Mi frase




MI Frase
"Cuando la vista se cruza con el deseo, haz que impere la razón".
(José A. Puig)





sábado, 15 de febrero de 2014

EL DISGUSTO DE DARWIN



La palabra “libertario”, usada como adjetivo, se caracteriza por su polisemia, es decir, por utilizarla con distintos significados, y aunque actualmente tiende a  ser ideológica, el significado apropiado se puede explicar principalmente a través del contexto en que dicha palabra es utilizada.

En este artículo la utilizaré como defensa de una libertad absoluta con supresión de todo gobierno y ley. Este uso lleva a utilizar el “matrimonio” como mero vínculo conyugal, y con ello, a reducir “la familia” a mera amistad con intimidad física sin ningún tipo de compromiso por ambas partes.

Todo ello nos lleva a considerar las uniones fugaces, o sin horizonte explícito, como uniones que resaltan la soledad en la que vive el sujeto contemporáneo que transita entre relaciones cuya estabilidad es cada vez menor. Ese transito continuo hace que, como en los animales, los hombres compitan entre sí para tener mas y mejor acceso sexual con las hembras, por lo que el hombre debe adaptar su anatomía para hacerla mas atractiva y exitosa en esa competición. Es aquí donde se presenta un atavismo en la especie humana, es decir imitar costumbres de vida arcaicas, y en nuestro caso, de vida animal.

Esa competición para tener más y mejor acceso sexual lleva a hombres y mujeres a un dimorfismo sexual, es decir, a variar su fisonomía externa con el fin de hacerla, según ellos, más atractiva al sexo que desean conquistar. Lo curioso es que los zoólogos y los etólogos llaman dimorfismo sexual a los cambios que algunas especies animales realizan en su cuerpo, para tener un acceso sexual a las hembras, y esta característica era menos conocida en la especie humana.

La actual situación, entre jóvenes y no tan jóvenes, de diferenciarse continuamente, acudiendo a todo tipo de modificaciones anatómicas, con la finalidad de ser más atractivo y promiscuo, me lleva a considerar que actualmente se están modificando los protocolos conductuales del cortejo y emparejamiento de nuestra especie. Ya no importa lo que estoy dispuesto a dar, ya no importan los sentimientos y mucho menos el amor, ahora lo que importa  es un acceso sexual rápido y sin compromiso, algo mas animal que humano.

Si Charles Darwin, con su teoría evolucionista del “origen de las especies”, encontró que no existía brecha entre la especia animal y la humana, y que esta última era la evolución de la anterior, ahora  tendría un gran disgusto al darse cuenta de que su teoría evolucionista era realmente involucionista, puesto que el ser humano cada vez quiere retroceder mas a la especie animal.
José Antonio Puig Camps- Grupo de Estudios de Actualidad

lunes, 6 de enero de 2014

DIOS HA TOMADO ACOMODO EN EL MERCADO




A finales del s. XIX F. Nietzsche presagió la muerte de Dios en la sociedad europea. Con ello el ser humano pierde su norte y desaparecen las referencias de la inmensidad de Infinitud, de la fuente del bien y de la hondura de la verdad. Pero Nietzsche, sin embargo, es consciente de que todavía no había llegado el tiempo del “nihilismo”, su vaticinio era extemporáneo.
Mas de un siglo después ese tiempo ha llegado. Vivimos en él. Dios ya no encuentra lugar en el centro de las sociedades europeas y, como dice el teólogo católico P. Hünermann, Dios se ha convertido en un extraño en nuestra propia casa. “Dios ha muerto”, las catedrales comienzan a ser espacios museísticos para el gozo estético de sus visitantes, los viejos templos se han reconvertido en salas de espectáculos, bibliotecas o centros de recreo, donde todo aquello que recuerda a la casa de Dios se aparta o destruye. En nuestras sociedades Dios brilla por su ausencia.
Quizás se le puede presentir en el horizonte de la muerte como un mas allá vagamente temible. Incluso se le tiene para imputarle catástrofes o decepciones, aun cuando se presuma de no creer ya en Él. Ni su presencia pasada es leída ya por las generaciones presentes, de tal manera que la memoria colectiva no sabrá como interpretarlo pues su ausencia no será ni siquiera percibida.
Los sacerdotes me cuentan que en las catequesis infantiles crece el número de niños que acuden a la preparación de la primera comunión sin haber sido mínimamente iniciados en el despertar religioso. Ni han orado jamás con sus padres, ni les han visto a ellos rezar. Ni siquiera han oído pronunciar la palabra “Dios” y, lo que es mas lacerante, me cuentan el caso de un niño que solamente había oído esa palabra en labios de su padre cuando blasfemaba.
En los inicios del s. XXI la incertidumbre planea mas sobre el futuro de las instituciones religiosas (las Iglesias) que sobre el de la religión o el de la espiritualidad y parece, según todos los informes sociológicos, que el momento mas crítico de una evidente fase de eclipse de Dios se ha superado. Lo sagrado perdura, renace y vuelve a dar señales de vida.
Sin embargo, algunos observadores contemplan ese retorno de la religión con preocupación e inquietud. El diagnóstico de la situación les conduce a concluir que hay muchas ofertas sobre Dios, que en su mayoría toman la forma de mercancía y producto de consumo donde, según el  sociólogo T. Luckmann, Dios ha tomado acomodo en el mercado. Hoy, en gran medida, la demanda de religiosidad responde a necesidades de tipo psicoestético, buscando tranquilizar la ansiedad y ofrecer una felicidad sin sufrimientos.
En fiestas religiosas como la Navidad y Reyes Magos donde el actor principal es Jesús, José y María: la Sagrada Familia, los grandes almacenes y los medios de comunicación se encargan de divulgar “su presencia” a través de aumento de ventas sin mostrar el mas mínimo respeto por lo que representan esas fechas ¿Es que acaso con nuestras compras estamos lacerando el compromiso de Dios con los hombres?, ¿Es que realmente Dios ha tomado acomodo en el Mercado?.

José Antonio Puig Camps (Enero 2014 –Grupo de Estudios de Actualidad)

lunes, 23 de diciembre de 2013

LO QUE ENTRAÑA LA ESPERANZA




La primera caracterización que se da de la “esperanza” es que consiste en aguardar (“guardar”: buscar con la mirada) la obtención o preservación de un bien que se aprecia. Si pensamos que la “fe” se describe como la creencia en lo sabido, es decir, creer algo que no hemos visto y que nos ha llegado por el oído o por el testimonio de otra persona, entonces, cabe decir que la esperanza consiste en buscar con la mirada lo que nos ha sido dicho de palabra (creer que veremos lo que se nos ha anunciado: fe). De ahí que, según los teólogos, en el cielo no será necesaria ni la fe ni la esperanza (se dará ya la visión de Dios) y solo queda la “caridad” activa y perfeccionada.
El entorno propio de la esperanza es, al menos, el de una relativa incertidumbre, el de la ausencia del bien completo y cumplido. Cabe tener esperanza si se es consciente de no vivir en el mejor mundo posible; si se tiene miedo de perder lo que se espera lograr o conservar. El temor y la esperanza forman parte de la lente de incertidumbre con la que se nos hace visible el destino de las cosas y de todo lo humano. Sabe ver lo mejor de cada cosa quien teme lo peor, por ello la esperanza es la no abandonada expectativa de lo mejor.
Actualmente se está educando, a través de todo tipo de medios: escuela, televisión, radio, tertulias, literatura, etc., en la desesperanza o en que se crea que la esperanza no es necesaria, por ello no se quiere hablar de la muerte, ni de la enfermedad, ni de la vejez. Si se hablará de ello, se estaría sacudiendo la modorra anestésica de nuestro mundo y se tendría que decir claramente que la esperanza es necesaria.  
Considerar el mundo y la vida de cada uno como el territorio donde el bien y el mal se enfrentan, parece tener sentido solo en la epopeya, en la poesía heroica, en la religión o en la visión infantil, donde el bien y el mal están detrás de todo lo que sucede. Es tener conciencia de que se necesita recibir ayuda, de necesitar asistencia y socorro para no sucumbir al mal. Ser como niños, reconquistar la fantasía moral de la infancia, es lo que entraña la esperanza. Es esa fantasía moral la que desinhibe los complejos que nos impiden desear que sea el mundo y la historia la que acabe bien.
Esa falta de complejos que permite aspirar y tener buen ánimo para lo más grande, para lo más inaccesible, tiene un nombre que es “magnanimidad”, la virtud de aspirar a lo mejor y el buen ánimo de procurarlo. Es tener el alma grande y el ánimo dispuesto para lo mejor y lo mayor, pues lo contrario de la magnanimidad es la mezquindad. La mezquindad es el refugio en el que se esconden, a veces inconscientemente, los que viven sin esperanza.
José Antonio Puig Camps (Navidad 2013)