¿Las
tareas diarias que realizan los niños al salir del colegio son excesivas? Este
es un tema que lleva años debatiéndose y tiene enfrentados a padres y centros
escolares desde hace tiempo. La Confederación Española de Asociaciones de
Padres y Madres de Alumnos (CEAPA), critica que en los últimos años se haya
incrementado el tiempo que los menores han de dedicar en casa a realizar las
tareas escolares. Por otra, la Confederación Católica Nacional de Padres de
Familia y padres de Alumnos (CONCAPA), considera que no se puede alentar a las
familias a no respetar y cumplir las normas educativas, entre las que se
encuentran los deberes.
¿Es
cierto que en España los deberes extraescolares son negativos para los niños? Para
poder dar una respuesta racional veamos, en términos generales, lo que hacen en
otros países. En Finlandia (líder europeo en educación), los niños dedican,
como mucho, 30 minutos diarios a los deberes. En España llegan a estar hasta
tres horas. España, junto a Rusia y Alemania, sigue la tradición enciclopédica
donde al exceso de lecciones discursivas y una gran carga de horas lectivas hay
que sumar las tareas de propina en el hogar. Total, para cosechar unos
resultados muy mediocres. En el modelo anglosajón, con clases mucho más ligeras
y mayor autonomía de los estudiantes a la hora de elegir su itinerario
académico, apenas ha calado la controversia, pero los gobiernos suelen
recomendar que no falten los deberes. Aunque sus resultados tampoco son para
tirar cohetes, ni Gran Bretaña ni Estados Unidos pueden presumir de las
calificaciones de sus adolescentes según el informe PISA, aunque luego sus
universidades marcan la diferencia.
Los
modelos más exitosos son el escandinavo y el del sudeste asiático. El primero
apenas da importancia a los deberes (aunque los hay), el segundo es tan
competitivo que los alumnos necesitan apoyarse con academias privadas para
hacer frente a los trabajos extraescolares que exigen, convirtiéndose en una
doble jornada agotadora para los estudiantes. Ambos modelos muy distintos, en
cuanto a la exigencia y tipo de deberes, pero con unos resultados extraordinarios.
Esta situación nos debería plantear un cambio de pregunta, ya no, si se deben o
no poner deberes para casa, sino, sí pueden
ser los deberes por exceso o por defecto un factor determinante.
La
lista de argumentos a favor de la reducción drástica de los deberes no ha
dejado de crecer en los últimos años. El ejemplo de países como Finlandia,
Japón, Dinamarca o la República Checa, donde los maestros suelen asignar pocos
deberes a sus alumnos, ha espoleado esta reclamación. Sin embargo, los deberes
no deben ser vistos como los responsables de los males infantiles, posiblemente
se debería considerar la cantidad o el exceso de esos trabajos para casa, pero
no su drástica eliminación.
Todos
los excesos son malos, pero dosificar adecuadamente los deberes según la edad
permitirá al niño crear hábitos de trabajo que promuevan su autonomía y
conecten el contexto escolar con la vida en familia. Actividades intelectuales
como la lectura, la creación artística, los comentarios a textos…todo ello,
según Tomás Andrés Tripero (profesor de Psicología del Desarrollo U.C.),
favorecerá la concentración, fundamental para el desarrollo neurológico y
cerebral. Una carga desmesurada, es contraproducente pues el niño puede verse
abrumado y desbordado. De esa manera, el estudio se convierte en algo terrible
y desconcertante, en vez de en una aventura de descubrimiento y placer.
Los
deberes deben ser tareas atractivas vinculadas a la realidad del mundo, que
ayuden a los niños a reafirmar el aprendizaje que no se haya consolidado en
horario escolar o profundizar y ampliar lo que se haya aprendido. Unas tareas
inútiles, pesadas y faltas de coherencia son interpretadas como un castigo y no
como un aprendizaje. Hay que tener en cuenta que los deberes también sirven
para que los padres se enteren de lo que hacen sus hijos, estableciendo con
ellos una relación de colaboración y complicidad. Los niños, a su vez, ven que
a sus padres les preocupa lo que hacen en la escuela y que se implican en sus
problemas. Es así como una amenaza (los deberes), puede convertirse en una fortaleza en las relaciones
familiares.
José Antonio Puig Camps.
AGEA Valencia (Dr. Ingeniero y Sociólogo)
Twitter: @japuigcamps
Publicado 26-12-2016