En
estas fechas, la pasión de Jesús, uno siempre tiene presente al traidor Judas
Iscariote. Este miembro de los Doce Apóstoles traicionó a su amigo por unas
tristes 30 piezas de plata. Con su beso, Judas, llevó a la crucifixión al Hijo
de Dios. En la historia de la humanidad se cuentan hazañas de gran valentía
donde los hombres luchan y mueren por defender su pueblo, sus familias y sus
ideas. Pero como hay actos loables también los hay detestables. La confianza es
algo que el ser humano valora mucho y solo hay un acto que es capaz de destruir
por completo esto: la traición. Traicionar es defraudar, es una violación de la
fidelidad u honestidad que se debe. Dante Alighieri ubica a los traidores en el
último círculo (el noveno) del infierno ya que considera a la traición como el
peor pecado de todos. La razón es que, a diferencia de otro tipo de crímenes,
para traicionar primero hay que ganarse la confianza y el afecto de la víctima.
Dante,
en contraste con la imagen popular del Infierno como ardiente, sitúa a los
traidores congelados en un lago de hielo conocido como Cocito, en donde cada
grupo está encajado a profundidades cada vez mayores. Estos grupos son cuatro
zonas o “rondas” concéntricas de traidores que corresponden, en orden de
seriedad de su traición. La primera, son los traidores de sus propios
familiares (ronda “Caina”). La segunda se llama “Antenora”, contiene a los
traidores a las entidades políticas (partido, ciudad, o país). La tercera la
llama “Ptolomea”, en honor a Ptolomeo, hijo de Abobi, quien invitó a Simón
Macabeo y a su hijo a un banquete y después los mató, aquí los traidores están
castigados más severamente ya que la traición es por pura voluntad. La última
ronda se llama “Judeca”, en honor a Judas Iscariote, el traidor de Cristo, aquí
están los traidores a sus benefactores. En el centro del Infierno, condenado
por cometer el último pecado (la traición hacia Dios), está Satanás.
La
traición está íntimamente ligada al engaño y el engaño tiene su raíz en la
mentira. Mentir es afirmar algo que es falso, aun cuando no sepamos que no es
cierto. Algo distinto es engañar, en este acto existe una voluntad, una
premeditación, la búsqueda de un beneficio y, por qué no, hasta el perjuicio de
otra persona. Desde el Antiguo Testamento la traición es definida, relatada, y
atribuida siempre al cobarde y al tramposo. Caín fue castigado, no por la
acción de matar, como en verdad lo hizo, sino por traicionar al Creador. Y ya
con el beso de Judas, la traición comienza su nueva era aliada al poder, ya
fuera eclesiástico o seglar, pasando a ser su verdadera potencia de
destrucción; dura, cortante y artera. Y hasta nuestros días, pero especialmente
hoy, el poder político nace y vive atado a ella; y la traición le confiere al
poderoso el estigma de haber siempre jugado, a través de ella, el más indigno
papel de toda la existencia.
La
mayor muestra de traición en nuestro país la están mostrando los
independentistas catalanes, que utilizan la traición con impecable maestría, de
tal manera que su alevosía y maldad desde el pueblo llano son imperceptibles. Un pueblo que, en su
ignorancia, se transforma en instrumento ciego de su propia destrucción,
incapaces de ver la ambición, la intriga y la traición de aquellos que los
someten; un pueblo que adopta como realidades las que son puras ilusiones,
manteniéndose ajenos de todo conocimiento político, económico o civil y capaces
de tomar la traición por patriotismo y la venganza por la justicia. Es la
traición de unos utilizada para dominar a unos seres sobre otros. Es la
deslealtad de una persona al querer voluntariamente herir a otra, hacer daño aun
sabiendo que es difícil conseguir su deseo. El rey, así lo definió en su
mensaje de octubre pasado, ante la pretensión final de la Generalitat de que
sea proclamada –ilegalmente- la independencia de Cataluña: “Con sus decisiones han vulnerado de manera
sistemática las normas aprobadas legal y legítimamente, demostrando una
deslealtad inadmisible hacia los poderes del Estado. Un Estado al que, precisamente,
esas autoridades representan en Cataluña”.
Una
deslealtad o traición que exige voluntad para llevarla a cabo. Una
premeditación y la búsqueda de un beneficio hasta el perjuicio de otra persona.
Esto es lo que han hecho los independistas catalanes con cálculo, intencionalidad
y deliberación. Es así al realizar su Libro Blanco de la Transición Nacional de
Cataluña, un informe completo en el que se analizaban distintos aspectos a
tener en cuenta para el proceso de transición de Cataluña hacia un país
independiente y que las fuerzas políticas soberanistas han impulsado desde
entonces. Este libro fue el fruto de los 18 informes que, el “Consejo Asesor de
Transición Nacional” entre julio de 2013 y julio de 2014, entregó a la
Generalidad de Cataluña. Una hoja de ruta que les ha ido llevando día a día a
la traición sin límites, a un bucle maléfico que ha mostrado su voluntad
pérfida de traición hasta en sus propios adeptos. Pensemos en aquel Junqueras
que, en una entrevista desde la cárcel de Estremera en febrero pasado, apuntó a
la secretaria general de ERC, Marta Rovira, como posible candidata: “Es un gigante, una persona en la que todos
confiamos”. Hoy esa gigante “en la que todos confiamos” ha utilizado la
deserción yéndose a Suiza para huir de la Justicia sin importarle haber dejado tirados
a sus compañeros en la carrera hacia un independentismo imposible. Una Rovira
que ha desertado, que ha abandonado ese soporte que los suyos le habían dado,
un soporte reconocido por ella con lágrimas de plañidera en su frase, tantas
veces publicada: “Moltes gràcies pel
vostre suport. No defallirem”. Pero como decíamos anteriormente, la
traición confiere al poderoso el estigma de haber siempre jugado, a través de
ella, el más indigno papel de toda la existencia.
José
Antonio Puig Camps. AGEA Valencia (Dr. Ingeniero y Sociólogo)
Blog:
http://josantoniopuig44.blogspot.com.es/
Twitter:
@japuigcamps
Publicado
29-03-2018
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