Mi frase




MI Frase
"Cuando la vista se cruza con el deseo, haz que impere la razón".
(José A. Puig)





domingo, 6 de noviembre de 2016

QUÉ ESTÁ PASANDO EN NUESTRA SOCIEDAD



Por desgracia nos levantamos cada mañana con noticias espeluznantes  que nos desgarran y atormentan por las salvajadas que unos seres humanos (¿?) son capaces de hacer a otros. Noticias de asesinatos y violaciones,  abusos de niños y niñas, raptos y venta de personas, conductas de menores de edad que acaban en muertes prematuras. Atroces comportamientos que sólo nombrarlos te hieren y rompen el corazón. ¿Pero qué está pasando en esta sociedad global que nos ha tocado vivir?
Son varias las respuestas que acuden a la mente pero sin duda, y creo no equivocarme, todas ellas confluyen en la pérdida de valores morales que desde hace tiempo –demasiado- imperan en nuestra sociedad. Desde que nacemos el entorno en el que vamos creciendo nos está condicionando para nuestra vida futura. Esa socialización nos afecta en nuestras actuaciones y en nuestra forma de afrontar éxitos y fracasos. La familia, la escuela, los amigos, la religión o los medios de comunicación van conformando nuestras vidas y la forma en que nuestro proceder es o no aceptado por la sociedad. Los valores morales, cómo conjunto de normas y costumbres transmitidos al individuo, son pues fruto de esa socialización que nos permite diferenciar entre lo bueno y lo malo, lo correcto e incorrecto, lo justo o injusto.
Desde temprana edad, los valores morales, son introducidos por la familia con el ejemplo y modelo que padres y madres van dando a sus hijos: el amor, la ternura, la comprensión, el dialogo, la amonestación o el castigo; factores que van conformando el marco social en que el individuo va creando su personalidad. En las etapas siguientes de nuestras vidas, esos valores, deben ser reforzados por la escuela en que nos formamos, por la religión que practicamos, por los amigos con los que nos rodeamos y por los medios con que nos distraemos. El ejemplo dado por profesores, políticos, medios de comunicación, mundo del espectáculo y de la música o por los personajes de la vida social y cultural, influyen de forma singular en la forma de actuar de jóvenes y adultos. La televisión, con sus más de cuatro horas de media diarias que acompañan a cada uno de nosotros, perfora nuestro marco socializador y lo hacen que se transforme en un agujero negro que absorbe toda la inmundicia que sale por la caja tonta (¿tonta?), influyendo en nuestra forma de ver la vida y de comportarnos; relativizando cualquier valor que durante años haya podido conformar nuestra personalidad.
Pero hoy la influencia de la familia, en esa socialización, está quedando en un segundo plano ante la influencia de las redes sociales. Una influencia que actúa, en algunas familias, cómo los verdaderos formadores de esos hijos a los que impunemente se les dejan al albur de sus consecuencias. Es importante conocer los peligros de cierto uso de la red y de las redes sociales, que ofrecen la ilusión alternativa aparentemente más verdadera que la que circula por los cauces clásicos. Por otra parte, y no menos importante, la falta de un conocimiento y seguimiento de lo que los hijos están realmente aprendiendo y aprehendiendo en sus respectivas escuelas y universidades es otro elemento perturbador en la adaptación del individuo a las normas de comportamiento social. Los amigos y su influencia, ese grupo de pares que hace que desde pequeños vayan tomando cariños ficticios ante la falta de un verdadero amor de los padres. Esa enseñanza religiosa, formadora espiritual del individuo, que es rechazada en escuelas, colegios e institutos como base de la enseñanza formativa.
La permisividad que la sociedad está dando a todos estos agentes socializadores es cultivo evidente de la falta de valores que nuestros jóvenes van asumiendo como algo normal en su forma de vida. La "indiferencia religiosa", como forma peculiar de increencia, es una actitud vital en la que el sujeto no acepta ni rechaza a Dios, sino que prescinde de él, organizando su vida totalmente al margen de la práctica religiosa. La pérdida de la relación paterno-filial como indiferencia de cualquier conexión entre padres e hijos es un elemento que aflige a los seres humanos y les hace ser insensibles al dolor ajeno. Las amistades, como sostén de una vida falta de cariño familiar, están llevando a muchas parejas a dirigir sus vidas como algo individual y egoísta que los encamina claramente a su disolución. Sin valores morales la sociedad se marchita, se apaga y finalmente muestra la cara más inhumana del ser humano: la indiferencia, la frialdad y la insensibilidad que hacen más daño que la aversión declarada.
José Antonio Puig Camps. AGEA Valencia (Dr. Ingeniero y Sociólogo)
Twitter: @japuigcamps
Publicado 06-11-2016