia inaugural cuyo tema era: “El Dios de la fe y el Dios de los filósofos”. Aquel joven era Joseph Aloisius Ratzinger. Una clase magistral que puede considerarse como hilo conductor en su obra teológica y en la que establecía que la “fe cristiana ha de ser vista no en continuidad con las religiones anteriores sino más bien en continuidad con la filosofía, entendida esta como la victoria de la razón sobre la superstición”. De ahí la importancia del dialogo razón-fe: “buscar la verdad sin paliativos, sin nada que atenúe o mitigue la capacidad crítica de la razón. Jesucristo es la Verdad hecha Persona, que atrae hacia sí al mundo”. La luz irradiada por Jesús es resplandor de verdad.

Para Benedicto XVI, la unidad de caridad y verdad es el principio sobre el que gira la doctrina social de la Iglesia, que pasa por la justicia y el bien común. La importancia de la verdad ha marcado muchos de sus mensajes ecuménicos. En la conferencia, titulada “Fe, verdad y cultura. Reflexiones a propósito de la encíclica `Fides et ratio´” (I congreso Teológico Internacional, Madrid 16-02-2000), dijo: “Si debiera caracterizar brevemente la intención ultima de la encíclica, diría que esta quisiera rehabilitar a la cuestión de la verdad en un mundo marcado por el relativismo”. Podría pensarse que, por ello, ha sido el Prefecto ideal de la Congregación para la doctrina de la fe, desde el año 1981. Donde en el ámbito moral se están aceptando un pluralismo de opiniones y de comportamientos que, al amparo de la libertad individual, se dejan al juicio de su conciencia subjetiva como si todos tuvieran en este terreno el mismo valor y grado significativo.

Ya Juan Pablo II, en su Encíclica "Veritatis Splendor" (El esplendor de la verdad, 1993), defiende que la libertad no puede concebirse como algo independiente de la verdad. No hay sociedad allí donde el valido principio de autonomía carece de límites claros, incluso en el plano político. Toda acción humana se torna impracticable sin un conjunto de leyes evidentes que encaucen la existencia humana. Hay una verdad acerca del hombre que la libertad no puede maltratar so pena de maltratar al hombre mismo. Es el resplandor de la verdad que da luz a nuestra existencia y sin la cual el vivir no tendría sentido. Joseph Ratzinger (Benedicto XVI), en su autobiografía “Mi vida” (Recuerdos 1927-1977), confesaba que la elección del lema episcopal “Colaborador de la verdad” (1977) venía a ser como la síntesis de su programa de vida: seguir la verdad, ponerse a su servicio. Su magisterio se articula en torno a tres encíclicas, “Dios es amor” (2006), “Salvados en la esperanza” (2007) y “Caridad en la verdad” (2009), y a cuatro exhortaciones apostólicas postsinodales y varias cartas.

En el mundo de hoy, el argumento de la verdad casi ha desaparecido, porque parece demasiado grande para el hombre. Ciertamente, nuestro acceso a la verdad está condicionado por circunstancias personales y sociales. Además, la realidad es, en muchos casos, compleja, y es preciso tener en cuenta diferentes perspectivas para poder representarla de modo fidedigno. No obstante, tenemos la capacidad de advertir esos condicionamientos y, por tanto, de matizar nuestras afirmaciones teniendo en cuenta nuestros límites. De no ser así estaríamos aceptando la imposibilidad de alcanzar conocimientos verdaderos y con ello no tendría sentido enunciar la tesis del relativismo. Todo dependería de los puntos de vista subjetivos. Que el conocimiento sea limitado, parcial y perfectible no significa que siempre sea hipotético o conjetural. Podría también decirse que en la “fábula los ciegos” (Hermann Hesse) lo son porque solo quieren ver con los ojos y no con el entendimiento, algo muy común en nuestro mundo donde uno de los problemas más graves lo constituye el deterioro ético social y personal.

Este artículo pretende aportar un grano de arena en el arenal de noticias que, como consecuencia de la muerte del Papa Benedicto XVI (31-12-2022), se han emitido a lo largo de estas fechas. Pido al Señor que recompense sus trabajos, sus sufrimientos y su largo tiempo de oración, y que sus enseñanzas sean la luz que haga resplandecer la verdad.  

José Antonio Puig Camps. (Dr. Ingeniero Agrónomo y Sociólogo)

Publicado 10-01-2023


jueves, 22 de diciembre de 2022

LA MAYORÍA PROGRESISTA

 

En el Viejo Continente la democracia se consiguió con sangre, guerras, revoluciones, agitaciones sociales, reclamación de derechos políticos y civiles. Por lo tanto, resulta normal estar orgulloso de disfrutarla. La democracia es mucho mas que una forma de gobierno, y lo es porque hay formas de gobierno que amparándose en ella la transforman en mucho menos. Así, la democracia pretende dar orden y cauce a las exigencias sociales, convirtiéndose en la herramienta legitimadora de los llamados Estados liberales modernos. Sin embargo, se observa que se está utilizando a la democracia sólo como un proceso legitimador, no como una constitución política, donde el Parlamento resulta ser un espacio de representación de partidos políticos e intereses económicos, no del Pueblo, ni de sus intereses. Unos partidos que asumen el lenguaje, ideario y praxis populista.

Uno de los efectos mas nocivos del populismo sobre el Estado constitucional es la erosión de la democracia liberal. Una erosión, que tiene un carácter gradual y limitado, así como la apariencia de normalidad institucional, lo que le permite ser más difícil de detectar y, como consecuencia, más costoso reaccionar contra ella por parte de las instituciones. No entiende de límites al poder ya que interpreta que representa al “pueblo” en forma directa. Esto genera falta de controles y concentración del poder y, para esto último, no se detendrán ante nada e intentaran protegerse ante los demás con ese barniz que lo llaman “progresismo”.

Ese barniz de progresía, bautizado por el actual Gobierno español con el autobombo de “mayoría progresista”, no es otra cosa que la unión de una serie de partidos con intereses varios, pero con un propósito común:  la disolución de la Constitución y la abolición de la monarquía parlamentaria. Para ello se les llenara la boca de palabrería populista y de considerarse los verdaderos representantes (y al parecer únicos) de la soberanía popular. Sus desmanes, ante esa consideración, les hará creer que pueden hacer lo que quieran, donde quieran y como quieran, pues sus acciones quedan avaladas por el “pueblo”.

Por eso, para conseguir su propósito, van erosionando la democracia liberal poco a poco, sin grandes algaradas, pero con acciones irreversibles. Es curioso que el presidente repite hasta la saciedad, único argumento ante tanto despropósito, de que el principal partido de la oposición es anticonstitucional, siendo precisamente él a quién el Tribunal Constitucional (TC) le ha tumbado más de cinco normas o procedimientos. Quien se salta la Constitución es Pedro Sánchez, que tiene el honor de pertenecer a ese grupo de dirigentes que en el siglo XXI intentan subvertir los fundamentos de las democracias que presiden para adaptarlas a sus intereses.

Vemos pues como, el de este lunes, no ha sido el primer disgusto dado a sus intereses. Parece ser que los socialistas lo han intentado otras veces, sin ir mas lejos el presidente Montilla ya intentó desprestigiar al TC en el año 2010 al rechazar su sentencia sobre el Estatut que le derribó 14 artículos del texto estatutario. Pero la soberbia del presidente del Gobierno es tan grande que, unida a las conveniencias de los partidos que lo sustentan, establece un despotismo que intenta gobernar con un solo poder: el suyo, burlándose de la separación de poderes del Estado.

A pesar de la minoría parlamentaria socialista, y sabedores que todas sus acciones serán apoyadas por esa “mayoría progresista”, han presentado de forma apresurada las enmiendas a la Ley Orgánica del Poder Judicial y la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional aprovechando el debate sobre la reforma del Código Penal. Una acción criticable, según el catedrático de Derecho Constitucional Josep M.ª Castellá, al agravar el deterioro del sistema de pesos y contrapesos establecidos en cualquier sistema democrático constitucional. 

José Antonio Puig Camps. (Dr. Ingeniero Agrónomo y Sociólogo)

Publicado 22-11-2022

martes, 6 de diciembre de 2022

EL FIN DE LA CLASE MEDIA

 

El concepto de contrato social tiene una larga tradición en el campo de la filosofía política y de la sociología, desde Thomas Hobbes y John Locke a Jean-Jacques Rousseau y, más modernamente, John Ralws. Que sostienen que este contrato es clave para explicar cómo una sociedad liberal puede funcionar de forma armoniosa. Los economistas clásicos desde Adam Smith hasta Stuart Mill abandonan ese vínculo con el contrato social confiando en el efecto auto regulador de los mercados libres que traería la prosperidad para todos. Pero no ocurrió así. El nuevo sistema capitalista se reveló como una extraordinaria máquina de creación de riqueza, pero sin habilidad para repartirla. Sólo después de la crisis financiera de 1929, la “Gran Depresión” de los años treinta y la Segunda Guerra Mundial (II G.M.) las élites capitalistas entendieron la necesidad de construir un nuevo contrato social. En el caso norteamericano “New Deal” y en Europa el “Estado del Bienestar”.

Ese contrato social, como acuerdo necesario para la convivencia política que establece las reglas del comportamiento moral y político armonioso, fue clave durante los treinta años posteriores a la II G.M., alerto al capitalismo y lo reconcilió con el progreso social y la democracia. El resultado fue la aparición de las grandes clases medias y la expansión de la democracia. Una época donde se redujo la desigualdad, la industrialización permitió elevar la productividad laboral, la economía suministró puestos de trabajo estables y salarios decentes. España construyó un contrato social de ese tipo en la segunda mitad de los setenta, en el inicio de la Transición a la democracia, con los llamados “Acuerdos de la Moncloa” del año 1977 y la Constitución de 1978.

El inicio de los ochenta con la reconversión industrial el contrato social empezaba a hacer aguas. A partir de ese momento, el capitalismo comenzó a dejar de funcionar en beneficio de todos. El crecimiento se alejó del progreso social, la desigualdad que se había reducido volvió a su senda histórica de crecimiento previa a la II G. M., los salarios reales se estancaron o crecieron por debajo de la productividad. España dejó de ser un país industrial. El desempleo crecía y las clases medias menguaban. La gran hecatombe financiera de 2008 ponía en evidencia que la situación era insoportable, y aquel país que a partir de 1994 empezaba a tener esperanza en el futuro la perdía. El rescate financiero de la Unión Europea en 2012, que no fue económico sino solo para sacar a la banca de su caída, dejó a la población con el sentimiento de un trato de favor a la banca que contrastaba con el no dado a los ciudadanos más necesitados.

En estas crisis económicas la que de verdad está padeciendo es la llamada clase media, la cual no solo no recibe ayuda alguna, sino que es la ubre donde el Estado saca los recursos necesarios para enjugar el cuantioso déficit, consecuencia de una gestión política y económica deplorable. Además de soportar la crisis sobre sus ya vencidas y desgastadas espaldas, la sufrida clase media compone la clientela de la banca, de la que no ha recibido el trato que se merecía. Cierta visión pesimista gana terreno mientras se observa cómo las economías desarrolladas avanzan hacia niveles de desigualdad y pobreza que no podrán sostener. Diríase que los países no pueden ser gobernados solo en beneficio del 1%, y que urge, por lo tanto, hacer partícipes de la prosperidad a las clases medias, hoy empobrecidas y airadas.

Ante el escenario actual de creciente polarización y desigualdad, nos preguntamos si será posible generar un nuevo contrato social que frene la desigualdad existente, consecuencia directa de que hay menos clases medias porque hay más ricos y pobres. Lo lamentable es lo segundo. Un nuevo contrato social que tenga en cuenta la gran transformación socioeconómica actual en la que han confluido cuatro revoluciones: la globalizadora (deslocalización de empresas), la tecnológica (robotización), la demográfica (más envejecimiento) y la política (menos intervención del Estado). De lo contrario se certificará el fin de la clase media.

José Antonio Puig Camps. (Dr. Ingeniero Agrónomo y Sociólogo)

Presidente Grupo de Estudios de Actualidad Valencia (AGEA)

Publicado 06-12-2022