Mi frase




MI Frase
"Cuando la vista se cruza con el deseo, haz que impere la razón".
(José A. Puig)





jueves, 5 de enero de 2012

El nuevo año 2012: ¡ Tu decides!


El despertar de un nuevo año trae consigo, para los seres humanos, una serie de propósitos que nos alegran el corazón y el alma. Pero pronto van desapareciendo cuando nos enfrentamos a la realidad, que normalmente toma cuerpo de “poder” y “querer”: ¿Puedo realizar esto o aquello? ¿Qué obligaciones se me presentarán? ¿Costará mucho dinero? … y al final de estas consideraciones necesarias, pasamos a la condición suficiente ¿Quiero hacerlo?. El dilema del quiero y puedo están presentes en toda actuación del hombre desde el principio de la creación. Adán, quería pero no podía. Eva podía pero no quería.
Nuestra sociedad está marcada por factores adscriptivos que condicionan el futuro de los actores sociales. Los hay creativos, innovadores, orientados al logro o pasivos, conservadores o reconciliados con las posiciones que tienen adscritas. Pueden enfatizar la autonomía, la independencia, la integridad personal, o exhibir conformidad, adaptación y dependencia. Pueden tener una autoconciencia adecuada de su situación social o ser completamente ignorantes, y también estar atrapados en la mitología o en la falsa conciencia. Al final el “querer” estará influido, modelado de forma decisiva por el “poder”, pero también a la inversa. Por ello establezco que la condición necesaria y suficiente de todo ser humano para ser “libre” tiene que estar influida de forma única e inseparable por el “querer” y el “poder”.
El ser humano desea progresar, o lo que es lo mismo desea mejorar, transformarse, desarrollarse o simplemente ser o estar mejor que en el momento presente. Pero para conseguirlo debe prepararse, debe involucrarse en los compromisos sociales que nos envuelven, debe dejar comodidad por sacrificio y entonces, llegado a ese momento decisivo y fronterizo, desea encontrar la escusa para no autoculparse en el futuro de lo que es y pudo ser, y la frase mas socorrida será ¿Vale la pena hacerlo?.
Habíamos comenzado el año creando, como Weber, nuestro personaje ideal, lo que debería ser y aun no soy. Pero siempre pensamos que aún estamos a tiempo, y eso es cierto; lo es por la sencilla razón de que hemos sido creados para el progreso y por ello somos poseedores de dos nociones generales y sintéticas: libertad y autotrascendencia. Libertad (positiva o negativa) que me permite una libertad para decidir (poder) y una libertad de autonomía (querer) . Pero lo mas importante, una característica crucial es nuestra tendencia hacia la autotrascendencia, es decir, ir mas allá de si mismos, el superar las limitaciones, el romper con las constricciones, el cruzar la “frontera” de la condición humana: la trascendencia de la naturaleza, aprovechándola, controlándola y regulándola a través del trabajo; las trascendencia de las estructuras sociales mediante las evasiones, desviaciones, reformas y revoluciones; pero además esa autotrascendencia se potencia a través del aprendizaje, el entrenamiento, el autocontrol, la mejora, el avance y extensión de nuestros poderes humanos, obviamente limitados por la tecnología y otros elementos causales.
Todo ello es además explicable como fruto de dos rasgos fundamentales del ser humano: la creatividad (innovación) y el carácter acumulativo de la experiencia humana, constantemente ampliada y enriquecida, aprendida individualmente en el lapso biográfico, y transmitida socialmente (culturalmente) en el lapso histórico. Por lo tanto en último termino la fuente principal de nuestra transformación, de nuestro desarrollo, de nuestro progreso, y en definitiva de nuestro “querer-poder” se encuentra en la irreductible y esencialmente ilimitada creatividad y educabilidad de los seres humanos; capaces de concebir y heredar la novedad, de transmitirla, de acrecentarla, de darle forma o de negarla y apagarla. Aquí radica el que quiera y el que pueda, ¡seguir adelante!, no desfallecer ante constricciones o cicatrices del pasado, no socializar la pasividad, no entregarme.
Este nuevo año 2012, está repleto de incógnitas pero también de oportunidades, de ilusiones y de fracasos, de risas y lamentos, de amor y odio. ¿Cuál quieres elegir tu?


Articulo social de José Antonio Puig Camps
Enero 2012

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Pero, ¿El progreso existe de verdad en nuestra sociedad?

La idea de sentido común de progreso parece autoevidente, y ha ido evolucionando con los siglos. Sus orígenes intelectuales se remontan muy atrás en el tiempo, y desde su nacimiento, allá en la antigüedad, la noción se ha vuelto tremendamente influyente. Es la fe que hace funcionar nuestra civilización (Dawson).
El concepto de progreso, alivia la tensión permanente entre lo que la gente tiene y lo que querría tener, entre lo que son y lo que querrían ser, y lo hace proyectando la esperanza de un mundo mejor en el futuro, y afirma que su venida está asegurada, o que al menos es probable. El mundo cree hoy en el progreso, porque la única alternativa posible a la creencia en el progreso es la desesperación absoluta (S. Pollard).
Las primeras raíces de la idea de progreso pueden encontrarse en la antigüedad griega, donde se percibía el mundo en un proceso de crecimiento pasando por etapas (épocas) y produciendo avance y mejora (Platón en Las Leyes. Aristóteles en su Política. Protágoras detalla el progreso en la cultura). La segunda fuente del concepto (del progreso), la encontramos en la tradición religiosa judía, donde los profetas y las profecías dan una imagen sagrada de la historia, guiada por la divina providencia. 
Un cambio interesante de la idea de progreso se produce cuando llega la era de los descubrimientos geográficos, donde se hace evidente la tremenda variedad de formas sociales en las distintas partes del mundo. Variedad debida a los diferentes estadios de desarrollo o de progreso que algunas sociedades han alcanzado. La larga historia del partidismo etnocéntrico (euro-centrismo o americo-centrismo) típica de la mayoría de las teorías de cambio social, comenzó en ese momento. La época de la Ilustración aportó numerosos matices nuevos. Inmanuel Kant  proporcionó un sugestivo criterio de progreso, donde el significado y la dirección de la historia están marcados por el crecimiento de la libertad individual que es frenada al sentirse amenazada la libertad de otros.
Llegamos al siglo XIX, denominado como la “Era del progreso” por unos, y como el “triunfo de la idea de progreso” por otros. Este espíritu romántico del progreso es acompañado por la creencia en la razón y en el poder humano. La ciencia y la tecnología parecen portar la promesa de una expansión y un avance ilimitados. Tal clima intelectual encuentra reflejado en el campo recién nacido de la sociología. Saint-Simon y A. Comte se concentraron en el progreso del espíritu. Herbert Spencer subsumió el crecimiento y el progreso bajo el principio común de la evolución. Karl Marx bosquejó la utopía de la sociedad comunista, movimiento hacia la sociedad sin clases. Max Weber se dio cuenta de la poderosa tendencia hacia la racionalización de la vida social y la organización social y consideró esta la dirección principal en la que se mueve la sociedad. Émile Durkheim señaló la creciente división del trabajo y la integración de la sociedad concomitante a través de la “solidaridad orgánica”. Solo con el trabajo de Ferdinand Tönnies aparecen las primeras dudas acerca de la naturaleza progresiva del cambio, y se plantean las primeras advertencias contra los efectos colaterales del desarrollo.
Siguiendo a Nisbet se puede definir el progreso  como la idea de que la humanidad ha avanzado lenta, gradual, continuamente, desde la condición original de privación cultural, ignorancia e inseguridad hacia niveles cada vez mas altos de civilización, y de que tal avance continuará, a pesar de algunos retrocesos ocasionales, a través del presente hacia el futuro. Es una definición  bastante optimista. A lo largo de la historia, son varias las definiciones dadas de progreso. También está la noción de mejoramiento, valoración de cada estadio consecutivo del proceso como relativamente mejor que su predecesor. Esto último hace que nos demos cuenta de que el progreso siempre es relativo a los valores que se tomen en consideración. No es un concepto puramente descriptivo, distanciado, sino mas bien una categoría evaluativa, de tal manera que el mismo progreso puede ser concebido como progresista o no. Lo que constituye el progreso para unos puede no serlo para otros. O sea ¿progreso para quién?.
Sin embargo, no debemos caer en la trampa del relativismo absoluto. Hay varios grados en que los valores son relativos.  Existen medidas de progreso que son aceptadas como tales por la mayoría de la gente, que pueden tomarse como lo mas parecido a criterios absolutos de progreso, así parece difícil poner en duda que la mayor duración de la vida es algo universalmente deseado. Por otra parte, hay otras áreas en las que los criterios de progreso son muy cuestionables (p.e., la industrialización). También se ha hecho evidente que el progreso en un área puede a menudo acontecer a costa del retroceso de otra (El proceso de transición en la Europa Central y del Este proporciona multitud de ejemplos).
Por tanto, entre los criterios fragmentarios, parciales de progreso (en tanto opuestos a las imágenes utópicas generales) encontramos la salvación, el conocimiento, la comunidad, la libertad (negativa y positiva), la emancipación, el dominio sobre la naturaleza, la justicia, oportunidades vitales ampliamente accesibles. Hay una variedad igual de puntos de vista acerca del mecanismo del progreso. La primera, las fuerzas motrices (o agencias) del progreso. La segunda, tenemos que considerar la forma o el perfil que toma el proceso. Y tercero, tenemos que examinar el modo de operar de un sistema social que produce el progreso.
Al hablar de la agencia del progreso (sus fuerzas motrices) podemos distinguir tres estadios consecutivos en la historia del pensamiento social. Los primeros pensadores localizaban la fuerza motriz del progreso en el dominio sobrenatural (deidades, dioses, providencia, destino), donde la fe en el progreso ordenada desde las alturas, en tanto legado, produjera gratitud humana. Otros pensadores colocaron la agencia en el dominio natural, el progreso era un despliegue natural que demandaba adaptación como reacción humana concebible. Por último los pensadores modernos se inclinan a considerar a los agentes humanos (individuales y colectivos) como productores, constructores, del progreso. La humanización de la agencia conduce a la concepción del progreso como algo que ha de alcanzarse, construirse, desarrollarse, y que requiere por tanto de un esfuerzo creativo.
Por tanto, la diferencia mas fundamental es la que divide la noción de progreso mecánico, automático (en su versión sacralizada o secularizada) de la noción activista del progreso. La primera, postula una agencia (fuerza) extrahumana, la segunda se concentra en la gente y en sus acciones. La primera afirma la necesidad del progreso, la segunda admite la contingencia del progreso (que puede ocurrir, pero que igualmente puede no ocurrir) dependiendo de las acciones que realice la gente. En la primera el progreso acontece, en la segunda el progreso se consigue.
Si consideramos la manera de funcionar del sistema social que da lugar al progreso, aparece otro par de imágenes opuestas. Una (típica de los primeros evolucionistas) enfatiza el despliegue “pacífico”, armonioso de potencialidades progresivas. La otra se centra en las tensiones internas (torcimientos, contradicciones y conflictos) cuya resolución mueve al sistema en la dirección progresiva (el tema maniqueo de la lucha entre las fuerzas del bien y del mal, presente en la dicotomía de San Agustín, La Ciudad del Hombre y la Ciudad de Dios). Esta última la encontramos en el periodo moderno en la dialéctica de Hegel y Marx; en el darwinismo y su lucha por la supervivencia del mas fuerte; también está presente en el psicoanálisis freudiano.
Tras reinar en el pensamiento social durante casi trescientos años, la idea de progreso parece haber entrado en declive durante el siglo XX. Muchos observadores lo denominan el “siglo espantoso”, no ha de sorprender que se haya extendido la desilusión y el desencanto con la idea de progreso, reemplazándola por el concepto de crisis como lema del s. XX. Este pesimismo no se da solo en los países pobres y subdesarrollados sino también en los prósperos de la primera fila. El pensamiento social contemporáneo ha llegado a estar dominado, si no obsesionado, por la idea de la crisis (John Holton). Estamos siendo testigos de una curiosa “normalización de la crisis”.
¿Significa esto que el progreso ha muerto? Existen demasiadas razones para pensar que la idea de progreso es demasiado importante para el pensamiento humano como para eliminarla por las buenas. Está sufriendo un colapso temporal, pero tarde o temprano recuperará su sitio en la imaginación humana. Aunque para salvaguardar la continuación de su viabilidad, necesita ser revisada y reformulada.  
Los enfoques tradicionales, desarrollistas, hablan del progreso como algo inevitable, necesario, debido a leyes inexorables de la evolución o de la historia. Las teorías postdesarrollistas optan por una descripción diferente, posibilista, donde el progreso es tratado como meramente contingente, como una oportunidad abierta para la mejora que no se produce de forma inevitable.  Pero ¿Cuál es la naturaleza esencial de esta fuerza causal, generativa que produce el progreso? Se pueden señalar cuatro respuestas típicas:
1ª la doctrina del “providencialismo” que sitúa la fuerza última, motriz, del progreso (la agencia) en el orden sobrenatural que invoca la intervención de Dios.
2ª la doctrina del “heroísmo” típica de la historiografía tradicional (hermano mayor de la sociología) sitúa la agencia en los talentos excepcionales de los grandes hombres (líderes, profetas, reyes). Este ya es un dominio terreno, pero todavía extrasocial, pues depende de las propensiones genéticas, mas o menos accidentales, de personas individuales.
3ª la doctrina del “organicismo” introduce el componente social, de manera peculiar. Los orígenes del progreso son sociales.
4ª la doctrina del “construccionismo” cambia el énfasis hacia los individuos socializados reales, en sus contextos sociales e históricos presentes, y la fuerza motriz del cambio que se sitúa en sus actividades sociales normales y cotidianas. Algo del progreso resultante es intencionado, pero en su mayor parte es concebido como un resultado involuntario y a menudo no reconocido de los esfuerzos humanos, como el producto de una “mano invisible” (Adam Smith).
Esta propensión puede explicarse como el fruto de dos rasgos fundamentales del mundo humano: la creatividad (innovación) de los actores; y el carácter acumulativo de la experiencia humana transmitida socialmente (culturalmente) en el lapso histórico. Por tanto la fuente principal del progreso se encuentra en la ilimitada creatividad y educabilidad de los seres humanos. El progreso existe, pero con condiciones.
Las condiciones constrictivas naturales, estructurales o históricas, o la eliminación de motivaciones a favor del activismo pueden impedir que florezca la creatividad. De forma parecida, el proceso de acumulación, la transmisión de la tradición, puede quebrarse (tanto en el nivel biográfico como en el histórico: calidad de la familia, escuela u otras instituciones). En tales casos, es mas probable que se produzca estancamiento o regresión que progreso.
Charla de José Antonio Puig Camps, en TYRIUS (Valencia 2 noviembre 2011)

sábado, 24 de septiembre de 2011

¿Donde pretendes ir tu solo?

A pesar del entorno social y familiar en que vivimos, se observa con verdadera alegría como algunos acontecimientos dan esperanza al maltrecho cuerpo de la vida. Junto a las alarmantes noticias económicas, políticas, sociales y de vecindario, a veces se cuela alguna que hace reverdecer los corazones. Es como si en un día caluroso, abriésemos la ventana y recibiéramos una fresca brisa que despierta tu aletargado cuerpo.
Me cuentan que al llegar la cruz y el ícono de la JMJ, al centro penitenciario de Martutene en 2010, el obispo de San Sebastián, Mons. Munilla pidió a la Pastoral Penitenciaria que organizara una peregrinación a Madrid para los reclusos que pudieran acudir. Veinte personas, entre reclusos, y otras personas vinculadas a la prisión, partieron en agosto rumbo al encuentro con el Papa un año después.
Fue hermoso observar como esas vidas encerradas y desprovistas de esperanzas, fueran recobrándolas en su estancia en Cuatro Vientos, comentando los reclusos que "Algunos aprovechamos la gracia de recibir el Sacramento de la Confesión”. Después de su celebración eucarísticas y de pasar ese domingo con el Papa esos reclusos dijeron: “nosotros no pudimos conciliar el sueño por la emoción que nos embargaba...¡nos sentíamos libres!”
¡Que hermoso!, ¿verdad?, un día que para algunos pudiera ser rutinario e incluso aburrido, para esos reclusos resultó ser el mas apasionante de sus vidas. En su misiva, enviada al Papa, manifestaban que "resumir todo lo que nos dijo es imposible, pero en nuestro corazón resuena el eco de algunas de sus palabras: ‘decidle: Jesús, yo sé que Tú eres el Hijo de Dios que has dado tu vida por mí. Quiero seguirte con fidelidad y dejarme guiar por tu palabra. Tú me conoces y me amas. Yo me fío de ti y pongo mi vida entera en tus manos. Quiero que seas la fuerza que me sostenga, la alegría que nunca me abandone".
Ese acontecimiento hizo que me preguntara ¿cuántos de nosotros hemos puestos nuestras vidas en manos de Jesús? La felicidad, tan codiciada por todos, puede ser algo tan sencillo como mostrar nuestra humildad al Señor, ponernos en sus manos y dejar hacer su voluntad. Pero comprendo, por otra parte, la dificultad que entraña para muchas personas el tener que confiar en Aquel desconocido que solo parece estar en los ambientes religiosos. Pero, ¿Qué ocurrió en los corazones de esos reclusos?, ¿estaban acaso ellos en un “ambiente religioso”?.
El ser humano tiene los pecados de orgullo, soberbia, pereza y envidia (entre otros posibles), algunos de los capitales, que son vicios opuestos a la enseñanza moral que el catolicismo y el cristianismo transmiten. Soberbia y orgullo, que nos quieren hacer mas que los demás, ¿como voy yo a mendigar y ponerme en manos de Jesús?. Pero ¿acaso sabes quien es Jesús?. La pereza, nos lleva a cejar de nuestras obligaciones, es la “tristeza de ánimo”. La envidia, que junto a la avaricia nos sumerge en un abismo de deseo difícilmente controlable. Pero, el remedio a todos esos vicios, es la humildad.
Para ser humilde lo primero que debemos saber es quienes somos ¿te conoces de verdad?, si es así, serás consciente de lo que puedes y no puedes hacer, y te darás cuenta que eres muy pequeño, muy insignificante. Pero también te darás cuenta que estas ante la presencia de algo mucho mas grande que tu pequeño ser, tan grande que no queda ningún lugar para tu ego. Algo infinito, trascendente, que impregna todas las cosas, y cuando eres capaz de reconocer esto, te estas haciendo humilde.
Pero tu me dirás, como voy a ser humilde en este mundo tan competitivo, tal vez la respuesta está en tener el equilibrio entre la humildad y el coraje. Mira, nos dicen que Moisés  fue un hombre muy humilde, sin embargo tuvo el valor de presentarse ante el Faraón y aún mas, ante Dios. Es por eso que la humildad no debe confundirse con el auto desprecio, la humildad es grandeza y reconocimiento a Dios por todo lo que tienes y por todo lo que eres capaz de hacer. El es poder infinito que te contagia, por su amor, de poderes insospechados, la humildad los hace resurgir y brillar en este mundo osado, donde todos nos creemos ser su ombligo.
Por eso, unos reclusos se sienten libres, los enfermos se sienten felices, los pobres se sienten ricos y los ricos se hacen pobres. Por eso la felicidad no está en el poder que emana de uno mismo, sino del que emana de Dios, que sabe, antes que tu, lo que realmente te interesa. ¡Jesús, yo me fió de ti!, ese es mi canto, mi oración, mi sentimiento, mi grito, mi fuerza. ¿Dónde pretendes ir tu solo?