Mi frase




MI Frase
"Cuando la vista se cruza con el deseo, haz que impere la razón".
(José A. Puig)





miércoles, 29 de mayo de 2019

POTESTAS O AUCTORITAS


En la cultura romana se distinguía la potestas de la auctoritas. Potestas era el poder que se poseía simplemente por ostentar un cargo jerárquico. Cargo que marca el grado de poder de quien lo ostenta, y las personas le obedecen por ello independientemente de quien lo ocupe. Su poder durará el tiempo que lo posea y obtendrá la sumisión o acatamiento de sus subordinados, pero nunca ganará su respeto. Auctoritas, por su parte, era la cualidad por la que una persona se hacía merecedora del respeto y admiración de sus semejantes a través de la demostración continuada de experiencia, conocimiento y denotadas habilidades personales. Un directivo que además tenga auctoritas lleva una trayectoria en su trabajo, esfuerzo, sacrificio y conocimiento que le hacen merecedor del honor de ser escuchado. Por lo tanto, cuando hablamos de un auténtico líder debe de tener las dos cualidades: potestas y auctoritas. La potestas, es posible, que se pueda dar. La auctoritas no, debemos ganarla en nuestra trayectoria diaria de trabajo y dignidad. Si el poder no va acompañado de autoridad (auctoritas), se obtiene solamente una baja motivación de la sociedad. Si el poder va unido a la autoridad moral los integrantes de la comunidad estarán mejor dispuestos a dar más de si de lo que se conseguiría por una mera obligación legal.
Cuando el poder carece de autoridad la ciudadanía carece de estimulación para ejercer sus quehaceres diarios, ¿cómo puede estar motivada a dar más de sí cuando ve que su trabajo en gran medida solo sirve para alimentar al insaciable monstruo burocrático que la clase política ha establecido? Una clase política que detenta el poder (las potestas) haciendo leyes que requisan rentas y patrimonio. Un poder legal que, basado en mentiras y artimañas, merman los jornales de los ciudadanos para saciar una administración sobredimensionada, redundante e ineficaz. El actual poder no tiene autoridad para exigir más de lo que ellos están dispuestos a dar a cambio. Sin embargo, ese poder debe anestesiar a la ciudadanía ya que siguen votándolos, a pesar de que sus programas políticos hablen constantemente de aumento fiscal.  Así lo hemos visto en las últimas elecciones del 28 de Abril de este año.
Partidos como el PSOE, con su coligado podemita, han propuesto asfixiar al contribuyente para tener más ingresos y, a pesar de ello, el ciudadano le da el premio de salir elegido. Otros partidos como el PP o VOX prometieron aplicar la mayor rebaja fiscal y han sido derrotados. Esos partidos que quieren impuestos más altos, nuevas figuras impositivas y aumento progresivo de la presión fiscal a lo largo de los años, han sido ratificados con sus resultados electorales. Ya tiene luz verde para hacer lo que quieran. Esto parece una historia más de Kafka ante las situaciones absurdas y cometidos tan descabellados que cualquiera de nosotros hubiéramos considerado condenados al fracaso. Pero no, ahí los tenemos, tan campantes y orgullosos de sí mismos que a partir de ahora ya va a ser imposible que sus medidas puedan ser consideradas absurdas. Un poder otorgado en las urnas que llena de orgullo al que lo ostenta y que le impide reconocer sus límites de tener autoridad para aplicar ese poder.
El poder (potestas) deberá acompañarse de la autoridad (auctoritas) para ejercerla. Pero para ello deberá el político tener la humildad de acompañarse constantemente del esclavo que le mantenga con los pies en el suelo, tal y como hacían los romanos al celebrar sus triunfos. La cultura romana, con el fin de honrar a los victoriosos, celebraba ceremonias donde el general agasajado  iba acompañado en el carruaje (la biga) por un esclavo que, sosteniendo los laureles de la victoria sobre su cabeza, le recordaba constantemente: Respice post te, hominem te esse memento (Mira tras de ti y recuerda que eres un hombre) (y no un dios). Parece ser que el Senado romano obligaba a esta tradición para tratar de evitar la desmesura que provocaba el éxito y que posteriormente solía desembocar en abusos de poder.
Después de más de 2000 años parece que en esto no hemos evolucionado apenas nada. De hecho quizá hayamos retrocedido. Seguimos asistiendo a actos de arrogancia desmedida. Seguimos presenciando elección tras elección como ningún partido tiene la suficiente humildad para reconocer que ha perdido, pues todos han ganado. Solo importa la potestas (el poder), a cualquier precio, sin ser consciente que ella no es suficiente para tener la autoridad (auctoritas) de ganarse ese poder. No tenemos líderes políticos que asuman ambas cualidades y así nos va a los españoles. Es así como año tras año vivimos en entornos profundamente quebradizos, muchos de ellos fuera de nuestro control aunque pensemos que podemos controlarlos de alguna manera. “Recuerda que eres mortal” cuando estás en lo más alto porque antes o después no lo estarás. “Recuerda que eres mortal” cuando solo miras hacia los de arriba y no hacia los de abajo. “Recuerda que eres mortal” para poder aceptar la derrota y aprender de ella. El poder y la autoridad forjan al líder, aquel que reconoce en todo momento que la humildad no es carecer de ego sino saber adminístralo cuando le van bien las cosas.


José Antonio Puig Camps. AGEA Valencia (Dr. Ingeniero y Sociólogo)
Blog: http://josantoniopuig44.blogspot.com.es/
Twitter: @japuigcamps
Publicado 29-05-2019

sábado, 27 de abril de 2019

FEMINISMO O MACHISMO CON FALDAS


El feminismo actual, para algunos de cuarta generación, está basado en la ideología de género que establece como base de sus reivindicaciones que las diferencias entre el hombre y la mujer son construcciones culturales, un aprendizaje social independiente del sexo, es decir diferencias culturales y no biológicas. Desde las primeras reivindicaciones de la mujer para alcanzar un status social, político y laboral semejante al masculino, al feminismo tradicional se ha ido uniendo varias corrientes de pensamiento que han aportado su ideología hasta llegar a este cuerpo doctrinal lleno de evidentes contradicciones que llamamos ideología de género.
En un primer momento, el movimiento conocido como “feminismo”, que aparece en una revista de finales del siglo XIX (La Citoyenne, 1882), reivindicaba el derecho al voto femenino, a ejercer profesiones consideradas como “masculinas”, al acceso a las universidades y el obtener un salario digno. Los años 60 aportan una nueva ola feminista liberal representada por la NOW (National Organization for Woman) de Betty Friedan –La Mística de a feminidad, 1963- que radicaliza el pensamiento de Simone de Beauvoir. Paralelamente, la liberación sexual de la mujer supone que ésta se comporte frente al sexo como podría comportarse un varón, es la liberación sexual que exige un sexo sin “consecuencias indeseadas”, es decir, sin maternidad para la mujer: y ahí son determinantes la homosexualidad, la anticoncepción y el aborto. Este feminismo radical, protagonista de los años 60-70 del siglo XX, llamado de tercera generación, presenta dos perfiles: uno liberal-reformista: orientado a que la mujer sea dueña de su propio cuerpo; otro activista político: centrado en la lucha de clases y en la búsqueda de la desaparición de la familia causa de la opresión feminista. En ambas variantes se detectan dos características que derivan de su base ideológica socialista: la falta de ética en la utilización de los medios para obtener sus fines y el totalitarismo en la imposición de sus postulados.
Es en 1975, en la conferencia de Naciones Unidas sobre la mujer, donde irrumpen con exigencias las feministas de género. A lo largo de los años 80 y 90 del pasado siglo, las ideólogas de este feminismo de género, en su inmensa mayoría lesbianas, fueron radicalizando la ideología y disociándose definitivamente de la biología femenina. Esta nueva ola de feminismo llamado de género, tal y como aparece en el libro de Cristina Hoff Sommer “Quién robo el feminismo”, se contrapone al feminismo de equidad, que busca la igualdad de derechos y dignidad para todos. El feminismo de género considera que el sexo es discriminatorio por sí mismo ya que el sexo es diferente para hombres y mujeres, sin embargo, el género, es decir, la construcción social que de nuestra sexualidad hagamos, deslindada de la realidad biológica, es totalmente antidiscriminatorio, según los parámetros de la ideología de género. Es entonces cuando la libertad de las mujeres se asoció a su salud sexual y reproductiva, a la desaparición de “consecuencias indeseadas y discriminatorias” de la biología, es decir, aborto, contracepción, vientres de alquiler, etc., cuyos resultados acarrea a la mujer prejuicios para la salud y traumas por la eliminación de un hijo en formación, ¿hasta qué punto la cuota a pagar por una liberación sexual al margen de la biología, está siendo un precio excesivo para la propia mujer a la que se dice beneficiar?
Desaparecido el feminismo de equidad, por este nuevo feminismo tan extremista, los movimientos feministas toman una nueva deriva de radicalización que va unida a la renuncia absoluta al cuerpo femenino. Con una creciente mayoría de representantes partidarios de estas teorías en la ONU y de la multinacional del aborto International Planned Parenthood (IPPF) diseñando los programas de “salud sexual y reproductiva” de la mujer, teóricamente buscando el beneficio de la mujer pero, en la práctica, embolsándose increíbles cantidades de dinero por ello. La deriva de género se empieza a imponer al mundo mediante diversos tratados que obligan a los países firmantes. Es en la IV Conferencia Mundial de las Naciones Unidas sobre la Mujer, celebrada en Pekín (septiembre 1995), en la que se instauró el uso de la palabra “género” como el rol social, que en nada tiene que ver con el sexo al que se pertenece, que viene asignado por la educación que se recibe y no a la biología que es lo evidente. A partir de Pekín, el desembarco de la ideología de género ha sido un paseo triunfal por un mundo engañado, desprevenido o sin capacidad de defenderse.
La ideología de género afirma que hombres y mujeres somos exactamente iguales en todo, no sólo en dignidad y derechos, sino que afirma que tenemos las mismas percepciones, capacidades, gustos, deseos, comportamientos e intereses y que somos intercambiables, como dos ladrillos en una pared, sí se nos educa de igual forma. Puesto que es la educación, y no la biología, la que nos hace hombres o mujeres, la “culpa” de que una mujer sea tal cosa es de los vestidos, las muñecas, el color rosa y el ejemplo nefasto de su madre. De esa misma forma, los balones, los juegos competitivos, el color azul y el referente paterno es lo que hace varón al hombre. Igualmente sería de esperar que una educación idéntica nos hiciera ser idénticos. Esta deriva hacia el feminismo de género confunde el cuerpo y la fisiología con organigramas culturales y sociales, pensando que negar una realidad la va hacer desaparecer. Una deriva que llega a considerar como culpable de todos los males de la mujer al hombre a quién, en palabras de Andy Warhol, habría que exterminarlo y evitar traerlos al mundo.
Estas ideas se están difundiendo constantemente en manifestaciones y coloquios de la ideología de género, sin que nadie prohíba su difusión. Unas ideas, comparables al “Mein Kampf” de A. Hitler, que vertebran el discurso feminista de esta cuarta generación incitando a la merma de derechos de los varones que ya aparecen en algunas leyes. Una cuarta generación de feminazis (acrónimo de feministas y nazis), feministas radicalizadas, cuyas ideas no solo se propagan sino que son aplaudidas. Un odio al varón que está ayudando a que muchas mujeres frustradas y sin excesiva capacidad de análisis aborrezcan, de forma irracional y hasta querer su muerte, a un colectivo al que culpan de todas las maldades en el más puro estilo utilizado por regímenes dictatoriales de triste recuerdo contra etnias, religiones o razas “eliminables”. Un hembrismo que reivindica una posición de supremacía femenina equivalente a lo que se achaca al concepto de machismo. Un feminismo que podemos definirlo como el Papa Francisco indicaba de “un machismo con faldas”.

José Antonio Puig Camps. AGEA Valencia (Dr. Ingeniero y Sociólogo)
Blog: http://josantoniopuig44.blogspot.com.es/
Twitter: @japuigcamps
Publicado 27-04-2019

domingo, 24 de marzo de 2019

LA IMPORTANCIA DE UNA BUENA ELECCIÓN


En dos meses España se habrá desbocado en elecciones. Además de las elecciones generales del 28-A, esa jornada será también electoral en la Comunidad Valenciana. Apenas un mes después, el 26 de mayo, todos los ciudadanos estarán de nuevo llamados a las urnas para elegir a sus representantes en Europa, unas elecciones que coincidirán con municipales y autonómicas en todas las comunidades, excepto en Andalucía, País Vasco, Galicia y Cataluña. De todas esas elecciones, siendo todas importantes, la fundamental, como es lógico, es la primera, las elecciones generales. No se trata de una elección más. Políticamente, nos jugamos un modelo de España. Es el momento de votar correctamente, es decir, al partido que te da mayor confianza a la vista de sus actuaciones, promesas y gestión. No todos los partidos se presentan en igualdad de condiciones, sobre todo, si en el periodo electoral hay partidos trileros que, aprovechando su situación de ventaja, hacen fraude sin ser vistos. No es lo mismo el PSOE, con sus viernes sociales, tirando de chequera del dinero de los demás, que el PP, C´s, Podemos o VOX. Ni tampoco puede el ciudadano conocer cómo actuará el partido en el gobierno cuando nunca lo ha ejercido.
En todo proceso de decisión la información o conocimiento que se tiene sobre la resolución o determinación de algo dudoso o indeciso, siempre es vital. Ante la tradicional aceptación de verdades universales (científicas y morales), ahora se tiende a considerar las verdades como relativas, dependiendo de quién, cómo, o cuando las diga. Por todo ello es importante, a la hora de ejercer el voto, tener una serie de parámetros que permitan hacerlo con cierta seguridad. Entre los parámetros que van a permitir hacerlo están, por ejemplo, las listas electorales o el programa que presenta un partido. Otro factor muy importante es conocer que capacidad de gobierno tendrá, lo cual es más fácil saberlo con partidos que ya han gobernado que con los que nunca lo han hecho. A estos últimos solo queda confiar en sus promesas y darles un voto de confianza. Pero, en una sociedad como la nuestra, la confianza no siempre es fácil entregarla, máxime cuando la ciudadanía es poco dada a profundizar en los asuntos o temas que obliguen a realizar un detallado análisis, siendo mucho más fácil y cómodo aceptar los titulares, noticias no muy veraces pero atractivas o información masiva a través de las redes sociales mayoritariamente fake news. 
Llegados a este punto, solo le queda al ciudadano elegir en función de la gestión que el partido haya ejercido o pueda ejercer. La gestión del PSOE de Sánchez, como también lo fue el del su predecesor Zapatero, se basan en el gasto público, subvenciones varias e impuestos altísimos, aumento de déficit y deuda. Frente a esa propuesta tenemos otra, liberal-conservadora, la del PP de Casado y su predecesor Rajoy, que confía en el individuo, con gasto limitado y eficiente, cumplimiento del objetivo presupuestario y propósito de amortización de deuda. No son pequeñas las diferencias, y, por tanto, no son pequeños los diferentes resultados que se pueden esperar. Los otros partidos, que no han demostrado la experiencia de gobierno, hacen refritos de los programas presentados por los anteriores y les añaden algún tipo de especias para mostrar un posible cambio o sabor en su receta, siendo consciente que les va a ser imposible hacerla degustar.
El confiar en lo prometido ya sabemos que no siempre trae buenos resultados. El confiar el voto a un partido con poca presencia territorial solo lleva a encarecer el escaño, pues la ley D'Hondt tiene un efecto distorsivo que premia a circunscripciones únicas frente a la división del voto. Con ello los partidos pueden tener más votos pero menos escaños que, en definitiva, es lo que da el gobierno. Cuando una persona invierte sus ahorros, quiere buscar el mejor gestor. Prometer que se va a regalar todo, puede ser muy bonito, pero es falso. Querer cambiar de régimen, genera inseguridad y ofrecer propuestas tibias o irrealizables, no logra nada concreto. Lo que aborda lo alcanzable, lo que fija posición para dar certidumbre, con sus aciertos y sus errores, es la buena gestión. Parece razonable apostar por ella, porque nos jugamos mucho si no hacemos una buena elección, nada más ni nada menos que nuestro futuro y el de nuestros hijos.

José Antonio Puig Camps. AGEA Valencia (Dr. Ingeniero y Sociólogo)
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Twitter: @japuigcamps
Publicado 24-03-2019