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"Cuando la vista se cruza con el deseo, haz que impere la razón".
(José A. Puig)





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sábado, 18 de septiembre de 2010

Laicismo versus Libertad

La libertad, tal y como la conocemos en el mundo libre, es la falta de coacción y subordinación del ser humano. En definitiva es una facultad que tiene el ser humano de obrar o no obrar según su inteligencia. Cuando esto no sucede o está bajo vigilancia podemos decir que no somos libres.
El Estado español está gobernado en estos momentos por el socialismo, bajo las siglas de PSOE, y en sus múltiples declaraciones políticas mantiene la de ser un estado laico, es decir, no eclesiástico ni religioso o sea civil. Hasta aquí no se puede poner ninguna objeción si se entiende por civil lo que el diccionario indica: “cívico, de la ciudad o de los ciudadanos”.
Cuando el gobierno confunde a la ciudadanía, que vive en un estado democrático y por ello libre, por un caudal de votos que debe mantener por encima de cualquier condicionamiento moral, resulta que el laicismo que están predicando, se convierte en una corriente ideológica radical cuya finalidad es que la religiosidad de cada ciudadano quede encerrada en el interior de cada uno y las manifestaciones de culto estén enmascaradas sino anuladas.
Si nos atenemos a lo que el gobierno socialista está manifestando y haciendo, podemos decir que el laicismo predicado por ellos no es otra cosa que una secta cuyos adeptos no deben creer en nada trascendente, y en definitiva están deseando cambiar una creencia (religión) por otra triste, desoladora y desesperanzada: el laicismo. La única esperanza son ellos los que gobiernan, los que dicen lo que debemos y no debemos hacer, pues necesitan eliminar de forma ladina o violenta a todo competidor ideológico, filosófico, político o simplemente espiritual, como es el caso de la religión cristiana.
La libertad del estado pasa a ser una libertad vigilada o condicionada a lo que ellos nos quieran imponer. Quieren silenciar o suprimir cualquier opinión que cuestione su hegemonía y su poder. Los laicistas son fundamentalmente, enemigos de la libertad, porque la libertad es el principio rector de la liberación del hombre.

El relativismo, ¿religión del hombre moderno?

Los relativistas y los escépticos consideran que aceptar cualquier creencia es algo servil, una torpe esclavitud que coarta la libertad de pensamiento e impide una forma de pensar elevada e independiente. El relativismo, al no tener una referencia clara a la verdad, lleva a la confusión global de lo que está bien y lo que está mal. Cuando uno dice que es muy difícil o casi imposible saber lo que es verdad o mentira, o lo que es bueno o malo, porque asegura que todo es relativo, adopta una cómoda postura en la que apenas necesita argumentar nada. 
Ante los errores relativistas que proponen que todas las religiones pueden ser por igual caminos válidos de salvación. El papa Juan Pablo II nos invita a renovar nuestra adhesión a Jesús a través de la declaración “Dominus Iesus” (Jesús es el Señor), de Joseph Ratzinger Perfecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (agosto/septiembre 2000).
Esta adhesión queda enmarcada en la alegría de la fe, testimoniando unánimemente que Él es, hoy y mañana, “el camino, la verdad y de la vida” (Juan 14, 6). Con la venida de Jesucristo Salvador, Dios ha establecido la Iglesia para la salvación de todos los hombres (cf. Hch 17,30-31). Esta verdad de fe no quita nada al hecho de que la Iglesia considera las religiones del mundo con sincero respeto, pero al mismo tiempo excluye esa mentalidad de indiferencia  marcada por un relativismo religioso que termina por pensar que “una religión es tan buena como otra”.
Algunos teólogos afirman que las religiones son caminos igualmente válidos de salvación. Estas teorías se fundan sobre algunos presupuestos de naturaleza filosófica y teológica bastante difundidos que propagan la relatividad con relación a la verdad: que aquello que es verdad para algunos no lo es para otros; la contraposición radical que habría entre la mentalidad lógica occidental y la mentalidad simbólica oriental; el subjetivismo de quienes consideran a la razón como única fuente de conocimiento o el eclecticismo (asumir diferentes contextos filosóficos y religiosos, sin preocuparse de su coherencia, conexión sistemática y compatibilidad con la verdad cristiana) y otros errores que llevan a la tendencia a leer e interpretar la Sagrada Escritura fuera de la Tradición y el Magisterio de la Iglesia.
El cardenal Joseph Ratzinger, en el libro titulado “Sin Raíces” escrito por él y por el  profesor Marcello Pera, nos introduce en este tema del relativismo, indicándonos que se ha convertido en una especie de religión del hombre moderno, y este es el mayor problema de nuestro tiempo, donde todo vale. Hablar de un “cristiano relativista” es hablar de un cristiano apostata y débil, que como el pensador débil, acaba convirtiéndose en un cristiano rendido.