Nos habían explicado que el matrimonio era una imposición
burguesa y que la unión conyugal era una forma consentida pero insana de represión
sexual donde la libertad soñada, por los corazones libres del mundo unidos,
quedaba suprimida, y aquellos que abrazábamos la formalidad burguesa de
casarnos se nos veía como raros especímenes de la raza humana doblegados a la
moral judeocristiana y a los interés de clase. Según Freud (en “el malestar en la cultura”) solo los
seres débiles, se sometieron a tan amplia restricción de su libertad sexual.
Sin embargo, actualmente observamos que los que clamaban por
el amor libre hoy lo hacen por “matrimonio para todos”, hasta para los
homosexuales, que apenas han salido del armario ya quieren meterlos en nupcias.
Pero la sorpresa no termina aquí, ya que los libertarios de antaño, que
suspiran ahora por el matrimonio como nueva revolución sexual, también
programan el divorcio “exprés” para hacer más rápido y fácil el que ese
matrimonio se rompa. Es decir, ya no se contentan con un matrimonio sino que
cuantos más matrimonios mejor.
Estos adelantados en las conquistas sociales, que primero
tenían como lema “Matrimonio de entrada no” y ahora quieren entrar en el
matrimonio a toda costa y cuantas mas veces mejor, plantean, ante su
incapacidad natural de concebir hijos, la adopción de niños para “matrimonios
homosexuales”. Pero aquí no terminan sus deseos de conquistas sociales, puesto
que también quieren mas abortos (sin importar la edad de la madre), mas
píldoras del “día después” y mas muertes a través de la eutanasia
indiscriminada, y veremos que mas se les ocurre y que mas están dispuestas a
dar las “autoridades” de turno.
Todos estos deseos libertarios lo que ponen de manifiesto no
es otra cosa que la de reducir el vínculo conyugal, que hace familia, a mera
amistad con intimidad física que no genera compromiso y con disponibilidad rápida
de disolución. Este reduccionismo del matrimonio, que aminora la pasión
afectiva a simple rutina; disuelve y confunde el matrimonio al que ya solo le
queda que le pongan el cartel de “soledad perpetua” como lo único
verdadero del ser humano.
José Antonio
Puig Camps /Doctor Ingeniero y Sociólogo (Grupo AGEA)