Mi frase




MI Frase
"Cuando la vista se cruza con el deseo, haz que impere la razón".
(José A. Puig)





martes, 3 de noviembre de 2020

EL FRACASO DE NUESTRA CIVILIZACIÓN

 

Oswald Spengler (1880-1936), fue un filósofo e historiador alemán recordado principalmente por su obra “La decadencia de Occidente” publicada en dos volúmenes, en 1918 y 1922 respectivamente. El modelo histórico de Spengler postula que toda cultura es un superorganismo con una esperanza de vida limitada y un ciclo predecible. Spengler predijo que alrededor del año 2000 la civilización occidental entraría en un estado de pre-extinción, lo que haría necesaria la aparición del cesarismo, sistema de gobierno centrado en la autoridad suprema, un líder surgido en momentos de inflexión política. Spengler tenía una teoría “orgánica” de la Historia, y pensaba que todas las civilizaciones pasaban inevitablemente por las mismas fases que los organismos vivos, esto es: nacían, crecían, llegaban a su plenitud, entraban en decadencia y acababan desapareciendo.  Sin embargo, está teoría contradice el pensar mayoritario de los miembros de nuestra civilización. Nuestra civilización, según el consenso existente, era -y es- sacar al Ser Humano, hasta en el último rincón del Mundo, de las tinieblas de la miseria, el miedo, la ignorancia y la superstición y encaminarnos hacia nuestro destino más allá de las estrellas.

Es obvio que aquel consenso existente ha fracasado estrepitosamente. Nuestra civilización no ha sido capaz de sacar al ser humano de las tinieblas, miseria, miedo o ignorancia, más bien al contrario lo mantienen y, lo que es peor, su comportamiento hace que la persona se sienta cada vez más utilizada, manipulada e instrumentalizada. Una instrumentalización humana en el sentido ético y consumista de la humanidad que amenaza la civilización occidental desde mediados del s XX. Con el auge de la industria se creó la concepción del trinomio producción, distribución y consumo, en la cual está fundamentado todo el pensamiento occidental, y en especial el modelo consumista americano conduciéndolo a una decadencia ambiental y humana, igual a la ocurrida en la civilización helénica. Este estilo de vida provechosa, consumista y de carácter placentero, causó en el mundo un gran impacto: la instrumentalización humana. La instrumentalización supone, pues, el límite de la conducta humana libre, con un estrecho vínculo con la degeneración de la ansiada libertad, debido a que ella contiene todos los problemas éticos básicos contemplados en la ley natural. Supone actos anti éticos como el no respeto a la vida; el olvido de la dignidad; y la falta de consideración de la igualdad en el género humano.

Es paradójico que nuestra época llena de descubrimientos científicos, de aperturas culturales, de libertad de mentes y cuerpos, sea a la vez una época donde la persona, como ser humano, esté más a la deriva. Una deriva, cada vez más preocupante, que amenaza con destruir todo aquello que nuestra especie ha edificado hasta ahora, todo aquello de lo que nos sentimos legítimamente orgullosos, todo aquello que solemos llamar civilización. Son muchos los acontecimientos que tan solo unos años hacían soñar a los hombres, elevarles la mente, movilizarles las energías y que hoy se han quedado sin atractivo alguno. La pérdida de ideales se sigue extendiendo sin pausa afectando a todos los sistemas y a todas las doctrinas, es como un naufragio espiritual generalizado. Un naufragio que Amin Maalouf, premio Príncipe de Asturias 2010, en su ensayo “El naufragio de las civilizaciones” lo considera como un engranaje cuyo motor no ha puesto nadie voluntariamente en marcha, pero hacia el que nos estamos viendo todos arrastrados a la fuerza y amenaza con reducir a la nada nuestras civilizaciones.

Mientras la utopía comunista se hunde en el abismo, al triunfo del capitalismo lo acompaña una explosión obscena de las desigualdades. Los monopolios tecnológicos impulsados ​​por la revolución de las comunicaciones, junto con el dominio del capital financiero y los activos especulativos contribuyen al enriquecimiento de unos pocos. Los datos de desempleo ya no tienen sentido debido al subempleo institucionalizado y los sindicatos son meras sombras del pasado. El fracaso de nuestra civilización es una crisis de la sociedad. Una sociedad caracterizada por la pérdida completa del sentido de la vida, un sentido que dé significado y ayuda para encontrar un soporte interno a nuestra existencia. Un significado que debe buscarse, no puede darse; la conciencia es un medio para descubrir tal significado. Si no tenemos conciencia carecemos de conocimiento de nuestra existencia, de nuestros actos, de nuestras responsabilidades y de nuestra dignidad como seres humanos. La pérdida de ese conocimiento nos lleva al fracaso, a un nihilismo que niega todo principio religioso, político y social.   

La incidencia del Covid ha sido la postdata a este fracaso que ha puesto de manifiesto lo frágil que es nuestra posición en la vida. Un fracaso que no es circunstancial, sino estructural incrustado en las mismas instituciones, en el mismo sistema social imperante; creándose una sociedad civil cansada, hipersensible, desconcertada y resuelta a tomarse la justicia por su mano ante la falta de un liderazgo capaz de influir, motivar, organizar y llevar a cabo acciones que logren renacer la esperanza en esa sociedad. De no recuperar esa dignidad humana, esa capacidad de superación, esa resiliencia, tan nominada, el Covid será el epilogo de nuestra civilización, una prolongación de fin anunciado o, por qué no, una esperanza en lograr el despertar de nuestras conciencias adormecidas que vuelvan a estimular el conocimiento que el ser humano posee sobre sí mismo, su existencia y su relación con el mundo.

José Antonio Puig Camps. (Dr. Ingeniero Agrónomo y Sociólogo)

AGEA Valencia (https://agea.es)

Blog: http://josantoniopuig44.blogspot.com.es/

Twitter: @japuigcamps

Publicado 03-11-2020

 

lunes, 5 de octubre de 2020

¿QUID EST VERITAS?

 

Cuando Jesús estaba ante Pilatos, fue discutido el asunto de la verdad... Jesús declaró dar testimonio de la verdad (Juan 18:37). Pilatos hizo la pregunta eterna: “¿Qué es la verdad?” (Quid est veritas – Juan 18:38). Pienso que la voz de Pilato se mostró indiferente ante la verdad. A pesar de que tenía frente a él a la Verdad encarnada, no podía discernirla.

La concepción contemporánea de verdad difiere considerablemente del concepto clásico antiguo de la misma. Esta diferencia es bastante compleja y varía tanto de un siglo al próximo como de un autor a otro. En la filosofía antigua, el cosmos es concebido como un ecosistema del ser, un proceso circular cerrado sobre sí que no posee ni mundo en torno ni universo exterior. El cosmos no es ni creado ni produce nada, una verdad afirmada no solo en la antigüedad sino, con algunas variaciones, a través de la edad media y hasta entrada ya la modernidad, es un sistema que incluye el modo de verdad que le corresponde. Esta visión de la verdad del todo inspirará los ideales morales que ocupan un lugar central en la filosofía de la antigüedad tardía. La crítica activa y eficaz de esta idea de verdad comienza en el siglo XVIII. Pero no es hasta el siglo XIX cuando la filosofía se propone la revisión del ideal metafísico de verdad.

Entre los agresivos negadores de la verdad del saber según la tradición, el pensador que ha dejado las huellas más profundas es Nietzsche. Michel Foucault, sociólogo francés, aunque no representa fielmente las convicciones de Nietzsche ha aprendido mucho de su obra, no para seguirla sino para enjuiciarla. Foucault (Verdad y Poder) dice: La verdad es de este mundo; se produce en él gracias a múltiples coacciones. Y detenta en él efectos regulados de poder. Agrega que en sociedades como la nuestra uno de sus rasgos importantes es que la verdad es producida y trasmitida bajo el control no exclusivo pero dominante de grandes aparatos políticos o económicos: universidades, ejércitos, escritura y medios de comunicación; además, la verdad es lo que provoca los debates políticos y los enfrentamientos sociales llamados “luchas ideológicas”.

Hoy el concepto de la verdad difiere mucho del concepto clásico antiguo de la misma. Y aunque, como ya hemos indicado, las diferencias son complejas y varían de un autor a otro e incluso de un siglo a otro, hay una coincidencia conjunta de la verdad: que fue concebida como una, absoluta, incambiante y sublime, se entiende ahora como incrustada en el contexto histórico en el que nace y vive. La verdad, pues, se define como aquella que se ajusta con los hechos o la realidad. Se trata de la autenticidad, veracidad o realidad, aunque muchos no quieran o sean incapaces de verla y la sustituyan impunemente con la mentira. Como dice la psicóloga María Jesús Álava Reyes, en su libro -La verdad de la mentira-, “vivimos en una sociedad donde la mentira tiene cada vez más fuerza”. Está en auge porque no hay consecuencia para los que mienten. Somos tremendamente tolerantes con ellos y esto hace que los mentirosos vayan avanzando y ganando más espacio en un mundo en el que se premia triunfar por medio de trampas.

Por lo tanto la verdad, para Foucault, se produce en este mundo gracias a múltiples coacciones y es aprovechada por el poder. Un poder que pretende usurpar a las conciencias sociales el sentido real o absoluto de la verdad, sustituyéndola a su albedrio por la falacia, por la mentira. No es de extrañar que la psicóloga Álava Reyes diga que la mentira tenga cada vez más fuerza en nuestra sociedad. Máxime cuando no existe consecuencia alguna para el que miente. La facultad del poder, y el manifestar lo contrario a la realidad, es decir mentir, son dos aspectos que, por desgracia, abundan en nuestras vidas. Estas características aclaran mucho lo que sucede con la actual situación social, política, religiosa, económica y jurídica de España (o del mundo). España es hoy un país en mengua, fragilizado en sus consensos, reducido en su autoestima y contemplado desde el exterior con una mezcla de compasión y preventivo cuidado. Nada puede funcionar cuando la política se ha convertido en una espuma sobrada de ocurrencias y donde todos sus gestos están dirigidos a generar odio y fanatismo. Una España cuyos gobernantes mantienen sus luchas ideológicas basándose mayoritariamente en la falta de la verdad, en la falacia, en la zafiedad. Una España que es capaz de mentir hasta con sus muertos, mentiras que ofenden a vivos y a muertos. Una mentira que se alza como la gran enmienda a la totalidad de la gestión de Sánchez, Illa, Simón y esos expertos de los comités fantasmas que nunca aparecieron. ¿Cómo creer el resto de lo que dicen si en lo más crucial, vida y muerte, todo se envuelve en falsedades?

Y Pilato pregunta ¿Quid est veritas?/ ¿Qué es la verdad? Una pregunta que cobra relevancia en los tiempos actuales, ante un relativismo que se impone. Para la nueva generación ya no existen los absolutos, así que tampoco existe la verdad absoluta. Si alguien quiere defender esa verdad se le tilda de intolerante, incapaz de comprender a los demás. Es así como se ha ido perdiendo la verdad, diluida ante una infinidad de posturas, nuevos valores, donde ya todo es permitido y donde la sociedad admite impertérrita como los mandatarios se lavan las manos como Pilatos ante los problemas que nos acucian. 

 

José Antonio Puig Camps. (Dr. Ingeniero Agrónomo y Sociólogo)

AGEA Valencia (https://agea.es)

Blog: http://josantoniopuig44.blogspot.com.es/

Twitter: @japuigcamps

Publicado 05-10-2020