Mi frase




MI Frase
"Cuando la vista se cruza con el deseo, haz que impere la razón".
(José A. Puig)





miércoles, 28 de octubre de 2015

EL ENVEJECIMIENTO: No existe una persona mayor típica



¡Qué manía tienen algunos partidos políticos para considerar la juventud como un atributo destacable en su actuación de gobierno!
Estos partidos deberían leerse el Informe Mundial sobre el Envejecimiento y la Salud 2015. Si lo hicieran, cosa que dudo pues muchos de estos jóvenes hablan mucho y leen poco, se darían cuenta que, tales atributos: juventud, deben ponerse en cuarenta al enfrentarlos con la realidad actual sobre lo que las personas mayores son capaces de hacer.
Uno de los retos que los llamados nuevos partidos, pero con políticas antiguas, deben conocer para descalificar inmisericordemente a lo viejo, es que muchas percepciones y supuestos comunes sobre las personas mayores se basan en estereotipos anticuados. Esto limita la forma en la que conceptualizamos los problemas, las preguntas que hacemos y nuestra capacidad para aprovechar oportunidades innovadoras. La experiencia indica –según la OMS-, que se necesitan nuevas perspectivas.
Las poblaciones mayores se caracterizan por una gran diversidad. Por ejemplo, algunas personas de 80 años tienen niveles de capacidad física y mental comparables a los de muchos jóvenes de 20 años. Además, sigue instruyéndonos la OMS, es preciso tener en cuenta que otras personas, en cambio, presentan una disminución considerable de sus capacidades a edades mucho menores.
La edad avanzada no implica dependencia. Las suposiciones acerca de la dependencia debido a la edad ignoran las numerosas contribuciones que las personas mayores hacen a la economía. Por ejemplo, una investigación en el Reino Unido, en 2011, calculó que, después de compensar los costos de pensiones, bienestar social y salud con las contribuciones realizadas a través de impuestos, gastos de consumo y otras actividades de valor económico, los adultos mayores hacían un aporte neto a la sociedad de casi 40.000 millones de libras, una cifra que será de 77.000 millones de libras en 2030.
Se habla mucho de discriminación social sin poner el acento en que, actualmente, podría haber más discriminación por razones de edad que por sexo o la raza. La discriminación contra las personas de edad avanzada no solo les afecta a ellas, sino que también ocasiona graves consecuencias para la sociedad en general.
Las distintas manifestaciones de esta discriminación, ya sean prejuicios, actitudes, prácticas o políticas, perpetúan estas creencias desvalorizantes y pueden dificultar la adopción de políticas más racionales y menoscabar la calidad de la atención sanitaria y social que se presta a las personas mayores.
En la edad avanzada, la salud no debe definirse solamente como la ausencia de enfermedad. Todos los adultos mayores pueden gozar de buena salud y continuar realizando todas las actividades que les interesan. A menudo, el gasto social y sanitario dedicado a los ancianos se considera un costo para la sociedad cuando, en realidad, debe entenderse como una inversión que permite ofrecerles la oportunidad de seguir realizando numerosas contribuciones positivas.
La OMS indica que datos empíricos demuestran que la pérdida de capacidad generalmente asociada con el envejecimiento solo se relaciona vagamente con la edad cronológica de una persona. No existe una persona mayor “típica”. Una vida más larga es un recurso extremadamente valioso. Otorga la oportunidad de repensar no solo cómo vivir la vejez, sino cómo podría desarrollarse toda nuestra vida.
Los partidos jóvenes, y sus dirigentes, pueden esgrimir que la salud de un anciano es un hándicap en su actividad que los enfrenta a la de los más jóvenes. Sin embargo, la OMS responde diciendo que la mala salud no tiene que ser una característica predominante de la edad avanzada. Cuando la persona mayor vive en buen estado de salud, esa nueva etapa de su vida, su capacidad para hacer lo que valoran será apenas diferente a la de una persona más joven.

José Antonio Puig Camps. AGEA Valencia (Dr. Ingeniero y Sociólogo)
http://josantoniopuig44.blogspot.com.es/
Twitter: @JapuigJose

miércoles, 14 de octubre de 2015

DÍA DEL DESCUBRIMIENTO



En la escuela me enseñaron que el 12 de octubre de 1492, tres carabelas capitaneadas por Cristóbal Colón descubrió América, concretamente una isla de las Bahamas (Guanahani). También me enseñaron que ese descubrimiento constituye uno de los momentos fundamentales de la historia universal y representa el encuentro de dos mundos que habían evolucionado independientemente desde el origen de la humanidad, lo cual cambió el rumbo de la historia.
Han pasado muchos años desde que deje la escuela y descubro con asombro, pues aún me siguen sorprendiendo algunas cosas, que cada aniversario, de aquel descubrimiento, siempre salen voces disonantes que ponen en tela de juicio ese gran acontecimiento. Más aún, cambian la historia de España como si se tratara del menú de un restaurante, hoy Colón es de Génova y otro día leo que es catalán.
Pero lo que más me duele es que se reniegue de nuestra bandera, de nuestro ejército, de nuestra historia, de nuestra Patria. Cada vez siento más envidia de esos países que ponen su bandera en lo más alto de su casa, en la solapa y hasta se visten con esos colores, sin vergüenza y con mucho orgullo de lo que son. En España, sin embargo, vivimos acomplejados de ser españoles, maniatados ante las violaciones a nuestros símbolos patrios y lo que más ofende, sin la confianza de que se haga justicia ante tanta afrenta y tanta vileza. Se defiende más al que ofende que al ofendido.
No debemos negar que, en todo aquel proceso colonial, se produjeron desmanes y abusos de todo tipo, como ocurre en cualquier colonización que dura, como en el caso de España, casi cuatro siglos. Pero gracias a ese descubrimiento estamos hermanados con más de 500 millones de personas de distinta raza, religión e ideología que usamos un lenguaje común: el español. Hechos, como este, no hemos sido capaces de enseñarlos correctamente en las escuelas, sobre todo en regiones con intereses torticeros que han ocultado, con aviesas intenciones, una realidad reconocida en todo el mundo civilizado.
¿Cómo podemos los españoles sentir vergüenza de nuestros orígenes? cuando vivimos en un país: España, que ocupa el quinto lugar del mundo como país más seguro, el segundo lugar donde menos niños mueren, el segundo de Europa por fabricación de automóviles, la tercera potencia del mundo en materia turística o la octava que mayor porcentaje de su PIB destina al estado del bienestar. Sentir vergüenza ¿de qué?, tal vez, de no ser español.
Este, mi país: España, que me ha permitido ser libre, pensar y decir lo que he querido, leer y estudiar lo que me ha apetecido, ir a donde he deseado y disfrutar de una paz que cuantos quisieran en este planeta. Tal vez no nos demos cuenta de ello, pero tenemos la obligación de conocer y estar agradecidos al día del descubrimiento. La estulticia no debería ser patente de corso para decir y hacer lo que uno quiera, pues la necedad, la ignorancia y las tonterías sí que deben avergonzar.

José Antonio Puig Camps. AGEA Valencia (Dr. Ingeniero y Sociólogo)
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viernes, 25 de septiembre de 2015

LA DECISIÓN CORRECTA...O NO



Hacía muchos años, tal vez veinte, que no veía a un buen amigo de carrera: esa que en mi época era de siete años y que los dos primeros parecían interminables. En nuestro encuentro nos miramos fijamente: como si quisiéramos en unos instantes escrutar el paso del tiempo en nuestros rostros: como si quisiéramos advertir que el uno, yo/el, era más viejo que el otro, el/yo. La verdad es que el tiempo pasado, no fue gratis: dejó en nuestros rostros y también en nuestras vidas -aunque yo no conociera la suya- su herida. La descalabradura de nuestra existencia.
Nuestro encuentro sirvió para ponernos –más o menos- al día de lo hecho y lo que, como consecuencia, dejamos de hacer. Esto último, nos tomó muy poco tiempo, tal vez por qué lo soñado en nuestras juventudes habían sido eso: sueños, utopías.  Reíamos, de aquello que pretendimos y no conseguimos, de amigos en común, de aficiones juveniles y de alguna que otra chica -de aquel lejano tiempo- que no volvimos a ver.
Coincidimos en que esos sueños, a veces, muestran de nuevo su cara y nos machacan el intelecto como si nos dijeran: ¡aún estás a tiempo! Mi amigo: amante de la música, quiso recobrar su afición: el violín, y pasaba el tiempo mostrándose así mismo que el tiempo, realmente, había pasado. A mí: de aficiones pocas, fui más pragmático y busqué aquello que me permitiera practicar una de mis pocas cualidades: la comunicación. 
Cuando inicias una carrera, eres joven –tal vez demasiado joven- y no tienes ni la formación, ni los consejos, ni el conocimiento, ni, ni –muchos ni- para tomar la decisión correcta. Tomé, entonces, la decisión de hacer ingeniería, sin tener en cuenta que una vez tomada esa decisión, y realizada, no habría posibilidad de retorno. Esa profesión me hizo deambular por diversos derroteros, sin un rumbo claro y fijo: lo único que se deseaba era encontrar un trabajo -si también entonces era difícil encontrarlo-, y por ello, las decisiones para aceptar el trabajo ofrecido eran más audaces que reflexivas.  Ante la necesidad de encontrar trabajo, vuelves a tomar una decisión que irá marcando tu vida de forma inmisericorde.
Tomar la decisión correcta -o la más inteligente- implica tener en cuenta emociones, intuición y razón en partes equitativas. En el ser humano la experiencia de una emoción generalmente involucra un conjunto de cogniciones, actitudes y creencias sobre el mundo, que utilizamos para valorar una situación concreta y, por tanto, influyen en el modo en el que se percibe dicha situación. Por otra parte, la intuición describe el conocimiento que es directo e inmediato, es lo evidente, sin intervención de lo deducible o razonable. La razón, por el contrario, se vale de principios: que consideramos como ciertos: descritos por la lógica. Esa mezcla - emoción, intuición, razón- a veces nos gasta malas pasadas: ¿Qué decisión tomar?
Hoy en día ya no existe la esclavitud legal, pero la capacidad del individuo para tomar sus propias decisiones se ve con frecuencia interferida y restringida por los demás. Pero, lo que debe quedarnos claro, es que nuestras decisiones de ahora, serán –probablemente- nuestras restricciones futuras. El miedo, la ansiedad o el estrés ante una decisión importante, hace que la posterguemos, sin embargo, no tomar una decisión es tomar la decisión equivocada.

José Antonio Puig Camps. AGEA Valencia (Dr. Ingeniero y Sociólogo)
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Twitter: @JapuigJose