La soledad es una paradoja de nuestro tiempo; buscada, deseada, odiada y repelida por un marco cambiante, en el que nuestra naturaleza se siente confundida. Es una sensación difícil de explicar, se trata de una mezcla de sentimientos de inadecuación, de carencia, pero sobre todo de vacío. A pesar de estar relacionada con la tristeza o la angustia, la soledad es un amplio concepto que tiene distintas connotaciones, tanto positivas como negativas. Podemos distinguir entre dos tipos de soledad: la emocional y la social. La primera, es aquella que surge de la carencia o pérdida de una relación íntima con otra persona. Es esa sensación de vacío que nos invade cuando alguien muy importante para nosotros, ya sea por separación, muerte o cualquier otra causa, desaparece de nuestra vida. Por otra parte, la soledad social aparece cuando no tenemos un conjunto estructurado de personas y medios con un mismo fin. Esta situación puede llegar a ser muy frustrante si formamos parte de un grupo en el que no tenemos ese feeling, no coincidimos ni en valores ni en la forma de actuar. Es esa brecha entre lo que la persona espera de las relaciones interpersonales y lo que realmente obtiene.
Una de las ideas que debemos alejar de nuestras vidas es creer que, si no tenemos muchos amigos, si no tenemos continuamente gente a nuestro alrededor o si no nos llaman, somos infelices. Cuantas veces hemos ido obligados a un evento y te sientes a disgusto, o cuantas veces esos amigos que creías el complemento perfecto para no sentirte solo no te han aportado nada positivo. Es necesario que comprendamos que no porque seas solitario, estas solo. Estar en un sitio en el que no quieres estar o tener una pareja que te hace sentir igualmente solo no es positivo para ti. Ser solitario no implica estar solo, indica que sabes disfrutar del tiempo que pasas contigo mismo ya que te sientes bien y lo deseas. Ser feliz por ti mismo no depende de influencias externas. Que felicidad vemos en los niños que no tienen ningún problema en jugar solos, o que felicidad sientes al encontrar ese sitio tranquilo en un parque o en la montaña que te une con el infinito y dices: ¡Que felicidad!
En contraste con la compañía materialista o amor líquido (rollos de una noche o relaciones fugaces), existen en la lengua anglosajona dos tipos de estados de soledad: la que conocemos con características negativas y aquellos que tienen características positivas, la solitude. Esta última podemos definirla como la soledad buscada que, a diferencia de la anterior, es una soledad deseada ante la necesidad de tener momentos de relajación, distracción o visión interior. Es una soledad positiva pues no es malo querer estar solos cuando lo necesitamos. Psicólogos y psiquiatras indican que la soledad en necesaria y terapéutica en numerosos casos, como el síndrome del burnout (síndrome de desgaste profesional o síndrome de estar quemado) que se desarrolla, generalmente, en las profesiones de ayuda y de interrelación social frecuente. Esta soledad positiva es deseada por las personas y disfrutan incorporando momentos de soledad en su día a día. Aunque el ser humano es social por naturaleza, y por ello necesita el contacto y la relación con otras personas, también es cierto que el estar acompañado en todo momento no resulta positivo para su desarrollo. El ser humano tiene la necesidad y el derecho de poder estar en soledad, con las consecuencias positivas de la misma.