Los
españoles que nacimos entre los 40 y 60, del siglo pasado -¡madre mía del siglo
pasado!-, solemos reaccionar ante la situaciones que vamos viviendo día a día
de forma sorpresiva como si realmente hubiéramos nacido más tarde. Digo esto,
porqué si ya somos de cierta edad deberíamos estar acostumbrados a que la
condición humana nos hace vivir siempre en perpetuo sobresalto. Un sobresalto
que, en muchas ocasiones, nos hace revivir momentos del pasado, un “dèja vu”,
un ya vivido o visto, donde el acontecimiento vuelve a acontecer como si el
tiempo no hubiera pasado. Muchos de los hechos que actualmente estamos viviendo
son un volver a empezar, una repetición de la asignatura que nunca se aprobó
adecuadamente y surge una u otra vez, sin capacidad de ser aprobada. Son
sucesos, tantas veces repetidos, que han hecho que me viniera a la mente que nuestra
sociedad es una jaula de grillos.
Todos
los ciudadanos solo queremos ser escuchados, pero que poco capaces somos de
escuchar a los demás. Hemos construido una sociedad donde no dejamos de opinar,
de hablar sin cautela de lo que decimos, de dar información sesgada, de aceptar
todo sin pudor alguno. Un lugar donde, al igual que en una jaula de grillos,
hay mucho alboroto y que resulta difícil entenderse y poner orden. Todo esto
viene al caso de los continuos mensajes que el pueblo español está recibiendo
sobre la activación de la secesión de Cataluña del resto de España. El President
de la Generalitat de Catalunya, Puigdemont, envía una carta al Presidente del
Estado Español para dialogar sobre los términos y las condiciones del
referéndum, eso sí, previa condición de que el Sr. Rajoy acepte que se haga un
referéndum (¿?).
El Presidente
del Gobierno de España, como respuesta a esa misiva, le dice que lo que el pide
debe exponerlo en la Cámara o Parlamento de España, pues él no tiene autoridad
para aprobar ese tipo de petición. Es tal el alboroto que el Govern de
Catalunya, y el resto de independentistas, han montado que, como en toda jaula
de grillos, no hay manera de entenderse. Incluso dentro del bloque soberanista
las tensiones son cada vez mayores, convirtiéndose en una competición por ver quién
va más allá en sus planteamientos, y han actuado como catalizador para acelerar
un viaje sin retorno. Así, la mayoría independentista del Parlament ha impuesto
ya una reforma del reglamento que permitiría la aprobación exprés del texto en
trámite de lectura única, de tal manera que en tan solo 48 horas, sin capacidad
de reacción por parte de la oposición, la independencia se pondría en marcha. Con
esta forma de definir el “dialogo”, no es de extrañar que muchos digamos: ¡Que
paren el mundo, que me apeo!
Para
mayor sorpresa, éste grupo soberanista ya no escucha ni siquiera al pueblo
soberano catalán, a esos a los que machaconamente aluden para que se acepte el
referéndum. Digo esto, porqué según los datos del PAIS (24-05-17) –encuesta de
Metroscopia-, las maniobras de la Generalitat para aprobar sin apenas debate
las leyes de ruptura desagradan al 67% de los encuestados. Ésta sin razón
soberanista, este largo proceso, nos llevará a tal absurdo que desembocará en
un delirio peligroso. Un delirio o desvarío, que en palabras del dramaturgo
catalán Albert Boadella, solo tiene una única terapia de shock que pueda
curarlo: la suspensión de la autonomía catalana.
Esta
terapia de shock que muchos hemos pensado, debe de ser advertida públicamente.
Una advertencia que haga recapacitar en las causas que esa deriva catalanista
está poniendo sobre la mesa. Muchos empiezan a querer salir de esta jaula de
grillos. Los empresarios catalanes exigieron este jueves (26-05-17) a Carles
Puigdemont que respete la legalidad y acepte el envite de la vicepresidenta
Soraya Sáenz de Santamaría para acudir al Congreso a explicar su propuesta de
referéndum. Por desgracia, aún son muchos los que se encuentran parapetados en
las trincheras de la discordia, su falta de preparación les hace sentirse más
fuertes en la jaula que fuera de ella y, lo que es peor, con sus actuaciones a
través de cualquier medio están impidiendo que la ciudadanía, ya acostumbrada a
vivir en esa jaula de grillos, tome la decisión de abrir la puerta de ese
trullo y salga a revindicar lo que realmente piensa, única manera de poder, de
una vez por todas, dar respuestas coherentes a los anhelos del corazón humano.
José Antonio Puig Camps.
AGEA Valencia (Dr. Ingeniero y Sociólogo)
Twitter: @japuigcamps
Publicado 26-05-2017