Mi frase




MI Frase
"Cuando la vista se cruza con el deseo, haz que impere la razón".
(José A. Puig)





domingo, 23 de febrero de 2020

LA INADMISIBLE EUTANASIA


Los esfuerzos por cambiar políticas gubernamentales sobre la eutanasia en los siglos XX y XXI han tenido un éxito limitado. La eutanasia, como acto deliberado de poner fin a la vida de un paciente, es legal en Países Bajos, Canadá, Bélgica, Colombia​ y Luxemburgo. En el campo del derecho a la muerte digna, la referencia sigue estando en Europa: Holanda fue el primer país del mundo que legalizó la eutanasia, en el 2002, pocos meses antes de que lo hiciera Bélgica. Luxemburgo la incorporó a su legislación en el 2009. En España, tras dos años de bloqueo, la ley de la eutanasia ha vuelto al Congreso y esta vez sí, ha comenzado ya su tramitación con los votos a favor de todos los grupos excepto PP y Vox. Una ley que, por ahora, será el propio paciente el que tenga que solicitar la eutanasia, de forma libre, voluntaria y consciente. No podrá hacerlo ningún familiar, ni padres, ni hijos ni cónyuges. Una ley conflictiva y sin garantías suficientes para el enfermo que, por su enfermedad avanzada o en situación terminal, atraviesa estados de depresión que los incapacita para tomar esa decisión.
La inaceptabilidad de esa ley queda perfectamente establecida en varios documentos que, a modo de ejemplo, plantean instituciones y científicos. La Conferencia Episcopal Española difundió un amplio documento sobre la eutanasia –Sembradores de Esperanza-, presentando un debate social sobre la eutanasia, el suicidio asistido y la muerte digna. Varios investigadores del Observatorio de Bioética de la UCV, en su documento “La eutanasia que nos llega. Reflexión médica, jurídica y moral”, advierten de los problemas que la ley sobre la eutanasia planteará a la sociedad española en su conjunto. El doctor Manuel Martínez-Sellés, catedrático de Medicina y jefe de Cardiología del Hospital Gregorio Marañón de Madrid, en su libro, “Eutanasia, un análisis a la luz de la ciencia y la antropología”, se introduce en un debate sobre la eutanasia, el sentido del sufrimiento y la libertad de elección a través de su propia experiencia con argumentos científicos y bioéticos. Un debate resumido en cuatro motivos por los que la eutanasia es siempre inaceptable. Su claridad es tal que los expongo a continuación.
El primer motivo es que la aceptación de esa ley introduce a la sociedad en una pendiente resbaladiza, ya que tiende a hacerse especialmente accesible y dirigida de forma prioritaria a las clases económicamente más débiles, los grupos étnicos desfavorecidos y a las personas más vulnerables.
El segundo motivo es la falta de autodeterminación real, como decía anteriormente, al encontrarse en una situación terminal con grandes depresiones se solicita que acaben con su vida en unas condiciones que no están mentalmente sanos ni conscientes, por lo que la autonomía es cuestionable.  Expresiones como “me quiero morir” o “no quiero seguir luchando” dependen mucho del estado de ánimo del paciente y de sus sentimientos cambiantes. Ciertamente es un deber moral tratar de aliviar los sufrimientos de los pacientes crónicos e incurables, pero no eliminar a dichos pacientes para acabar con sus sufrimientos. Tampoco parece tolerable el argumento de dolor intolerable, al existir remedios terapéuticos suficientes para eliminarlo, especialmente con los Cuidados Paliativos.
El tercer motivo es que se reducen los cuidados paliativos, unos cuidados que son la respuesta médica adecuada al dolor y al sufrimiento; la aceptación de la eutanasia conlleva una disminución de los medios destinados a estos cuidados. También, con una eutanasia legalizada, los incentivos para investigar nuevos tratamientos de cuidados paliativos son menores, por lo que, a efectos prácticos, la eutanasia limita el desarrollo de este tipo de cuidados paliativos al ser caros. Lo barato es la eutanasia.
Por otra parte, cuarto motivo, se produce una deformación del sentido médico. El deber de todo médico de intentar curar y/o mejorar a sus pacientes desaparece con la eutanasia que, además, deteriora la confianza médico-paciente. La eutanasia es contraria al juramento hipocrático e implica una ruptura deontológica con grandes consecuencias sobre la profesión médica. Los médicos que entran en una mentalidad eutanásica la incorporan a toda su visión profesional, y puede ser un camino de no retorno. El galeno deja de ser un “salvavidas” y se transforma en “quitavidas”: su sentido cambia por completo. Instituciones profesionales especializadas en este asunto, como el Colegio General de Médicos, manifiesta que el médico nunca provocará intencionadamente la muerte de ningún paciente, ni siquiera en caso de petición expresa de éste (Código Deontológico, Art. 36, apartado 3).
Como indican las encuestas del CIS, o las páginas web del INE, no aparece como unos de los problemas prioritarios la eutanasia, por lo que afirmar que es una demanda social entra de lleno en un argumento falso. Cómo el de afirmar que el proyecto de ley para legalizar la eutanasia está en los países de nuestro entorno, pues de los 29 países de la UE, la eutanasia y el suicidio asistido, solamente están legalizados en tres: Holanda, Bélgica y Luxemburgo, y el suicidio asistido en Suiza.
En la ley propuesta por Unidas Podemos, se hace hincapié en que en la solicitud de la eutanasia debe prevalecer la autonomía de los pacientes sobre el valor de la vida humana. Conviene tener presente que el ejercicio de la autonomía solamente es lícito éticamente si al ejercerla se persiguen fines lícitos, es decir, orientados hacia el bien del sujeto y no a provocarle un daño. Abordar el sufrimiento humano pretendiendo eliminar a las personas que lo padecen es, ante todo, un  fracaso  del  sistema  asistencial,  pero  también  de  la  sociedad moderna.

José Antonio Puig Camps. AGEA Valencia (Dr. Ingeniero y Sociólogo)
Blog: http://josantoniopuig44.blogspot.com.es/
Twitter: @japuigcamps
Publicado 23-02-2020