Mi frase




MI Frase
"Cuando la vista se cruza con el deseo, haz que impere la razón".
(José A. Puig)





lunes, 8 de mayo de 2017

LIBERTAD DE ENSEÑANZA



El sábado pasado, seis de Mayo, en una de las manifestaciones educativas más multitudinarias que se recuerdan, más de 40.000 personas según cálculos de la organización, marcharon por el centro de la ciudad con una reivindicación clara: la libertad educativa. Más de 45 minutos después del comienzo de la marcha, aún había cientos de personas que apenas se habían movido. Y es que la Federación Católica de Asociaciones de Padres y Madres del Alumnado (FCAPA), que había convocado la manifestación junto a la plataforma y USO, centró sus reivindicaciones en la recuperación de las 31 aulas de 1º de Bachillerato que 25 colegios concertados de toda la Comunitat Valenciana perderán el curso que viene. Para los convocantes de la manifestación, este recorte “supone impedir a más de mil alumnos la continuidad del próximo curso 2017-2018 en sus propios centros”.
La manifestación, que duró más de dos horas, cerró el acto con un claro comunicado: “Los padres, como ciudadanos que sostenemos con nuestros impuestos tanto la red pública como la concertada y, especialmente, como primeros responsables de la educación de nuestros hijos, tenemos derecho a que estos reciban una educación de calidad, a escoger libremente el centro al que queremos confiar su educación, y a que ésta esté de acuerdo con nuestras propias convicciones, ya sean religiosas, morales, pedagógicas o filosóficas. Este comunicado hacía hincapié en que la concertada no quiere “ninguna imposición”, ni de lengua, ni de distrito escolar, ni de ideología de género, ni de un modelo educativo único y uniforme. Contra toda imposición, exigimos libertad de educación. Sin las familias nada puede hacerse en materia de educación”.
Como se pudo ver en esta manifestación, que se desarrolló en un ambiente lúdico y familiar repleto de niños de todas las edades, las razones de esta masiva movilización ciudadana, que no descartaba repetirse en otras ocasiones, eran “muchísimas” y muy generosas, y por eso la gente ha dicho “basta ya”. Un “basta ya” capaz de movilizar a miles de personas, que sin apoyo de las grandes patronales de la educación concertada y ante una convocatoria urgente, superó todas las expectativas. Por fin, la clase silenciosa salía a la calle. Los políticos tocaron, con su negativa a la libertad de educación elegida libremente por los padres, la fibra más sensible de la familia: los hijos.
Miles de padres, alumnos y docentes han salido a las calles para unir fuerzas en una manifestación en Valencia contra el decreto que, la conselleria que dirige (¿?) Vicent Marzà, llevará a cabo para el próximo curso escolar -el denominado arreglo escolar-, en el que está previsto la supresión de conciertos para Infantil, Secundaria y Bachiller. Después de esta gran manifestación ciudadana, vamos a ver si la Generalitat, con su presidente y vicepresidenta al frente, toma nota en favor de la libertad educativa. Una libertad educativa que, en contra de lo que dice el Conselll, no cuesta más dinero a los contribuyentes sino todo lo contrario.   El coste total por alumno en los centros públicos es de media 6.940€, coste que la Administración pública financia en su totalidad, según el informe anual “Datos y cifras del Curso Escolar 2014-2015” del Ministerio de Educación. Sin embargo, en el caso de un centro concertado, la Administración financia prácticamente la mitad de esa cifra quedándose por debajo de 2.900€. Así pues, señores del tripartito que están gobernando la Comunidad Valenciana, no es por el coste por lo que quieren eliminar la concertada sino por su esfuerzo continuo y desmesurado de imponer su ideología política.   

José Antonio Puig Camps. AGEA Valencia (Dr. Ingeniero y Sociólogo)
Twitter: @japuigcamps
Publicado 08-05-2017

lunes, 24 de abril de 2017

EL RELATIVISMO CULTURAL Y LOS MEDIOS



Nunca podía pensar que aquellos que nos tenían que enseñar modos y modales se comportaran peor que el borracho de mi barrio. Un pobre hombre que era incapaz de pedir algo sino se quedaba con todos tus muertos y que mal vivía de la caridad vecinal. Esto viene al caso de la conducta o manera de portarse o actuar de algunas personas -cada vez más-, en tertulias, actos sociales, deporte e instituciones. Es una nueva subcultura que va inundando nuestra sociedad a través de los medios de comunicación. Unos medios que  inciden más que nunca en la educación de las nuevas generaciones, moldean gustos y tendencias en públicos de todas las edades, construyen la agenda de los temas sobre los que discutimos a diario, y hasta han cambiado las formas de gobernar y hacer política. Son en definitiva los patrones del relativismo cultural.
Un relativismo cultural que propone analizar las diferentes culturas desde sus propios valores y recomienda mostrarse tolerante con las diferentes expresiones culturales, sean cuales sean. Es una actitud que no propone el dialogo entre las culturas, sino que aboga por que cada una quede encerrada en sus valores, que a veces son difíciles de encontrar. La debilidad principal del relativismo cultural es, sin embargo, de índole teórica, debido a la noción de cultura que le sirve de fundamento. En lugar de percibir la cultura como una construcción social e histórica, exterior a los individuos, se le concibe como una entidad en su esencia e invariabilidad, es decir, como un sistema en el que la cultura y las diferencias que la caracterizan son consideradas como inherentes a la naturaleza y, con frecuencia, sacralizadas. Esta tendencia a concebir la cultura como algo natural, es una visión estática y homogénea en la que destacan las diferencias irreductibles del “otro”, sirviendo, en el plano político, para instrumentalizar los movimientos independentista y xenófobos.
Toda libertad cultural tiene un límite dado por los derechos humanos. La sumisión incondicional a valores y a prácticas como un fin en sí es inaceptable. La cultura, tradición y autenticidad no son sinónimos de libertad cultural, y no pueden servir de coartada a prácticas que privan a los individuos de la igualdad de oportunidades y violentan los derechos del ser humano. Llegado a este punto, considero de interés recuperar lo manifestado por la profesora de ciencias políticas y filosofía en la Universidad de Yale, Seyla Benhabib, quien manifiesta la convicción de que debe ser posible, para los grupos afectados, aprender  a  conservar  su  identidad  cultural  sin tener que discriminar u oprimir a los “otros”. Un buen método es recurrir a las negociaciones culturales.
Sin embargo, ese relativismo cultural, esos modelos que imponen muchas veces los medios de comunicación, queda contrarrestada por el nivel de formación de la persona. Una formación sólida puede distinguir entre buenos y malos modelos, y rechazar estos últimos. El Dr. Piotr Jaroszynski, profesor de la Universidad Católica de Lublin Juan Pablo II, indica que los medios de comunicación masiva tienen gran influencia, pero esta también depende del tipo de medio y del público al que llega. El medio de comunicación más inteligente es aquel que te hace pensar, como la radio o la prensa,  unos medios que te hacen pensar de una u otra manera a través de la palabra; mientras que el que más embrutece es la televisión, dado que la imagen y la luz predomina todo el tiempo y, a continuación, hace que el hemisferio cerebral izquierdo, responsable de pensar, se apague.
El primer problema que se puede asociar a los medios masivos es que el hombre toma el mundo que estos presentan como si fuera un mundo real y no se esfuerza por verificar las informaciones recibidas. Es, pues, un relativismo cultural, que inunda las mentes y que no propone el dialogo entre las culturas, sino que aboga por que cada una quede encerrada en los valores que el medio en cuestión propone. Unos valores que para la persona formada son difíciles de encontrar.

José Antonio Puig Camps. AGEA Valencia (Dr. Ingeniero y Sociólogo)
Twitter: @japuigcamps
Publicado 24-04-2017

sábado, 8 de abril de 2017

LA INCERTIDUMBRE



El pasado lo solemos reescribir en función a nuestros intereses, incluso la autobiografía más sincera, en apariencia, tiene siempre destellos de adaptarse a la mejor imagen del autobiografiado. Así que la historia nunca se escribe en piedra, la historia se escribe y, lo que es peor, se reescribe por intereses. La historia, pues, no tiene una única versión ni una única interpretación aunque así nos lo hagan creer. De este modo aparecen la ortodoxia, las grandes verdades, pero también las guerras, los enfrentamientos y las divisiones. Es ahí donde nos han ganado para siempre. Sin embargo, cuando somos capaces de aceptar y mirar al mundo desde puntos de vista diferentes al nuestro, aprenderemos lo más importante de las lecciones: la incertidumbre.
La incertidumbre, la duda o la sospecha, es algo innato en el ser humano. Los creyentes recordamos siempre al apóstol Santo Tomás por su famosa duda acerca de Jesús resucitado y su admirable profesión de fe cuando vio a Cristo glorioso. Tomás no dudaba en que amaba a Jesús y se sentía muy apesadumbrado por su pasión y muerte; sin embargo, dice San Juan (Jn. 20, 24), cuando sus compañeros le dicen “Hemos visto al Señor”. Él les contestó: "si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el  agujero de los clavos y no meto mi mano en la herida de su costado, no creeré".
El pensamiento cartesiano puede considerarse como una respuesta a la incertidumbre de la época en la que fue formulado: por un lado, el hundimiento de un modelo científico (el geocentrismo) y el nacimiento de una nueva forma de ver el universo (heliocentrismo) cuyas consecuencias marcarán la modernidad. Por otro, la ciencia y la religión, las dos grandes “fuentes” de la verdad, se ven acosadas por la duda. Descartes intenta construir un sistema filosófico que resuelva esa incertidumbre generalizada, encontrando en la razón humana la roca firme sobre la que construir un sistema de conocimiento que resista el ataque de la duda, una filosofía en la que el error no tenga cabida. Sin embargo el método cartesiano no despejará la duda metódica, la que considera como falso a cualquier supuesto del que se pueda dudar.
Pero la incertidumbre suele provenir de la falta o escasez de conocimientos. El hombre se ve obligado a opinar porque la limitación de su conocimiento le impide alcanzar a menudo la certeza: puede llover o no llover, puedo morir antes o después de cumplir setenta años. La libertad humana es otro claro factor de incertidumbre: hablar sobre la configuración futura de la sociedad o de nuestra propia vida, es entrar de lleno en el terreno de lo opinable. Lo cual no significa que todas las opiniones valgan lo mismo.
Vivimos inmersos en una ceguera total desde el día de nuestro nacimiento hasta el día de nuestra muerte y, en el breve intervalo que llamamos vida, somos incapaces de controlar lo que sucede a nuestro alrededor. Esa falta de control nos hace dudar y nos mantiene en una incertidumbre que solo el necio parece olvidar a través de un subjetivismo, de unos intereses personales, que deforma las cuestiones más graves: el terrorista está convencido de que su causa es justa; la mujer que aborta quiere creer que sólo interrumpe el embarazo; el suicida se quita la vida bajo el peso de problemas no exactamente reales. Pero al hombre no le resulta fácil hacer o pensar lo que no debe. Por eso, para evitar esa violencia interna, si se vive de espaldas a la verdad se acaba en la autojustificación.

José Antonio Puig Camps. AGEA Valencia (Dr. Ingeniero y Sociólogo)
Twitter: @japuigcamps
Publicado 08-04-2017