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MI Frase
"Cuando la vista se cruza con el deseo, haz que impere la razón".
(José A. Puig)





viernes, 8 de febrero de 2019

LOS CONFLICTOS DE INTERESES


Un conflicto de interés surge cuando las relaciones personales, profesionales, financieras o de otra índole, interfieren o pueden interferir con la objetividad o lealtad que obliga el poder del Estado con sus ciudadanos. El  riesgo  de  que  se  plantee  un  conflicto  de  intereses  puede  surgir  en  dos  niveles:  a  nivel  institucional,  y  a  nivel  personal.  El  conflicto  es  de  carácter   institucional cuando una organización no puede prestar servicios imparciales, su objetividad para cumplir su misión  se  ve  o  puede  verse  menoscabada,  o  tiene  una  ventaja  competitiva  injusta. La falta de objetividad y de previsibilidad de los poderes públicos es causa de grandes problemas para el conjunto de la sociedad civil en general y para los ciudadanos en particular. Todo conflicto de intereses está íntimamente relacionado con la corrupción y están presentes en numerosas decisiones de la vida de profesionales, directivos  y  empleados,  así  como  de  las  empresas  y  organizaciones,  públicas  o  privadas. 
Actualmente estamos viviendo la gran mentira de las instituciones públicas donde los gobernantes trazan su hoja de ruta en función de sus intereses particulares o de partido sin importarles las consecuencias. Cuando los intereses de parte quieren imponerse a los generales aparece el caos institucional y la sublevación ciudadana. Ante el desorden es obligación de todo gobierno establecer de forma inmediata, por el bien de la institución que se representa y por su fiabilidad, el orden y la armonía. El conflicto del taxi que, en ciudades como Madrid y Barcelona, ha puesto en peligro la convivencia ciudadana, ha mostrado el perfil de los gobiernos respectivos. Dos ejemplos que han mostrado el perfil del gobernante ante situaciones de gravedad. Por un lado, Ada Colau -presidenta del Área Metropolitana de Barcelona (AMB) y alcaldesa de Barcelona- que se ha escondido ante el problema, mostrando la cara más amarga de todo gobernante cual es el culpar a otros de su ineficacia, tomar parte en favor del sector del taxi y concederles todo lo solicitado. Por otro,  la de Ángel Garrido –presidente de la Comunidad de Madrid- con su firmeza y resistencia ante el chantaje del sector y que, a pesar de la tensión sufrida, no ha cedido ni un milímetro. Un conflicto que, al igual que otros tanto como hemos visto a lo largo de los últimos años, sirve para mostrar ante la opinión pública el coraje y personalidad de los gobernantes.
El transporte ha sido una necesidad para el hombre desde que el mundo es mundo. Con el paso de los siglos, la necesidad se ha ido convirtiendo en realidad económica, y tras ello en pujante sector económico en el más pleno sentido de la acepción. De hecho, se trata de un sector económico del que todos los demás sectores dependen fuertemente, puesto que tanto los productos, como las materias primas, como los componentes necesarios para ensamblar otros productos finales, como los propios trabajadores, cada vez más, dependen de su transporte. Las nuevas tecnologías, que tan rápidamente están emergiendo en nuestros días, están impactando y transformando el sector del transporte, a la par que en otros muchos como el de las comunicaciones. Estas últimas fueron ya objeto de un cambio drástico a partir de la Ley 11/1998, General de Telecomunicaciones, donde el monopolio de Telefónica dejo paso a segundos operadores, garantizando así la existencia de una competencia efectiva en dicho sector. Era impensable que en España, al igual que sucede en otros muchos países democráticos y de libre mercado, se mantuviera un monopolio en un campo tan competitivo y expansivo como el de las comunicaciones digitales.
Las tecnologías digitales inciden en nuestras vidas con tal fuerza que están reprogramando nuestra sociedad y, con ello, la política de los Estados. Aquellos países que no estén preparados para asumir los cambios económicos y sociales que ello conlleva, llevaran el caos al país por incapacidad de prevenir el tsunami de estas previsibles transformaciones estructurales. Estamos viviendo un cambio de era que está poniendo en evidencia a gobernantes y sectores incapaces de asumirlo. Un cambio de era que será más traumática que cualquier otra ya vivida, puesto que el avance tecnológico está obligando a que muchos puestos de trabajo sin cualificación adecuada desaparezcan. El progreso es imparable y nadie, que no esté preparado, podrá detenerlo, ni con huelgas, ni con manifestaciones y mucho menos con chantajes. Es el momento en que gobierno, empresarios y trabajadores empiecen a ser consciente de la importancia de la formación de los trabajadores, tanto actuales como futuros. Los gobiernos no pueden poner parches a base de regulaciones y decretos a los conflictos que, como el del taxi, se van a presentar. Es necesario un marco legal adecuado que permita a empresas y trabajadores adecuarse a esta nueva era digital.  
El enconado conflicto entre taxis y vehículos de alquiler con conductor (VTC) es quizá la mejor muestra de la fractura múltiple que sufre nuestro modelo socioeconómico ante la revolución tecnológica y la globalización. La solución no puede venir de diagnósticos simplistas basados en conceptos obsoletos, sino de una visión renovada de lo que significa el trabajo y la competencia en una sociedad abierta a la innovación pero capaz de corregir las injusticias de ciertos mercados. Se debe poner una solución estructural al conflicto, el cual no pasa solo por atender los intereses de políticos y conductores (taxistas o VTC), sino de los intereses de los usuarios, que se benefician en calidad y cantidad de la diversificación de la oferta. También de la sociedad en general que con este aumento de la movilidad esporádica ha conseguido una palanca para reducir el uso e incluso la adquisición del vehículo privado, con lo que supone de mejora ambiental en términos de menor congestión e incluso mayor uso del transporte público. Así pues, se trata de equilibrar la innovación con la protección de ciertos derechos, tanto de los taxistas, como de los conductores de VTC y velar asimismo por el conjunto de ciudadanos. La peor de las soluciones es la de mantener el conflicto de intereses como el que abandera la alcaldesa Colau, fosilizando el problema en una regulación de la era analógica.

José Antonio Puig Camps. AGEA Valencia (Dr. Ingeniero y Sociólogo)
Blog: http://josantoniopuig44.blogspot.com.es/
Twitter: @japuigcamps
Publicado 8-01-2019