Mi frase




MI Frase
"Cuando la vista se cruza con el deseo, haz que impere la razón".
(José A. Puig)





sábado, 25 de mayo de 2024

EL TRAJE DEL NUEVO EMPERADOR

 

La visita a España del presidente de Argentina, Javier Milei, para participar en un acto organizado por Vox en Vistalegre, llevaba carga de profundidad a la vista de cómo han actuado los miembros del gobierno español, con su presidente a la cabeza, contra Milei. Son muchos los que piensan que esas actuaciones eran una clara estrategia del Psoe para animar las elecciones europeas, algo a lo que nos tiene acostumbrado Pedro Sánchez. Desde que Javier Milei se presentó como candidato a la Presidencia de la República Argentina se observa esa inquina del presidente del Gobierno español hacia él. Es como una tragedia griega donde el corifeo anima al coro a seguirle. Se inicia haciendo campaña en favor de su rival electoral, Sergio Massa, y acusando a Milei de ser “uno de los lideres principales de la Internacional ultraderechista”. El accidente se va construyendo con el coro: Morant lo califica de defensor “de los regímenes fascistas”, el lenguaraz ministro Puente lo acusa públicamente de consumir “sustancias”, y del resto, ha salido de todo.

Resulta inadmisible que Javier Milei venga a España y, literalmente, aluda al presidente Sánchez de “calaña de gente atornillada al poder” o tratar de “corrupta” a su esposa. Sin embargo, el contexto previo a su visita estaba perfectamente orquestado y cocinado para que su final fuera la catarsis del presidente argentino. Pero un personaje como él, no podía dejar que su final fuera ese y respondió como se esperaba, o no. La mala diplomacia, ya demostrada por el actual gobierno en otras ocasiones, en lugar de no prestar tanta atención a unos comentarios impertinentes y ajenos a un acto oficial, inicia su cruzada contra el presidente argentino por unas palabras “sin precedentes y que sobrepasan cualquier diferencia política e ideológica” y “llevan las relaciones a su momento más grave en la historia reciente”, según el ministro de exteriores Albares.

La sobreactuación del Sr. Albares, sí que no tiene precedentes en nuestra democracia, al llamar a consultas a la embajadora española en Buenos Aires, María Jesús Alonso. Una llamada “sine die”, es decir, que los intereses de nuestra nación y de nuestros conciudadanos en Argentina quedan en el aire. Asumir el hecho acaecido como un ataque a la democracia española, es confundir la vida particular con los intereses de la nación, un dislate inasumible para un gobernante democrático. Nadie tiene derecho a dañar la reputación de Begoña Gómez o de cualquier otro ciudadano, pero confundir la honorabilidad de la esposa del presidente con las instituciones estatales, como ha expresado Albares, es tan desmesurada y esperpéntica como la del presidente del gobierno al confundir el ataque a su esposa en una cuestión nacional.

Que Sánchez prolongue el conflicto, como lo está haciendo, además de renovar la visibilidad del hecho al escrutinio público de la ejemplaridad de su esposa, muestra su nerviosismo y la aplicación de diferentes criterios de juicio para evaluar situaciones similares. Situaciones como las de López Obrador, Nicolás Maduro o Daniel Ortega, con sus intentos continuos de ofender a la Corona, no han tenido jamás la más mínima reacción del presidente del Gobierno español ante esas afrentas. Pero claro Sánchez nunca ha ido de presidente de Gobierno, sino de “nuevo emperador de las causas progresistas”. Como tal le debemos obediencia y sumisión, nadie se atreve a decirle que está confundido. Lo cual recuerda mucho al cuento escrito por Hans Christian Andersen “El traje nuevo del Emperador” donde nadie era capaz de decirle que iba desnudo y no vestido con un traje de gala invisible. Tal vez alguien debería decirle que está desorientado, que su progresismo es pura calderilla y atreverse a ser como aquel niño que dijo en voz alta “pero si va desnudo”.

José Antonio Puig Camps (Dr. Ingeniero Agrónomo y Sociólogo)

Publicado el 25-05-2024.

domingo, 12 de mayo de 2024

EL VICTIMISMO

 

Ser víctima es una manera de conformar la identidad, una vez catalogado como tal se crea en su entorno un aura de respetabilidad y conmiseración. La victimización es la mejor manera de asegurar una ideología en crisis. Cuando pierdes la credibilidad desde un punto de vista ideológico por tus mentiras y equivocaciones, la única manera de sobrevivir políticamente es convertirte en víctima. Es el último reducto de un político o un Estado fracasado. El victimismo es muy rentable políticamente. A la víctima no se le piden explicaciones. Como dice Daniele Giglioli en su ensayo “Critica de la víctima”: Ser víctima es el sueño de cualquier tipo de poder, porque “es irresponsable, no responde de nada, no tiene necesidad de justificarse”.

En España hemos asistido, desde la transición hasta la actualidad, a verdaderos ejemplos de victimismo. Uno de ellos lo ha manifestado de manera ejemplar el independentismo catalán con aquella afirmación tantas veces repetida de “España nos roba”, cuyo autor del célebre eslogan “Espanya ens roba”, según “El Confidencial” (20-11-2017), fue el notario independentista Alfons López Tena. Este eslogan repetido como un mantra por los independistas catalanes, desde Pujol hasta Aragonés, siempre les ha dado grandes y jugosos resultados. El último, o mejor dicho el penúltimo, por los 7 votos para que Pedro Sánchez siga de presidente es la amnistía para el “Procés”. Ya lo decía Robert Hughes, en “La cultura de la queja”, que establece una serie de profecías sobre lo que les ocurrirá a los pueblos que han adoptado el victimismo, una de ellas es crear el conflicto del Estado con algunos de sus territorios que se consideran agredidos.

Mas recientemente ese victimismo lo ha personificado nuestro presidente del Gobierno español Pedro Sánchez con esa carta-misiva que, usando a su esposa como excusa, se siente víctima por el trato que su familia y el están recibiendo, se toma cinco días de reflexión para decidir si continua o no como presidente. Es claramente una manera de escapar a la rendición de cuentas y encontrar de alguna manera la impunidad ante la sociedad, como indica Giglioli en su ensayo. La carta es un grosero ejercicio de victimismo con el que intenta tapar los escándalos que salpican a su esposa recurriendo a una teoría de la conspiración. Es una de las facetas más distintivas del actual victimismo, sustituir la cultura del deber de la persona consigo misma y con la sociedad, por la cultura de la deuda y de la obligación compensatoria que, supuestamente, ha contraído la sociedad con cada individuo maltratado.

Sin entrar en el fondo de esa misiva, ya que nadie cree en su treta habiendo escándalos mayores en su entorno, lo que está cada vez más claro es que Sánchez se ha ido superando en el arte del descaro, desde el episodio de su tesis hasta su abrazo con quienes ayer le parecían indeseables. Con un partido y un gobierno que hacen de la mentira su emblema, que instrumentaliza las instituciones para perseguir sus intereses, que pretende doblegar al poder judicial y que arrincona impunemente a la oposición. Cuando un presidente de gobierno actúa con total indiferencia por lo que vendrá detrás, pensando solo con su presente sin importarle el futuro que su tétrico modelo va a dejar a los españoles, nos entra el temor, por desgracia ya comprobado, que esta forma de actuar sea contagiosa para los que le sigan y no sean capaces de romper el maleficio que desde Zapatero asentó el socialismo en España: El conflicto como objetivo y la división como lema. Como decía David Mejía, fieles al espíritu kantiano, nuestros políticos deberían tatuarse el siguiente axioma: “obra sabiendo que estás sentando un precedente”.

José Antonio Puig Camps (Dr. Ingeniero Agrónomo y Sociólogo)

Publicado el 12-05-2024.

viernes, 19 de abril de 2024

LA GUERRA, EL ODIO Y LA VENGANZA

 

No hace falta ser muy inteligente para saber que desde el inicio de los tiempos el ser humano responde con violencia a sus emociones mas intensas. El odio, como sentimiento de aversión y rechazo, intenso e incontrolable, hacia algo o alguien. La venganza, como castigo contra quien le ofende. Estas emociones: odio y venganza, nunca van solas, las acompaña la codicia por obtener más bienes, esclavizando al vencido. Para no ser vencidos y evitar esa esclavitud, el instinto gregario originó la unión de unos a otros, escalando desde la familia, tribus, ciudades, estados, reinos e imperios. Así nace la única misión de las Fuerzas Armadas: ganar la guerra. Una guerra impuesta por la política de quienes gobiernan y que a menudo desafiando la autoridad central establecen su propio dominio. Un dominio donde impera siempre el odio y la venganza. La humanidad ha evolucionado en casi todo menos en la paz. Los grandes avances tecnológicos que deberían estar al servicio del bienestar de todas las personas se sitúan a menudo al servicio de los señores de la guerra que ejercen un poder militar y político

Sean cuales sean las causas de las guerras o las fuerzas en ellas implicadas, los resultados suelen ser los mismos. Los conflictos armados llevan consigo pérdidas atroces de vidas civiles, desplazamientos masivos y violaciones del derecho internacional humanitario y de los derechos humanos. A pesar de la existencia de los tratados de derecho internacional humanitario, como los Convenios de Ginebra de 1949, muchas de las más graves transgresiones de derechos humanos se cometen en guerras: el empleo de la violación como arma de guerra, el reclutamiento de niños para servir en primera línea, ataques directos contra la población y las infraestructuras civiles. Además, las partes beligerantes intentar debilitar a comunidades a modo de represalia, poniendo obstáculos a la ayuda humanitaria e incluso utilizando el hambre como arma de guerra.

La guerra, el odio y la venganza son causa de los más graves delitos de derecho internacional cometidos durante los conflictos armados: “Crímenes de guerra”, por violaciones graves del derecho internacional humanitario; “Crímenes de lesa humanidad”, como los asesinatos, exterminio, esclavitud, torturas, violación, apartheid; “Genocidio”, actos cometidos con la intención de destruir, total o parcialmente, un grupo nacional, étnico, racial o religioso. A pesar de que los tribunales especializados, como la Corte Penal Internacional (CPI), juzgan severamente a quienes cometen esos delitos, nada frena ese instinto gregario del ser humano en su escalada de violencia. Una violencia motivada fundamentalmente por tres arcaicas pasiones humanas: la ambición de poder, la codicia o afán excesivo de riqueza y el excesivo deseo de prestigio. Unas pasiones que se entrelazan alimentan y sostienen recíprocamente.

Cada vez que estalla una guerra, es un gran fracaso para toda la humanidad. Parece que no aprendemos a convivir en paz. Es evidente que lo que llamamos “progreso” no evita la salvajada de las guerras. Los intentos de gobernanza global, las instituciones y los tratados internacionales no logran evitar los estallidos violentos. El mantenimiento de la violencia en todas sus formas ya sea visible o invisible, conduce a estallidos de conflictos impulsados por intereses de poder y prejuicios. Unos intereses que, bajo la permisividad de la política internacional, ha llevado a la guerra entre Israel y Hamas, a la invasión rusa de Ucrania, o a tantos otros conflictos armados a gran escala en Burkina Faso, Somalia, Sudan, Yemen, Myanmar (antigua Birmania), Nigeria y Siria. Precisamente en medio de este caos, Dios siempre pregunta a la conciencia del hombre ¿Dónde está tu hermano?

José Antonio Puig Camps (Dr. Ingeniero Agrónomo y Sociólogo)

Publicado el 19-04-2024.