Oseas, es el primero que utiliza lenguaje matrimonial para explicar la comunidad de amor entre Yahvé y su pueblo. Su matrimonio se convierte en símbolo de la verdad que predica. El toma por esposa a una prostituta. La ama de veras. Pero después de algún tiempo, ella le abandona para seguir su vida anterior. (Lectura del profeta Oseas 6, 1-6).
Cuando Oseas se ve traicionado por su esposa y a pesar de ello siente que la sigue amando, se da cuenta de que eso era exactamente lo que sucedía entre Dios y su pueblo: Dios seguía amando a aquel pueblo a pesar de sus infidelidades. "Ama a una mujer amante de otro y adúltera, como ama el Señor a los israelitas, a pesar de que siguen a dioses extranjeros" (3,1).
Esto le llevó al profeta a mantener su fidelidad a pesar de la traición de su esposa. Así, cuando la gente le preguntaba por qué no la denunciaba públicamente para poderle dar todos a pedradas el castigo que merecía, Oseas les respondía: Porque quiero que entiendan con mi actitud que la fidelidad de mi amor traicionado es un signo y una manifestación del amor de Dios, fiel a su pueblo a pesar de no ser correspondido.
El gran mensaje de Oseas sigue siendo válido: Dios ama a todos los pueblos y la Iglesia está llamada a ser sacramento de ese amor. Anunciar el Evangelio solo es posible a través de un diálogo sincero y respetuoso, capaz de hacerse vehículo del amor del Padre por todos sus hijos e hijas.
Esta es la actitud constante de Dios con el hombre. La misericordia de Dios es la clave que nos abre a la esperanza. Dios nos ama no porque seamos buenos, sino para que seamos buenos. “Como ama Yahvé a los hijos de Israel, mientras ellos se vuelven a otros dioses”. Esa es la medida del amor.
Nada hay tan peligroso como un culto vacío que no responde a la vida, que no tiene sus consecuencias prácticas en la vida. Dios abomina ese culto y todas nuestras prácticas de penitencia cuando sirven solamente para evadirnos del amor al prójimo y de la justicia. Nuestros rezos penitenciales no detendrán la catástrofe y el juicio de Dios, pues Dios quiere misericordia y no sacrificios.