Mi frase




MI Frase
"Cuando la vista se cruza con el deseo, haz que impere la razón".
(José A. Puig)





domingo, 24 de marzo de 2019

LA IMPORTANCIA DE UNA BUENA ELECCIÓN


En dos meses España se habrá desbocado en elecciones. Además de las elecciones generales del 28-A, esa jornada será también electoral en la Comunidad Valenciana. Apenas un mes después, el 26 de mayo, todos los ciudadanos estarán de nuevo llamados a las urnas para elegir a sus representantes en Europa, unas elecciones que coincidirán con municipales y autonómicas en todas las comunidades, excepto en Andalucía, País Vasco, Galicia y Cataluña. De todas esas elecciones, siendo todas importantes, la fundamental, como es lógico, es la primera, las elecciones generales. No se trata de una elección más. Políticamente, nos jugamos un modelo de España. Es el momento de votar correctamente, es decir, al partido que te da mayor confianza a la vista de sus actuaciones, promesas y gestión. No todos los partidos se presentan en igualdad de condiciones, sobre todo, si en el periodo electoral hay partidos trileros que, aprovechando su situación de ventaja, hacen fraude sin ser vistos. No es lo mismo el PSOE, con sus viernes sociales, tirando de chequera del dinero de los demás, que el PP, C´s, Podemos o VOX. Ni tampoco puede el ciudadano conocer cómo actuará el partido en el gobierno cuando nunca lo ha ejercido.
En todo proceso de decisión la información o conocimiento que se tiene sobre la resolución o determinación de algo dudoso o indeciso, siempre es vital. Ante la tradicional aceptación de verdades universales (científicas y morales), ahora se tiende a considerar las verdades como relativas, dependiendo de quién, cómo, o cuando las diga. Por todo ello es importante, a la hora de ejercer el voto, tener una serie de parámetros que permitan hacerlo con cierta seguridad. Entre los parámetros que van a permitir hacerlo están, por ejemplo, las listas electorales o el programa que presenta un partido. Otro factor muy importante es conocer que capacidad de gobierno tendrá, lo cual es más fácil saberlo con partidos que ya han gobernado que con los que nunca lo han hecho. A estos últimos solo queda confiar en sus promesas y darles un voto de confianza. Pero, en una sociedad como la nuestra, la confianza no siempre es fácil entregarla, máxime cuando la ciudadanía es poco dada a profundizar en los asuntos o temas que obliguen a realizar un detallado análisis, siendo mucho más fácil y cómodo aceptar los titulares, noticias no muy veraces pero atractivas o información masiva a través de las redes sociales mayoritariamente fake news. 
Llegados a este punto, solo le queda al ciudadano elegir en función de la gestión que el partido haya ejercido o pueda ejercer. La gestión del PSOE de Sánchez, como también lo fue el del su predecesor Zapatero, se basan en el gasto público, subvenciones varias e impuestos altísimos, aumento de déficit y deuda. Frente a esa propuesta tenemos otra, liberal-conservadora, la del PP de Casado y su predecesor Rajoy, que confía en el individuo, con gasto limitado y eficiente, cumplimiento del objetivo presupuestario y propósito de amortización de deuda. No son pequeñas las diferencias, y, por tanto, no son pequeños los diferentes resultados que se pueden esperar. Los otros partidos, que no han demostrado la experiencia de gobierno, hacen refritos de los programas presentados por los anteriores y les añaden algún tipo de especias para mostrar un posible cambio o sabor en su receta, siendo consciente que les va a ser imposible hacerla degustar.
El confiar en lo prometido ya sabemos que no siempre trae buenos resultados. El confiar el voto a un partido con poca presencia territorial solo lleva a encarecer el escaño, pues la ley D'Hondt tiene un efecto distorsivo que premia a circunscripciones únicas frente a la división del voto. Con ello los partidos pueden tener más votos pero menos escaños que, en definitiva, es lo que da el gobierno. Cuando una persona invierte sus ahorros, quiere buscar el mejor gestor. Prometer que se va a regalar todo, puede ser muy bonito, pero es falso. Querer cambiar de régimen, genera inseguridad y ofrecer propuestas tibias o irrealizables, no logra nada concreto. Lo que aborda lo alcanzable, lo que fija posición para dar certidumbre, con sus aciertos y sus errores, es la buena gestión. Parece razonable apostar por ella, porque nos jugamos mucho si no hacemos una buena elección, nada más ni nada menos que nuestro futuro y el de nuestros hijos.

José Antonio Puig Camps. AGEA Valencia (Dr. Ingeniero y Sociólogo)
Blog: http://josantoniopuig44.blogspot.com.es/
Twitter: @japuigcamps
Publicado 24-03-2019

jueves, 28 de febrero de 2019

LA PANTOMIMA CÍNICA


La pantomima es una representación que se realiza mediante gestos y figuras, sin la intervención de palabras. El término proviene de un vocablo griego que significa “que todo imita”. La pantomima utiliza pocas palabras y muchos gestos. Pocas palabras porque solo necesitan mostrar el gesto para que todos los que lo ven lo interpreten de la manera que más les interese. Es en definitiva una forma más de entretener al público poca dispuesto a pensar y menos a meditar lo que están observando. En estos tiempos que nos toca vivir el género de la mímica o pantomima, surgido en la época del florecimiento del Imperio Griego y el Imperio Romano, vuelva a mostrarse unido al cinismo de Antístenes y Diógenes de Sinope cuya característica era el rechazo de los convencionalismos sociales y de la moral comúnmente admitida. Dando un salto en la historia volvemos a encontrarnos con estos géneros dramáticos o cómicos cuya característica eran mostrar sus excentricidades o sátiras, y cuyas prácticas, en muchas ocasiones, eran irreverentes. 

El fenómeno de la globalización lleva consigo que cualquier forma, estilo o moda se extiende con la rapidez de la luz, sin importar que ello ya fue llevado, inventado o practicado en tiempos remotos. España, cuya pertenencia global al mundo universo está más que probada, no podía dejar pasar esos hábitos que para muchos de los políticos actuales dan sobrada experiencia en su utilización. Como los cómicos que, en sus representaciones van cambiando de vestuario o chaqueta de escena en escena para dar credibilidad a su función, los políticos y sus palmeros, muestran una gran similitud con ellos. Los escenarios van cambiando según el libreto a representar que, en el caso de los políticos y sus palmeros, está marcado por las encuestas que los medios y el CIS les indica. Unos políticos que enloquecidos por el poder, que tienen o pueden perder, engañan y descalifican sin importarles lo más mínimo el daño que puedan hacer con tal de conseguir su objetivo. Para ellos siempre el fin justifica los medios que, por desgracia, cada vez está teniendo más aplicación en la política, los negocios e incluso en cuestiones éticas.  

Si la pantomima y el cinismo eran objeto de aplicación práctica en la mayoría de los relatos y acciones de la antigüedad, las similitudes con nuestra época son evidentes. Ambas épocas parecen compartir un mismo espíritu de desorientación, de pérdida de referentes estables, un desasosiego difuso, pertinaz y borroso, una atmósfera enrarecida y desilusionada, en la cual la credibilidad de los grandes relatos ha caído, en la que el colapso de unas creencias que parecían inalterables produce un malestar en los individuos que no se puede ocultar por más tiempo. En esta pantomima cínica las esperanzas son contempladas irónicamente y los valores humanos producen risa ante el ejemplo de los mandatarios. Al individuo moderno, ante la incomprensión de la situación, no le queda otra salida que abandonar toda creencia en los demás y aferrarse a su pobre conciencia incapaz de vislumbrar su futuro ante un mundo excesivamente complejo y cuyo sentido no se deja adivinar fácilmente. Ve ante sí una vida absurda, una comedia, farsa, drama y pantomima en la que sus actores –los mandatarios- actúan sin importarles las consecuencias de sus actos en sus representados. Los cuales para seguir viviendo se envuelven en un agnosticismo, incredulidad y escepticismo que les hace actuar alegremente, sin ser conscientes que están siendo la coartada perfecta para que los poderosos puedan mantener su orden establecido a costa de su libertad individual. 

Ante la pérdida de la libertad individual, ante la impotencia de verse incapaz  de dar respuesta a tanta mentira, engaño y mendacidad, el sujeto se recubre de un cinismo para el que las convenciones sociales son ridículas. Donde la única manera que tiene para hacer frente a toda esa representación política, económica, social o religiosa, en la que ya no creen, es la de hacerse ver y notar. Utilizan, como niños incomprendidos, el desorden, la manifestación, el ruido, el inconformismo ante cualquier nueva promesa que el poder les haga. Se desafía con huelgas, se cierran carreteras, se impide que el comercio se abra y nadie es capaz de poner orden a tanto desmán. Un desmán que pone en evidencia la falta de confianza del ciudadano en las instituciones por su pasividad y falta de carácter. Los poderes públicos son cómicos que nadie toma en serio, sus pantomimas ya ni siquiera hacen gracia, y para lo único que sirven es para ponerlos en las fallas como ninots indultados, ya que esa democracia, que a tantos de ellos desespera, es la que les permite no ser quemados.

Es el activismo ético de los cínicos cuya pretensión es ocupar el lugar de aquellos prebostes que presiden o gobiernan una comunidad, o tienen una gran influencia en el Estado o Nación. Tanto en unos, como en otros, la razón dominadora presupone que debe de haber un orden y que para conservarlo es preciso engañar a los hombres. La pantomima cínica hace gala de su libertad de palabra y acción y, por ello, se opondrá al poder establecido, a esa civilización fruto de la razón que impide al ser humano ser feliz. Los ideales ilustrados ya no consiguen entusiasmar a la gente, motivar una acción colectiva encaminada a una meta. Vivimos en una sociedad fragmentada, desilusionada. De la franca carcajada de los cínicos antiguos a la sonrisa torva de los modernos podemos ver la historia degenerativa del término cínico o de la pantomima exagerada. Hoy día los poderosos han aprendido la lección, saben cómo son las cosas, no hace falta que nadie les muestre la verdad desnuda, ellos ya la conocen. Si Marx decía: no saben lo que hacen, y aun así lo hacen, hoy día la situación es más inquietante: saben perfectamente lo que hacen, y aun así lo hacen.

José Antonio Puig Camps. AGEA Valencia (Dr. Ingeniero y Sociólogo)
Blog: http://josantoniopuig44.blogspot.com.es/
Twitter: @japuigcamps
Publicado 28-02-2019

viernes, 8 de febrero de 2019

LOS CONFLICTOS DE INTERESES


Un conflicto de interés surge cuando las relaciones personales, profesionales, financieras o de otra índole, interfieren o pueden interferir con la objetividad o lealtad que obliga el poder del Estado con sus ciudadanos. El  riesgo  de  que  se  plantee  un  conflicto  de  intereses  puede  surgir  en  dos  niveles:  a  nivel  institucional,  y  a  nivel  personal.  El  conflicto  es  de  carácter   institucional cuando una organización no puede prestar servicios imparciales, su objetividad para cumplir su misión  se  ve  o  puede  verse  menoscabada,  o  tiene  una  ventaja  competitiva  injusta. La falta de objetividad y de previsibilidad de los poderes públicos es causa de grandes problemas para el conjunto de la sociedad civil en general y para los ciudadanos en particular. Todo conflicto de intereses está íntimamente relacionado con la corrupción y están presentes en numerosas decisiones de la vida de profesionales, directivos  y  empleados,  así  como  de  las  empresas  y  organizaciones,  públicas  o  privadas. 
Actualmente estamos viviendo la gran mentira de las instituciones públicas donde los gobernantes trazan su hoja de ruta en función de sus intereses particulares o de partido sin importarles las consecuencias. Cuando los intereses de parte quieren imponerse a los generales aparece el caos institucional y la sublevación ciudadana. Ante el desorden es obligación de todo gobierno establecer de forma inmediata, por el bien de la institución que se representa y por su fiabilidad, el orden y la armonía. El conflicto del taxi que, en ciudades como Madrid y Barcelona, ha puesto en peligro la convivencia ciudadana, ha mostrado el perfil de los gobiernos respectivos. Dos ejemplos que han mostrado el perfil del gobernante ante situaciones de gravedad. Por un lado, Ada Colau -presidenta del Área Metropolitana de Barcelona (AMB) y alcaldesa de Barcelona- que se ha escondido ante el problema, mostrando la cara más amarga de todo gobernante cual es el culpar a otros de su ineficacia, tomar parte en favor del sector del taxi y concederles todo lo solicitado. Por otro,  la de Ángel Garrido –presidente de la Comunidad de Madrid- con su firmeza y resistencia ante el chantaje del sector y que, a pesar de la tensión sufrida, no ha cedido ni un milímetro. Un conflicto que, al igual que otros tanto como hemos visto a lo largo de los últimos años, sirve para mostrar ante la opinión pública el coraje y personalidad de los gobernantes.
El transporte ha sido una necesidad para el hombre desde que el mundo es mundo. Con el paso de los siglos, la necesidad se ha ido convirtiendo en realidad económica, y tras ello en pujante sector económico en el más pleno sentido de la acepción. De hecho, se trata de un sector económico del que todos los demás sectores dependen fuertemente, puesto que tanto los productos, como las materias primas, como los componentes necesarios para ensamblar otros productos finales, como los propios trabajadores, cada vez más, dependen de su transporte. Las nuevas tecnologías, que tan rápidamente están emergiendo en nuestros días, están impactando y transformando el sector del transporte, a la par que en otros muchos como el de las comunicaciones. Estas últimas fueron ya objeto de un cambio drástico a partir de la Ley 11/1998, General de Telecomunicaciones, donde el monopolio de Telefónica dejo paso a segundos operadores, garantizando así la existencia de una competencia efectiva en dicho sector. Era impensable que en España, al igual que sucede en otros muchos países democráticos y de libre mercado, se mantuviera un monopolio en un campo tan competitivo y expansivo como el de las comunicaciones digitales.
Las tecnologías digitales inciden en nuestras vidas con tal fuerza que están reprogramando nuestra sociedad y, con ello, la política de los Estados. Aquellos países que no estén preparados para asumir los cambios económicos y sociales que ello conlleva, llevaran el caos al país por incapacidad de prevenir el tsunami de estas previsibles transformaciones estructurales. Estamos viviendo un cambio de era que está poniendo en evidencia a gobernantes y sectores incapaces de asumirlo. Un cambio de era que será más traumática que cualquier otra ya vivida, puesto que el avance tecnológico está obligando a que muchos puestos de trabajo sin cualificación adecuada desaparezcan. El progreso es imparable y nadie, que no esté preparado, podrá detenerlo, ni con huelgas, ni con manifestaciones y mucho menos con chantajes. Es el momento en que gobierno, empresarios y trabajadores empiecen a ser consciente de la importancia de la formación de los trabajadores, tanto actuales como futuros. Los gobiernos no pueden poner parches a base de regulaciones y decretos a los conflictos que, como el del taxi, se van a presentar. Es necesario un marco legal adecuado que permita a empresas y trabajadores adecuarse a esta nueva era digital.  
El enconado conflicto entre taxis y vehículos de alquiler con conductor (VTC) es quizá la mejor muestra de la fractura múltiple que sufre nuestro modelo socioeconómico ante la revolución tecnológica y la globalización. La solución no puede venir de diagnósticos simplistas basados en conceptos obsoletos, sino de una visión renovada de lo que significa el trabajo y la competencia en una sociedad abierta a la innovación pero capaz de corregir las injusticias de ciertos mercados. Se debe poner una solución estructural al conflicto, el cual no pasa solo por atender los intereses de políticos y conductores (taxistas o VTC), sino de los intereses de los usuarios, que se benefician en calidad y cantidad de la diversificación de la oferta. También de la sociedad en general que con este aumento de la movilidad esporádica ha conseguido una palanca para reducir el uso e incluso la adquisición del vehículo privado, con lo que supone de mejora ambiental en términos de menor congestión e incluso mayor uso del transporte público. Así pues, se trata de equilibrar la innovación con la protección de ciertos derechos, tanto de los taxistas, como de los conductores de VTC y velar asimismo por el conjunto de ciudadanos. La peor de las soluciones es la de mantener el conflicto de intereses como el que abandera la alcaldesa Colau, fosilizando el problema en una regulación de la era analógica.

José Antonio Puig Camps. AGEA Valencia (Dr. Ingeniero y Sociólogo)
Blog: http://josantoniopuig44.blogspot.com.es/
Twitter: @japuigcamps
Publicado 8-01-2019