El verano es la época del año donde,
entre otras cosas, uno interrumpe su trabajo para disfrutar de unas vacaciones.
Un receso que nos obliga a cambiar de chip, es decir, adoptar un nuevo rol en
tu forma de vida. Es un nuevo periodo de nuestra vida donde se espera tener menos
estrés y más deporte, menos trabajo y más ocio, menos amigos y más familia. Unos
días donde uno cambia la rutina diaria para acomodarse a un nuevo entorno y a
unas nuevas obligaciones. ¿Obligaciones?, ¿pero no estoy de vacaciones? Si lo
estás, pero ahora ya no te vale escaquearte de las obligaciones del hogar. Unas
obligaciones que el trabajo diario, del resto del año, te permite enmascarar.
Es en el estío donde muchas personas
descubren el hastío de las vacaciones: niños, mujer, suegra, parientes. Familia
que parecía no existir el resto del periodo laboral. Unos días esperados para
disfrutar del sol, de olvidar a compañeros de trabajo insoportables, de los
atascos diarios y de levantarse sin despertador, unas vacaciones para hacer lo
que uno quiera. Lo malo aparece cuando se descubre que esas vacaciones se
transforman en un tormento.
Centremos este asunto en los matrimonios.
La pareja, cuando sale de vacaciones, sufre una especie de metamorfosis al
sacarlas de la rutina diaria. Se pasa de unas ocupaciones conocidas y
desarrolladas con naturalidad rutinaria, a otras que ya fueron olvidadas o poco
practicadas. Es el momento en que el matrimonio se da cuenta de que la persona,
con la que comparte gran parte de su vida, es distinta cuando están de
vacaciones. Son más insoportables.
La emoción de salir de asueto sin
preocuparse por la labor diaria, puede transformarse fácilmente, en
aburrimiento, frustración y fastidio: en el hastío del estío. Es el momento en
que el connubio peligra, el punto y final de la relación. Muchos psicólogos
asocian esta situación a una convivencia excesivamente intensa de esos días. Y,
ante esta situación, cabe preguntarse si ambos conocen la calidad del
compromiso afectivo, si existe en esas parejas amor.
El conocimiento personal que cada uno tenga
de sí mismo, y la madurez psicológica, influyen para que el matrimonio llegue a
buen puerto. Cada miembro de la pareja aporta su visión de la convivencia,
adquirida, por lo general, en su familia de origen. Una pareja que convive, y
no se conoce, nunca puede mantener una relación afectiva. Son extraños en una
misma casa. Una situación, enmascarada por la rutina del trabajo diario, donde
cada uno encuentra, fuera del hogar, el aliciente para seguir viviendo juntos.
Las vacaciones rompen ese aliciente y delata aquello que ambos ocultaban: la
falta de amor.
Las vacaciones ponen al descubierto
conflictos que ya estaban presentes con anterioridad al período vacacional. La
pareja pasa de verse prácticamente por las noches y fines de semana, a vivir
las veinticuatro horas del día en un espacio compartido. El resto del año, las
parejas están más ocupadas, tienen los roles correspondientes más delimitados y
hay poco tiempo para discutir. Los conflictos se posponen y acumulan.
Un
gravísimo error que cometen muchas parejas, con problemas, es esperar demasiado
de las vacaciones. Es decir, pensar que las peleas y continuos roces que se han
ido desarrollando a lo largo de todo el año van a desaparecer nada más poner
pie en el destino estival. Cuando se pone toda la confianza
en que las vacaciones van a resolver nuestros problemas, es muy probable que lo
que se logre sea un gran sentimiento de decepción y frustración. Aparece
entonces la resignación y el resentimiento, pero sin plantear solución alguna.
En las vacaciones somos distintos. Surge
en nosotros otro personaje más amable y divertido, más dicharachero, pero no
con tu pareja sino con otras personas con las que aparentemente se tiene más en
común. Ello puede eclipsar la razón y acabar destruyendo una relación de años
para correr tras un amor de fantasía y ensueño. Una situación que te apartará
de la familia para hundirte en la soledad. Será entonces cuando pasaras las
horas, de verdadero hastío, recordando el estío donde empezaste a soñar.
José Antonio Puig Camps. AGEA Valencia (Dr.
Ingeniero y Sociólogo)
http://josantoniopuig44.blogspot.com.es/
Twitter: @JapuigJose