Cuando la persona está influenciada por la cultura y las tradiciones, el sentido común no siempre es la solución óptima o racional, su subjetividad hace que se acepten situaciones que para otros muchos resultan inaceptables. El niño que vive en un ambiente de robos, enfrentamientos, drogas, etc., lo que realmente practicará en su vida será su “cultura real” (lo que está viviendo), en contraste con la “cultura ideal” la de valores, normas y comportamientos que una sociedad afirma tener y a los que aspira. En ambos casos el sentido común será subjetivo y aceptará como normal lo que para otros la misma situación no lo es. El sentido común se adquiere a través de la experiencia diaria, la observación y la educación, siendo útil para acciones cotidianas que no requieren mucha reflexión por eso puede ser subjetivo e influenciable. Por el contrario, cuando necesito tomar decisiones importantes y evitar la manipulación, utilizaré el pensamiento crítico que es un proceso analítico, estructurado y objetivo para evaluar información, argumentos y soluciones.
Todo este recorrido previo me sirve para hacerme esta pregunta ¿Ante la situación política actual que es mejor el sentido común o el pensamiento crítico? Sin lugar a duda, el pensamiento crítico es superior al sentido común porque permite analizar la información de manera profunda, cuestionar narrativas y tomar decisiones informadas, en contraste con el sentido común que a menudo se basa en prejuicios o ideas preconcebidas. Si bien el sentido común es útil, el pensamiento crítico es una habilidad más sofisticada y necesaria para navegar la complejidad política moderna, evaluar la veracidad de las fuentes y comprender las implicaciones a largo plazo de las políticas públicas. Desde la filosofía de la sospecha (Paul Ricoeur), las características del pensamiento crítico es no aceptar el sentido común.
El pasado lunes (031025) se produjeron dos noticias de gran relieve informativo: la dimisión de Carlos Mazón, presidente de la CV, y el inicio del juicio a Álvaro García Ortiz, fiscal general del Estado. Dos protagonistas con contextos muy distintos, pero ambos en una situación insostenible. El primero, por su responsabilidad en la gestión de la dana; el segundo, por los indicios de utilizar la Fiscalía para ayudar al Gobierno y políticamente dañar los derechos de un ciudadano. Dos noticias donde la actuación ha sido muy diferente: Mazón, presenta su dimisión; García Ortiz, utiliza el respaldo y exigencias del presidente Sánchez para mantenerse. En un caso, el dirigente valenciano ha usado el “pensamiento crítico”; en el otro caso, el fiscal general del estado ha usado un sentido común táctico, subjetivo, el de impulsar relatos, borrar pruebas, para controlar a los medios.
Me pregunto qué hubiera pasado si Mazón hubiese sido un presidente zurdo. Seguro que la línea de acción habría sido blindarle con todo la maquinaria del Estado y la de sus socios. A la izquierda no se la toca. El impresentable Rufián, ¡qué bien le define el apellido!, habla de la derecha como ladrones profesionales, frente a los ladrones chapuza de la izquierda. Son los suyos, y ya se sabe, están al lado correcto de la Historia y siempre tienen razón. Su sentido común está impregnado de esa cultura real alejada de toda norma y comportamientos moral, donde desaparece la objetividad cuando se ataca al adversario. Una izquierda fanática, resentida, que alienta la tensión y el odio para sobrevivir. Una izquierda que ante cualquier situación ampara a los suyos, frente a una derecha que los abandona cuando se equivocan. Es el miedo al “qué dirán” que les atenaza y acobarda.
Ese miedo les hace cometer errores, como su falta de habilidad política permitiendo que Mazón anunciara su dimisión el mismo día que García Ortiz iba a ser juzgado, con ello se distrajo a la opinión pública de un hecho tan importante y dañino para el Gobierno. Frente a esa derecha, tenemos una izquierda cuya “superioridad in-moral” aplaude a un Sánchez al que se le debe admirar por ser un ejemplo de resistencia. Es su sentido común subjetivo, asentado en su “cultura real”, que prefiere un Gobierno colapsado e instalado en la mentira y la corrupción, con tal de que sea de izquierdas. Es entonces cuando a la pregunta anterior debemos considerar si el pensamiento crítico nos hace ser más críticos con la derecha que con la izquierda política.
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