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MI Frase
"Cuando la vista se cruza con el deseo, haz que impere la razón".
(José A. Puig)





lunes, 13 de abril de 2015

LOS BUFONES PERDIDOS



En las cortes de los antiguos faraones egipcios había unos personajes cuya misión era entretener a la realeza, fueron los  antepasados del bufón que, como tal, aparece en la Edad Media junto a reyes y grandes señores para divertirlos. En los siglos, XV y XVI, aparecen dos bufones que, con su actuación, dejaron huella de su paso. Uno fue  Will Sommers, famoso bufón de Enrique VIII que, al contrario de lo que se esperaba en esos personajes, no era ni tonto ni loco sino que alcanzaba su puesto, su licencia para ciertas libertades, gracias a su ingenio y talento para entretener, llegando a ser confidente, consejero y espía del rey a quien le llamaba “tío”. Otro fue Stańczyk, el bufón más famoso en la Historia de Polonia, considerado como más que un simple artista cómico y recordado como un hombre de gran inteligencia, un filósofo político con un formidable conocimiento acerca de la situación actual y futura de Polonia. Dos ejemplos que desmienten el estereotipo que del bufón se tiene.
Víctor Hugo, con su obra literaria “El rey se divierte”, hace una crítica feroz de la monarquía enfrentando con audacia, la irracionalidad y el salvajismo más absolutos, plasmados en la figura del rey Francisco I, a la cordura y el odio de su bufón, Triboulet.  Este personaje se hizo mundialmente famoso gracias a Verdi, en Rigoletto. El personaje Triboulet es mostrado como un ser marginado, tullido, desmembrado e incluso despreciable que provoca en la sociedad repulsión y asco. Pero también un ser inteligente que, como muchos de sus análogos,  asegura su supervivencia acomodando su personaje en ferias, circos e incluso en la servidumbre de la alta nobleza y realeza.
Es aquí, en el servicio a la realeza, donde el bufón encuentra su meritorio sitio al poder hacer y decir lo que a cualquier otro le estaría prohibido. Su condición de marginado, de despreciado e incluso de no ser visto como seres humanos, les concede esa paradójica prerrogativa donde su extrema marginalidad es la base de su poder. El bufón es entonces cuando alardea de su posición, criticando a todo quisqui, incluidos obispos, nobles y reyes. Puede reírse y mofarse del poder e incluso ser la voz del marginado en la corte.
Ese bufón, perdido en el enmarañado mundo de la sociedad moderna, ha querido ser recuperado por sucedáneos suyos que, bajo el nombre de artistas, cómicos o humoristas, pretenden igualarlos en gracia, sabiduría, ingenio y talento. Nada de eso consigue, tan solo tienen en común su deformidad. En los bufones tradicionales su deformación estaba a la vista, sin embargo, en los contemporáneos está escondida, la llevan interiormente, en forma de odio y rencor. Hoy, ese sucedáneo de bufón, lo tenemos presente en los medios, incluso hay cadenas de radio y televisión que los tienen en plantilla. Ya no necesitan estar en la corte, están en el sistema que les permite hacer y decir lo que les viene en gana.
Con el dardo afilado de su ironía burlona, al servicio de una feroz crítica, va haciendo diana en los corazones de un público que, de manera consciente o inconsciente, le ríe sus gracias permitiéndole que le increpe, afrente o denigre. Lo paradójico de ésta situación es que el público les ríe pensando que no se dirigen a él sino al otro mostrando, una vez más, que su condición humana es capaz de estar junto a la delicuescencia y no verla.
Estos nuevos personajes, emuladores del tradicional bufón, no tienen ni la gracia, ni la inteligencia, ni la sabiduría, ni el ingenio de los bufones del pasado. Son a lo sumo “graciosillos” que aburren y cansan por su reiterada crítica y donde solo muestran su lado más ruin con todo aquel que no piensa igual que él. Son aquellos que Luis del Val califica como “bufones sectarios” que seleccionan sus críticas manteniendo un exquisito cuidado con no herir a la izquierda y a sus representantes.
Sobresalen por mostrar, a través de los medios, el desprecio por todo aquel que no piensa, no cree o no actúa como lo hace él. Son aquellos que no desprecian el sistema, sino que desprecian que el sistema permita que lleguen al poder quienes no comparten su ideología. Su sectarismo, su mediocridad, le hace estar muy lejos de aquellos otros bufones, ya perdidos, que mostraban una realidad más cruda, pero no por ello menos divertida.
José Antonio Puig Camps. AGEA Valencia (Dr. Ingeniero y Sociólogo)
http://josantoniopuig44.blogspot.com.es/
Twitter: @JapuigJose

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