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"Cuando la vista se cruza con el deseo, haz que impere la razón".
(José A. Puig)





jueves, 27 de mayo de 2021

EL NEOCOLONIALISMO DIGITAL

 

El colonialismo fue la convergencia de dos fenómenos que se desarrollaron, el primero en la Edad Media con el “espíritu de cruzadas”, y el segundo en el Renacimiento con el capitalismo. Ambos han tenido en común el control y extensión del poder político, militar y económico. Actualmente otro tipo de control se está ejerciendo en nuestro mundo, el control de la digitalización. Si el colonialismo ejercía un dominio directo sobre los países colonizados, hoy, el dominio es indirecto a través de Internet. Un dominio ejercido por las grandes potencias tecnológicas sobre otras naciones menos desarrolladas. El despliegue de las nuevas redes de comunicaciones (por ejemplo 5G) está poniendo de relieve la existencia de una competición geopolítica por el control e implantación de las nuevas tecnologías. Un despliegue que está poniendo en juego algo más que una correcta utilización de las enormes oportunidades que ofrece la tecnología para mejorar las cosas. Lo que también está en juego es la preponderancia tecnológica que, una vez más, se convierte en campo de enfrentamiento geopolítico entre las grandes potencias: el neocolonialismo digital de la dependencia tecnológica.

La dependencia tecnológica es un tributo que, los países menos adelantados, tienen que pagar a otros al tener que depender económica y tecnológicamente de ellos. Unos países, pocos, que con su dominio digital ponen a sus empresas en el “hit parade” de los valores bursátiles jamás alcanzado a lo largo de la historia. Un dominio que acrecienta la brecha digital en nuestro planeta. Las empresas digitales estadounidenses como Apple y Amazon, han llegado a superar el billón (trillón americano) de dólares, casi el PIB de España. Entre los veinte primeros gigantes de la economía digital, según el Foro Económico Mundial, no hay ninguna empresa europea. Todas son de EE UU o de China. Las cinco mayores, Apple, Amazon, Alphabet (Google), Microsoft y Facebook, son estadounidenses. En los puestos 6º y 7º llegan dos chinas (Alibaba y Tencent). Los cinco gigantes digitales junto a Netflix acumulan el 40% del crecimiento del índice S&P 500 de la bolsa de Nueva York.

Si el colonialismo europeo fue y sigue siendo desacreditado por su influencia cultural en los países dominados, donde el inglés y el francés, la lengua de los dominadores, fue impuesta, hoy los nuevos colonizadores tecnológicos no solo imponen su lengua y costumbres sino también la forma de trabajar y de ocupar el ocio. Un dominio que, en momentos como los actuales de depresión económica, el Covid-19 también está acelerando las tendencias tecnológicas que ya estaban en marcha. Una de las que más destaca es que las grandes tecnológicas se están volviendo más grandes, ganando más valor a partir de activos intangibles como datos, algoritmos y propiedad intelectual, y no solo a través de activos tangibles como mano de obra física o bienes y servicios. Esta creciente concentración de poder y riqueza en manos de unas pocas empresas digitales globales forjará la política nacional e internacional cuando salgamos de la pandemia y, por otra parte, la desigualdad entre las personas que pueden tener acceso o conocimiento en relación a las nuevas tecnologías será mayos con este neocolonialismo digital.

José Antonio Puig Camps. (Dr. Ingeniero Agrónomo y Sociólogo)

Presidente Grupo de Estudios de Actualidad Valencia (AGEA)

Publicado 27-05-2021

martes, 4 de mayo de 2021

DIGITALIZACIÓN DE LA ECONOMÍA

 

La digitalización es una realidad creciente en España que ha levantado el interés de todos los agentes sociales y que ha derivado en la creación de una economía digital. Por ello, es relevante acotar y medir la economía digital como indicador de prosperidad en España. Este proceso de transformación se está acelerando por la crisis generada por la COVID-19, sin precedentes en la historia moderna de la economía española, en la que la economía digital se ve afectada de dos maneras: coyunturalmente y estructuralmente. La primera queda patente por el incremento de la demanda de la economía digital que se ha producido con la crisis del coronavirus, por ejemplo con el aumento de un 50% de un comercio electrónico, que podría desvanecerse de forma importante tras la crisis. El segundo, el estructural, tiene efectos permanentes, algunos positivos como el lanzamiento de programas digitales o la consolidación del teletrabajo, otros negativos como el aumento de la brecha digital, es decir, la distribución desigual en el acceso, en el uso, o en el impacto de las TIC entre grupos sociales. Unos grupos que pueden definirse con base a criterios de género, geográficos o geopolíticos, culturales, o de otro tipo.

Podríamos definir la economía digital como toda aquella actividad económica que está basada en bienes y servicios digitales, ya sean nuevos modelos de negocio o modelos de negocio transformados. El tamaño de la economía digital en España se aproximó al 19% del PIB en 2019, según el informe Economía Digital en España. El estudio fue presentado en junio del 2020 por la Asociación Española de Economía Digital (Adigital) y Boston Consulting Group (BCG), e incluye una serie de metodologías para el cálculo de la contribución de los tres componentes de la economía digital: infraestructura (hardware, software, capital humano, etc.), e-business, es decir, cómo la tecnología digital influye en el proceso de los negocios de la TIC y e-commerce, referido al comercio electrónico o compraventa de bienes y servicios por internet.

Evidentemente no todos los sectores productivos tienen iguales avances tecnológicos, de ahí que en los estudios se deben clasificar en cuatro grupos. Los líderes, son los sectores plenamente digitalizados y donde el componente digital forma parte de la cultura de la empresa, mantienen un grado de digitalización medio del 89% y una contribución a la economía digital del 33%. Los maduros, son aquellos sectores que avanzan y están finalizando planes de transformación digital y buscando mejoras en el negocio, tienen un grado de digitalización medio del 35% y una contribución a la economía digital del 13%. Luego están los sectores en crecimiento, aquellos que están iniciando programas digitales, siendo la categoría más relevante para la economía digital con un grado de digitalización medio del 10% y una contribución a la economía digital del 44%. Por último están los sectores incipientes, con escasa inversión digital y que sólo han realizado pruebas de concepto en aspectos imprescindibles para su viabilidad (p.ej. inmobiliario, agricultura, servicios), tienen un grado de digitalización medio bajo un 3% y una contribución a la economía digital del 10%.

La digitalización es sin duda el factor de transformación más relevante de la sociedad en las últimas décadas, un cambio que impacta de manera global en cómo nos relacionamos, consumimos o actuamos como ciudadanos, y un elemento central sobre el que debe pivotar el crecimiento económico presente y futuro. Por otra parte, genera y transforma los actuales modelos económicos y, a su vez, modifica la forma en que los Estados y las Administraciones Públicas se relacionan entre sí y con los individuos y las empresas. Así lo reflejan los programas y políticas de todos los gobiernos y muy especialmente de la Unión Europea quien, junto a la Economía Verde lo considera uno de los pilares para los próximos cinco años. Aunque la digitalización hace tiempo que dejó de ser una tendencia para convertirse en nuestra realidad, en nuestro presente, el Informe España Nación Digital, edición 2019, indica que España no ocupa un lugar relevante entre el grupo de países líderes en cuanto a digitalización, ni a nivel global ni en su contexto europeo, a pesar de los avances experimentados en los últimos años.

De seguir así, no será capaz de capturar el valor asociado a ese liderazgo, con el consiguiente coste de oportunidad en términos de crecimiento y creación de empleo. Esto es especialmente preocupante en un contexto digital que tiende a la concentración, tanto a nivel geográfico como especialmente empresarial. Únicamente cinco países, cuatro de ellos asiáticos −China, Taiwán, Japón, Corea y los Estados Unidos−, según la OCDE, son responsables del desarrollo de más del 70% de las 25 tecnologías digitales punteras. Tres de ellos −Estados Unidos, China y Japón− concentran más de dos tercios del gasto mundial en I+D, del que son responsables apenas 200 empresas.

 

José Antonio Puig Camps. (Dr. Ingeniero Agrónomo y Sociólogo)

Presidente Grupo de Estudios de Actualidad Valencia (AGEA)

Publicado 04-05-2021

 

lunes, 19 de abril de 2021

LA NUEVA PANDEMIA: LA SOLEDAD

 

La soledad impuesta y prolongada, durante largos períodos de tiempo afecta al individuo: depresión, aislamiento y reclusión; y una cierta incapacidad de establecer relaciones con los demás. Es sin duda,  uno de los más graves problemas de la sociedad actual. Pero la soledad, no es un fenómeno exclusivo del envejecimiento. Es un fenómeno transversal que puede acompañarnos en cualquier etapa de nuestra vida. Cualquier persona puede sufrir soledad no deseada en la infancia, adolescencia, edad adulta hasta llegar a la vejez.

Nuestro modelo social es proclive a la soledad, a veces, angustiosa y aislante, que ahoga y veta la felicidad; y que se cobija falsamente, como sucedáneo, en el confort de la tecnología; que permite aislarse del mundo exterior y recluirse permanentemente en una habitación. Un aislamiento de meses e incluso años, siendo Internet la única conexión con el mundo exterior. Pero esto no deja de ser una patología, que  los japoneses han bautizado como “hikikomori”. Una enfermedad que no es un problema de ahora, surgido por el Covid-19: es un mal que existe desde hace tiempo y, poco a poco, se ha vuelto más grave ante la escasa atención que hemos prestado a esa situación. Es una de las peores pandemias de la modernidad que lleva consigo dosis de tristeza, angustia, ansiedad, miedo e incluso suicidio.

Ante la gravedad de esta nueva situación, muchos gobiernos han comenzado a diseñar mecanismos específicos para estudiar la soledad, entenderla y enfrentarla, creando una figura dedicada específicamente a esta tarea: el Ministerio de la Soledad; que deberá actuar primeramente como espacio oficial capaz de recoger, medir y cuantificar los niveles de soledad en cada país; pues  solo con ese conocimiento será posible tomar acciones preventivas y paliativas. Reino Unido creó el Ministerio en 2018; Alemania, en 2019, el Comisionado Oficial para la Soledad; y Francia, en ese mismo año, el Proyecto Monalisa. Este 2021, Japón notificó  la necesidad de establecer un Ministerio de la Soledad, para lidiar con la crisis interna que la soledad asedia al país (solo en 2020 se registraron 20.919 suicidios entre su población).

En España, la última Encuesta continua de hogares elaborada por el Instituto Nacional de Estadística (INE) ofrece una radiografía de cómo las familias españolas han afrontado este 2020 de pandemia y confinamiento y revela que un total de 4.849.900 personas han vivido estos duros meses en soledad (un 2% más que en 2019). De manera que los hogares compuestos por un solo miembro suponen ya el 26,1 % del total, el segundo más frecuente por detrás de los compuestos por dos personas (30,4 %). Según la psicóloga Tamara de la Rosa, este aumento de personas que viven en soledad, es posible que se deba más a un cambio de mentalidad y las circunstancias de cada uno. Muchas veces el ritmo de vida, obligaciones y responsabilidades dan poco margen para tener la vida social que realmente nos gustaría. Relacionarnos y compartir momentos con otras personas, mejora nuestro estado de ánimo, nuestro bienestar personal y ayuda nuestro crecimiento personal.

José Antonio Puig Camps. (Dr. Ingeniero Agrónomo y Sociólogo)

Presidente del Grupo de Estudios de Actualidad

Publicado blog: 190421