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MI Frase
"Cuando la vista se cruza con el deseo, haz que impere la razón".
(José A. Puig)





domingo, 30 de julio de 2023

LA VEJEZ DIVIDENDO DE LONGEVIDAD

 

El paulatino envejecimiento de las sociedades modernas es un fenómeno planetario, pero que se acentúa especialmente en Europa, y más todavía en España. Es consecuencia directa de la prolongación de la esperanza de vida, de la emancipación de la mujer y de la conversión de la prole de una fuerza de trabajo a un objeto de consumo. La prolongación de la esperanza de vida es síntoma de unos hábitos más saludables y de una mejor sanidad y educación, que se reflejan a lo largo de toda la escala de edad, y no únicamente en la vejez. Ello nos convierte no solo en sujetos más productivos y con mayor posibilidad de aportar al conjunto de la sociedad, sino que también nos atribuye una mayor capacidad para disfrutar de una vida plena y feliz. El reconocimiento de la igualdad entre los sexos, la incorporación de la mujer al mercado de trabajo, el aumento de la esperanza de vida y el que los hijos ya no son la principal fuerza de apoyo laboral a la familia, lleva en consecuencia a una menor natalidad y una mayor longevidad. Pero si tal cosa la vivimos erróneamente como un problema es porque no hemos adaptado nuestra estructura económica e institucional a esta nueva realidad.

Si el primer dividendo de longevidad provino de la reducción de la mortalidad infantil, el segundo se obtuvo y se sigue obteniendo mediante el tratamiento de enfermedades crónicas que tienden a presentarse en la mediana edad y más allá, como las enfermedades cardiovasculares, la diabetes y el cáncer. Mediante exámenes médicos tempranos, tratamientos más eficaces y campañas de sensibilización pública para promover opciones de vida más saludables, la duración de la vida de las personas ha experimentado un aumento que se estima en miles de millones de euros. Pero estas cantidades pueden mitigarse e incluso revertirse con una lucha adecuada contra las enfermedades relacionadas con el envejecimiento, al poder aumentar la productividad gracias al aumento del número de años de trabajo y en posibles ahorros de costes si las personas de edad se mantienen sanas durante más tiempo.

Con el aumento de la longevidad, crece la autoestima, se estimulan las funciones cognitivas que evitan su deterioro y las ganas de vivir una vida más larga y saludable que nuestros predecesores. La forma de aprovecharse de ese dividendo de longevidad radica fundamentalmente en nuestro comportamiento y en la forma en que se acepte o no las circunstancias propias de cada edad. Unas circunstancias que no son homogéneas, ya que existen personas mayores de 65 años (edad considerada inicio de la vejez) que viven la vejez como un periodo de desarrollo y no de declive personal, otras que experimentan ciertas consecuencias inevitables de la tercera edad y pueden disfrutar de mayor o menor bienestar y finalmente aquellas personas que viven una situación de fragilidad, necesidad de ayuda y dependencia. Una vivencia positiva es clave para esa aceptación: actitud optimista respecto a las propias posibilidades, una estructura yoica lo suficientemente autónoma como para poner en primer plano el propio proyecto vital, el cómo conseguir nuestras metas y deseos en relación con distintos ámbitos del desarrollo personal y social (trabajos, familia, amistades, espiritualidad, bienes propios, ocio…).

Alcanzar la vejez es una de las dichas mayores y saberlo hacer una gran virtud humana. El doctor Marañón decía que "la tristeza del anciano depende de desear lo que no puede conseguir". Esa es la gran tribulación, querer lo que no se puede o anhelar el pasado cuando ya no existe. Saber envejecer es, como asevera el filósofo Henri Fréderic Amiel, la obra maestra de la sabiduría y una de las partes más difíciles del gran arte de vivir. Aprovechemos la gracia de ese dividendo de longevidad.

José Antonio Puig Camps (Dr. Ingeniero Agrónomo y Sociólogo)

Publicado el 30-07-2023